Fotografía del Maestro Jorge Pinzón (2015)
*Gonzalo Sandoval Alvarado
El presente texto es el resultado de un trabajo propuesto en el marco de la cátedra de Arte Fray Angelico, O.P. de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. En el cual el objetivo era realizar una investigación sobre arte contemporáneo. En el momento en que se dio la directriz supe que debía investigar sobre una persona influyente en nuestros tiempos y sobre todo en nuestra cultura. Que fuera lo suficientemente grande para traspasar fronteras y lo suficientemente humilde para sentarse al frente mío al calor de una mañana capitalina que armonizaba perfecto con los acordes de un piano de cola producidos por un maestro, por uno de verdad y no lo digo solo por su vasta formación profesional, si no por la sencillez de un artista que llegó a oírse en rincones que poco se conocen. No podría estar hablando de otro que de Jorge Humberto Pinzón Malagón.
Gracias a la influencia de su padre, un respetado clarinetista de la Banda Sinfónica y por influencia de sus hermanos mayores, este moniquireño reconocido como uno de los compositores de música clásica contemporánea más grande de Colombia, inició sus estudios en la Escuela Superior de Música de Tunja, Boyacá, en donde su maestro Jorge Zorro le contaba con excelsitud su experiencia en Rusia y su formación en el conservatorio de Moscú, por lo que esto se convirtió para Pinzón en su principal objetivo, llegar a donde había estado su maestro. Se interesó por el oboe, que estudió de forma paralela al piano y una vez graduado viajó a Cali a trabajar como docente en el Conservatorio José María Valencia y como pianista repetidor en la compañía de ballet Incolballet, en donde dice que se “soltó” en el piano y adquirió su experticia en la improvisación.
Estando en Cali, el conservatorio de Yelova, de la entonces Unión Soviética, lo invitó a realizar una audición de selección para su escuela. Pinzón se presentó obteniendo el premio mayor, una beca para estudiar allí y sin saber nada del idioma llegó a Moscú en el año de 1988. Estando en el hotel, esperando la conexión a su destino, habló con su amigo el también maestro Carlos Alvarado, quien consiguió una cita exprés con los directores del conservatorio Tchaicovsky de Moscú, el más importante en Rusia y de los más prestigiosos del mundo. Pinzón llegó con Alvarado y, sentado en un piano Steanway, realizó su audición, una vez terminó le dijeron que había sido aceptado y le otorgaban la beca para estudiar su carrera como maestro en música y un curso intensivo del idioma. No podía estar más feliz, pues había alcanzado su mayor anhelo, pertenecer al alma mater de su maestro.
-Maestro, ¿cómo era su vida en el Tchaicovsky?
Tenía 7 horas diarias de ruso, iniciaba a las 7 de la mañana junto con cubanos, argentinos y de otras nacionalidades. Luego tomaba clases de oboe con Mamed Mamedovich Orudzhev con quien en cada clase debía llevar una obra nueva, pero yo las improvisaba, había tomado la experiencia en Cali porque para poder mirar a las bailarinas me tocaba improvisar en el piano y estudié Piano con Boris Georgievich Smolyakov.
-¿En qué momento aparece la composición?
Siempre había tenido esa lucecita por el deseo de estudiar composición. Estando en el conservatorio uno podía ingresar a otras clases, a las que uno quisiera y ahí conocí al director de la facultad de composición el Maestro Vladislav Germanovich Agafonnikov, a quien le presenté las pocas cosas que tenía y le manifesté mi deseo de hacer parte de la cátedra. Él me puso a hacer todo tipo de modulaciones en el piano, a improvisar, y eso le gustó porque vio que tenía buenas bases teóricas, lo cual fue suficiente para aceptarme.
-¿Cómo eran las clases con él?
