Crónica de una muerte no anunciada

Mónica Valentina Moncada Mora*

Esta historia marcó mi vida para siempre, la de la muerte de mi padre, así que será fácil determinar dónde empieza, sin embargo, considero no es algo a lo que le haya podido dar un final, pues quien haya experimentado la muerte de un ser querido, entenderá que el dolor que deja este evento nunca consigue un fin. Así pues, no solo les contaré el momento en el que esto sucedió, sino lo que ha sido lidiar con esta situación, claro está, de una forma un tanto resumida con el fin de no extenderme más de lo debido.

Todo empezó el 9 de abril del 2012, ¿cómo olvidar aquel día?, era uno como cualquier otro en nuestras vidas, solíamos ser una familia muy unida, a veces creo que ese fue mi cuento de hadas con un final no tan feliz, parecíamos una familia de película, pues la felicidad nunca faltaba entre nosotros, el amor que nos teníamos era casi palpable y esto era lo que hacía que las cosas fueran siempre tan increíbles, así pues, ese jueves nos disponíamos para almorzar, pero esta era una ocasión especial pues mi hermano de tan solo 14 años iba a pagar la cuenta del restaurante, por lo que se encontraba muy emocionado de poder invitarnos un almuerzo de valor considerable.

Todos comimos nuestro almuerzo entre risas y charlas amenas, posteriormente nos dispusimos a regresar a nuestra casa. Recuerdo bien que mi madre trabajaba en la noche, por ello al regresar ella se arregló para poder salir y en vista de que me encontraba antojada de un helado me dio algo de dinero para comprar helados para todos, yo fui corriendo porque a los 9 años así lo solía hacer. Al regresar, mi madre me preguntó sí yo tenía dinero, y lo sé suena curioso preguntar esto a una niña de tan solo 9 años, pero es que mi padre siempre acostumbraba a darnos dinero cuando podía, así que para ese momento poseía $50.000, entonces al contestarle ella me propuso prestar a mi padre esa suma para que el pudiera salir a un viaje de negocios, pues en ese momento la situación económica no era la mejor; entonces subí las escaleras entré a mi habitación y saqué el dinero, después entré a la habitación de mi padre y le entregué el helado, luego le dije -mira papi yo te presto esto para que te puedas ir de viaje hoy, el solo sonrío agradecido, recibió el dinero y acurrucada entre sus brazos como era costumbre compartimos ese helado, el último.

Al anochecer tomó sus cosas y se despidió, todos lejos de imaginar que esta sería la última vez, a mi hermano del medio le dijo que él era el hombre de la casa y que debía ser quien cuidará de mi madre y de mi, me abrazó, me dijo -chao mi princesa, y se fue, sin más, emprendiendo un viaje sin retorno.

Al otro día él no llamo, por lo que todos nos sentimos muy extrañados, pues siempre llamaba cuando llegaba, fuimos como siempre al colegio, pero todo se tornó extraño cuando al salir a las 3:00pm mi madre no estaba esperándonos, sino que en su lugar se encontraba mi abuela, tomamos un taxi y casi como si el corazón nos lo dijera sabíamos que algo no estaba bien. Ella llamó y procuró tranquilizarnos, sin embargo de forma extraña, luego de que hablamos mire al cielo y dije en mi inocencia -Dios mío espero que nada le haya sucedido a mi padre. Mi madre casi no estuvo en la casa ese fin de semana.

El lunes 13 de abril nos disponíamos para ir al colegio como era de costumbre, pero todo se sentía extraño, de repente tocaron la puerta de la casa y todos quedamos extrañados, cuando abrimos entró el psicólogo del colegio y detrás entró el coordinador, nos sentimos mucho más extrañados, estábamos de mal genio no recuerdo bien porque y esto logró enojarnos más, mi madre sin decir mucho nos hizo sentarnos en la sala de la casa, el psicólogo empezó a hablarnos de la muerte y en ese momento quedamos aún más desconcertados, no entendíamos los motivos de su presencia, ni de su charla, hasta que finalmente concluyó diciendo que mi padre ahora se encontraba en el cielo.

No sé explicar en palabras todo lo que sentí en ese momento, me gustaba pensar entre lágrimas que esto era solo una vil mentira, que en cualquier momento él iba a cruzar la puerta y nuestra familia de cuento de hadas seguiría como siempre, pero era imposible, solo tenía la sensación de que el mundo se nos había derrumbado.

Lidiar con ello no ha sido fácil, nuestra vida cambió por completo, ese hombre tan sabio y líder que mantenía esta familia unida había partido y enfrentarlo iba a ser duro para todo. Para mi acostumbrarme a estar sin su cariño y su constante atención s fue muy complicado, asumir que no existiría retorno no fue fácil, entender que él no estaría jamás para esos momentos en lo que uno como mujer anhela tener a su padre es un dolor que nunca podré sacar de mi, pero luego de un punto entendí que lo mejor era recordarlo con una sonrisa, pues esa sería la mejor forma de honrarlo siempre y que aunque no pudiera acompañarme en el resto de mi vida, llevaría con orgullo el legado que dejó o bueno del que me acuerdo porque era pequeña cuando todo sucedió.

Y no voy a negar que dentro mi en ocasiones aún surge el deseo de querer cambiarlo todo, de retornar a ese lugar feliz, que dentro de mi hace brotar esa niña soñadora que le gusta pensar que en alguna parte del mundo existe la cura a estos males, a esta infinita tristeza que dejó su partida y que la magia o el conocimiento en algún momento me lo va a devolver. Sin embargo, estos vuelos que mi imaginación en ocasiones toma solo terminan en un choque con la realidad, es por eso que cada vez procuro volar menos y es de esta la forma que he lidiado con aceptar su partida.

Mónica Valentina Moncada Mora*
Estudiante de Derecho
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2020 No. 15

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