Valentina Gutiérrez González*

Uno, dos, tres,
Uno, dos, tres
Son incontables los rostros blancos que salen a flote en un lago plagado de flores, son rígidos y a la vez hermosos, son Ofelia y a la vez Siddal

Laura María Urbano Feo*

El arte de la música ha estado presente en la vida de los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Hoy en medio de incontables melodías sin sentido ni rumbo, la música se sumerge en el gran mar de la ostentosidad y la superficialidad. Tristemente, han quedado en el olvido aquellas letras poéticas, que, en compañía de notas inspiradoras, armonizaban con cada compás memorias de vida y sentimientos puros de corazón. Junto con esto, la dedicación y la honestidad han perdido la batalla contra el ilusionismo y el deslumbramiento que se halla en la frivolidad de los espectáculos. Así, se alimenta el alma de la ligereza presente en canciones con elementos disonantes, que al buscar desesperadamente la fama, dejan completamente de lado el ocio y la vitalidad que debería representar y brindar la música.

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