Paola Torres Villate*
Un miércoles de octubre, durante mi jornada laboral, escuche sonidos que venían de la calle que son propios de una protesta y debido a que durante esa semana los medios de comunicación y las personas en los medios de transporte no paraban de hablar de las marchas estudiantiles y de cómo estas paralizan el tránsito normal de la ciudad, comprendí que se trataba de la marcha nacional por la educación promovida por los estudiantes de las universidades públicas. Así la viví.
Desde el colegio y hasta la universidad estudié en instituciones privadas y aunque no es motivo de justificación; esto tal vez hizo que no conociera la situación actual de la educación pública y que las necesidades que deben afrontar sus estudiantes me fueran indiferentes, hasta este momento; por esta razón este día preferí unirme a la marcha y no esperar hasta el final del día para informarme por los noticieros y tener una mala percepción de la marcha al quedarme encerrada en una estación o en un transmilenio.
Los acompañé en un recorrido de más de seis kilómetros y durante este fui testigo de muchos acontecimientos que la mayoría de personas no tendría dentro de sus pensamientos cuando se le habla de una marcha por la educación pública y en cambio demuestran cómo estas marchas son el fruto de muchas horas e incluso días de organización:
Dentro de la marcha y como algunos ya lo saben, estaban presentes además de los estudiantes los docentes de estas instituciones, quienes con este acto de apoyo, nos demuestran que las peticiones de los estudiantes no son del todo descabelladas y en cambio son necesarias para que puedan seguir con su labor de educar.
Un grupo determinado de marchantes usaban un chaleco que decía en la parte de atras “Derechos Humanos”, ellos eran los primeros en llegar cuando la marcha se detenía por alguna razón. Por ejemplo, en los cruces vehiculares eran quienes ayudaban a parar el tráfico mientras la marcha avanzaba; en uno de estos cruces fue evidente para la mayoría de los asistentes ver como un auto en el cual se transportaba al parecer una familia, intentaba avanzar sin importarle las señas que le hacían los estudiantes, desconozco las razón de su afán; sin embargo dejó para la reflexión las actitudes que se tomaron: la conductora estaba molesta porque no le permitieron avanzar, los estudiantes taparon los vidrios del vehículo con carteles y banderas, le entregaron a la conductora una hoja en la cual enumeraban sus peticiones y ella inmediatamente la rompió.
Hubo un momento de pánico: la marcha se dividió y todos los asistente empezaron a correr en una dirección, al principio la mayoría creía que se debía a un hecho vandálico de alguno de los asistentes a la marcha, pero después muchos confirmaron que habían descubierto a un presunto ladrón, lo más impactante de este hecho fue la reacción conjunta de todos los estudiantes que enfrentaron al ladrón y la apatía de los policías que se encontraban en la zona.
En las redes sociales y con mayor frecuencia las que pertenecen a medios de comunicación y periodistas, ha sido constante el repudio a los actos vandálicos que realizaron algunos de los asistentes a la marcha lanzando pintura a ciertas entidades, y sobre esto es mi segunda propuesta de reflexión: durante todo el recorrido no vi que quienes cargaban en sus manos sprays y pinturas, atentaran en contra de alguna vivienda o pequeño negocio, solo vi grafitis y manchas de pintura, en entidades prestadoras de servicios de salud, medios de comunicación, lugares de “entretención sexual” (ubicados entre la calle 22 y 19) y algunas estaciones del sistema de transporte público, con mensajes muy contundentes.
Como último hecho quiero resaltar la labor de un par de jóvenes que aprovecharon la marcha para entregar ropa a los habitantes de la calle en una de las zonas más afectadas por la indigencia y el consumo de drogas. Sería bueno que los medios de comunicación además de mostrar el caos y los daños que causan estas marchas, también resaltaran sus peticiones e “hicieran viral” los actos positivos que los estudiantes realizan.
Como estos, otros hechos sucedieron en diferentes partes del país: Protestas en silencio, marchas nocturnas con velas, clases al aire libre en calles y parques, estudiantes de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca que posaban de espaldas desnudas con mensajes pintados en su cuerpo que enunciaban algunas de las peticiones de todos los estudiantes y la reciente marcha zombie del 31 de octubre.
Todo esto me hace preguntarme ¿por qué tienen que ser los afectados directamente quienes tengan que luchar por sus derechos?, los estudiantes por la educación, los enfermos por la salud, los migrantes en contra de la xenofobia; si todos conjuntamente hacemos parte de la sociedad y su progreso se genera únicamente desde la comprensión de nuestros deberes y derechos como actores sociales.
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) octubre de 2018 No. 8