En cada uno de los salones del conservatorio hay dos pianos de cola, uno para el maestro y otro para el estudiante. Entonces trabajábamos mucho desde el punto de vista analítico comparativo; por ejemplo, si estudiábamos fugas, empezábamos con las de Bach y las comparábamos con las de Shostakovich y yo ejercía mi propia percepción de esos postulados teóricos. Así estudié con el maestro durante seis años, en ese momento descubrí que la línea compositiva era grandiosa.
-¿Qué más pasaba, aparte de las clases, en esos seis años?
Moscú es la meca cultural más grande; si querías ir a un museo podías, a diario podía ir a un ballet y el conservatorio, al ser el centro cultural más importante, siempre tenía conciertos. Tuve la oportunidad de ver a Yehudi Menuhin, Rostropóvich, Martha Argerich y a muchos otros exponentes, las más importantes eminencias del mundo.
-Finalmente, luego de los seis años llegó el día del recital de grado…
Era 1994. En mis venas siempre había corrido el deseo de salir a improvisar en público, un público muy selecto, pero que no conociera mi repertorio. Supe que era mi momento y dije que la obra se llamaba “Elegía y estudio”, de un compositor alemán que se me ocurrió, no le dije a nadie que era obra mía y salí a tocar durante 45 minutos. Al final cuando todos aplaudían me pidieron la obra y se convirtió en una obra obligatoria para graduarse de ese énfasis. Fue en ese momento cuando me tocó ejercer como compositor y ahí nació la Evocación para oboe y piano.
-¿En ese momento también nació ese sello particular que identifica a la música Pinzón?
El estilo va naciendo poco a poco, para eso se requiere mucha experiencia de muchos años. Yo no solo improvisaba con el oboe, también con el piano y esas armonías que este produce dan las características que ayudan a reconocer el estilo como algo propio.
-¿En qué momento se dedica de lleno a la composición?
En el 2000 me guardé en oboe para dedicarme de lleno a la composición. Así, en el 2002, me gané el concurso con la Orquesta Sinfónica de Colombia por una de mis obras, en el marco del III Concurso de Compositores Colombianos. Esta obra la han tocado diferentes orquestas nacionales o internacionales como en Paraguay y luego hice una versión para banda sinfónica para España.
-¿Qué oiremos de Jorge Pinzón próximamente?
Estoy desarrollando una sinfonía, que ya la terminé; estoy haciendo la orquestación. Se llama “La Pacha Mama”, en homenaje a la leyenda del mismo nombre. Esto surgió porque La orquesta Filarmónica de Bogotá me contactó para hacer un homenaje a nuestros ancestros, gracias a la obra del pintor acuarelista de Cartagena de Indias, César Bertel. Este artista realizó la acuarela más grande con 12 metros de largo y dos metros y medio de ancho, que lleva el mismo nombre.
-¿Qué mensaje le daría a todos los jóvenes que sueñan con seguir un camino como este?
Uno debe generar grandes sueños, por más inalcanzables que parezcan; es importante tener la fe que en algún momento se van a dar grandes cosas. El hecho de pensar constantemente en esa meta hace que las cosas se den de alguna forma.
Jorge Pinzón ha sido primer oboe en la orquesta filarmónica de Lima, Perú; en la Banda Sinfónica Nacional de Colombia y en diferentes orquestas de cámara. Ha ganado numerosos concursos de composición y también ha sido galardonado por sus obras, ha participado en un sin número de festivales alrededor del mundo. Las orquestas sinfónicas nacionales siempre lo incluyen dentro de su repertorio, al igual que universidades en Estados Unidos que lo interpretan en sus escuelas. Hoy en día se dedica a componer, con una disciplina diaria en las mañanas que comparte con sus labores de docencia en una universidad en Bogotá. Jorge Humberto Pinzón Malagón:
“No soy un vanguardista, soy naturalista”.
Gonzalo Sandoval Alvarado
Facultad de Psicología
Universidad Santo Tomás
Referencia
Pinzón, H. (2015). Foto Mtro. Jorge Pinzón. Imagen de archivo personal. Bogotá.
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) septiembre de 2016 No. 1