Sentir de cerca la muerte

María Daniela Tovar Martínez*

Sentir de cerca la muerte es una crónica personal en la que relato en primera persona cómo fue vivir día a día con la muerte pisando mis talones, como fue presenciar la muerte de mi abuelo materno en un día familiar, pocos meses después convivía con mi tía como un día normal y al siguiente jamás la volví a ver con vida, una semana después de la cremación de mi tía, mi abuela falleció. El duelo no ha sido nada fácil, muchas veces cuestionamos a Dios por la manera en que hace sus cosas, sin embargo, los tiempos de Dios son perfectos, no sabemos porque pasa lo que pasa, pero está en nuestras manos aprovechar y valorar todo el tiempo que tenemos con las personas que amamos, la vida muchas veces es más corta de lo que pensamos, y estoy segura de que desearíamos volver al pasado para poder pasar más momentos con ese ser amado que ya no se encuentra en vida.

Sentir de cerca la muerte

Hace casi ya 3 años tuve la muerte respirándome cerca al oído, no fue nada fácil vivir con ella, sentía que cada día me observaba mientras se llevaba en tan poco tiempo a mis seres queridos. Nunca entenderé porque Dios decide hacer sus cosas como las hace, y es injusto, claro que es injusto para las personas que nos quedamos atrás mientras ellos trascienden, pero solo Dios tiene la última palabra de todo, y solo Dios tiene las respuestas a mis innumerables preguntas. ¿El tiempo vale? ¿Realmente el tiempo es lo más preciado de esta vida? Y mi respuesta es sí, cada segundo que vives es más preciado que el anterior, aunque no lo veas, la muerte está cerca de todos, camina con todos, y está ahí expectante, solo que nunca sabrás cuando esta llegue enteramente a ti, y la verdad es que puede ser cualquier día, en cualquier situación, y no importa si tienes asuntos pendientes en la tierra, si tu misión en la vida está hecha, Dios decide llevarte. Tu misión puede llegar a cumplirse mucho antes de lo esperado, o puede tardar años, pero si algo he aprendido es que esa misión no es para ti, esa misión la haces con las personas que te rodean, tú eres la misión de tu entorno, Dios te envió por algo, descubre para que estas en la vida de los demás.

Esta historia comienza un 20 de julio del año 2017, ese día viajaríamos desde Bogotá hasta Bucaramanga, para visitar a mis abuelos que se encontraban muy enfermos. Ese día mi madre nos levantó a eso de las tres de la mañana para llegar a las 12 del mediodía a casa de mis abuelitos (lo cual era bastante atípico porque siempre viajábamos a las seis de la mañana). Efectivamente llegamos a la hora esperada, y curiosamente ese día mi familia se reunió toda la tarde, sin embargo, ahí estaba la muerte, esperando que él pudiera compartir con nosotros una última vez, para llevárselo. A las 7 de la noche mi abuelo se empezó a poner muy grave de salud, y a las 8:15 PM su respiración dejó de hacerse presente, se había ido, por primera vez en 15 años había visto como se le iba la vida a alguien en unas pocas horas. Mi abuela tenía demencia senil, por ende, nunca se enteró que el amor de toda su vida había fallecido. Mi mamá, mi tía y mi primo volvimos a Bogotá mientras planeábamos volver a Bucaramanga a pasar la navidad, y podrán adivinar que la muerte ya estaba esperando con ansias que eso pasara. El 19 de diciembre del mismo año, me desperté a las 8 de la mañana ya que escuchaba gritar a mi madre por el teléfono ‘llame una ambulancia’, alarmada salí de mi habitación para preguntarle que sucedía y ella me respondió que mi tía se había desmayado en el baño y que mi primo necesitaba ayuda para sacarla de ahí porque no reaccionaba. Realmente nunca te llegas a imaginar la gravedad del asunto a la primera. En menos de 10 minutos ya nos encontrábamos en su apartamento, y mientras mi mamá ayudaba a sacarla, yo tenía que llamar a una ambulancia, por ser pleno diciembre llame por lo menos a 3 que decían demorarse por estar al otro lado de la ciudad, mientras más pasaba el tiempo ella solo convulsionaba y no reaccionaba en lo absoluto, no podíamos esperar más. La bajamos por las escaleras con ayuda de los vigilantes y vecinos hasta el auto de mi madre, ella condujo hasta el hospital más cercano, nada más llegar nos pasaron la orden para poderla intubar, era tan grave que ella no podía respirar por sí misma. Duramos todo el día esperando una supuesta ambulancia que tardó horas y horas en llegar, ya que mi tía era la paciente más grave de todo el centro con un derrame cerebral y no podían manejar su caso en ese hospital, así que nos mandaron a una clínica privada. El 20 en la noche llegó mi familia de Bucaramanga al ver la gravedad del asunto, pues los derrames cerebrales los clasifican en 4 niveles, y mi tía estaba en el último, esa pequeña bolita al explotar, lleno y daño todo su cerebro en segundos. Lloraba, llore día y noche pidiéndole a Dios que no se la llevara y que por favor pudiera despertar, yo aún no estaba lista para vivir sin ella, pues era mi otra madre, fue la persona que estuvo conmigo toda mi infancia y me cuido como si fuera su propia hija, pero Dios tenía unos planes diferentes. El 22 de diciembre pasamos uno a uno, y cuando ninguno faltaba por verla, llegó la noticia de que mi tía había dejado de respirar poco a poco hasta que dejo de hacerlo, mi primo había salido por el almuerzo, y cuando lo llamamos a pedirle que volviera de inmediato, vino corriendo muy contento pensando que ella había despertado, qué difícil fue la realidad. Como estaban los planes, el 23 de diciembre viajamos a Bucaramanga, pero no a pasar navidad, a decirle adiós a uno de los seres más amados de mi vida. Recuerdo tanto como ella amaba la navidad, y ese día pase las 12 de la noche al lado de su ataúd no queriendo irme nunca de su lado. Sin embargo, la tristeza para mi familia aun no terminaba, después de cremar a mi tía el 25 de diciembre, el 27 apenas me levante le pasaron el teléfono a mi mama y ella me dijo que mi abuela acababa de fallecer, cuando la noche anterior yo la había ido a ver, al parecer por última vez con vida.

En seis meses la muerte se llevó 3 personas de mi familia que marcaron mi vida, sobre todo mi ángel de la guarda, mi tía. El tiempo es un suspiro, no hay tiempo que perder, el año pasado falleció una compañera de 16 años dejándonos un enorme mensaje, la muerte no tiene límites de edad, te vas cuando es tu hora. Digamos que desde todo lo que viví, la muerte es un tema más sensible para mí, probablemente no tuve tiempo de reponerme de una cuando ya estaba en la otra, por esto me gustaría que cuando las personas sepan mi historia dejen de desperdiciar el tiempo con su familia en peleas, disgustos o malos entendidos, porque cuando menos te lo esperes ellos estarán más cerca de llegar a la muerte y no tendrás chance de decir adiós, lo único que queda de las personas son los recuerdos de cómo fueron esas personas en vida. Haz buenos actos, respeta a los demás, ama a tus padres, y se feliz, debes hacer hoy todo lo que quieras hacer y no dejar todo para después, valora lo que tienes, porque créeme que te harán muchísima falta cuando no los veas por los pasillos de tu casa haciéndote feliz sin saberlo.

María Daniela Tovar Martínez*
Estudiante de Negocios Internacionales
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2020 No. 15

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