¡Talitha Cumi!

Karol Nicol Morales Sepúlveda*

Hace un par de meses los colombianos recibimos una noticia supremamente inesperada, entramos en una cuarentena preventiva obligatoria. Ya han transcurrido dos meses desde este momento y toda una nación ha tenido que acoplarse a este nuevo estilo de vida; no ha sido fácil en muchas áreas para los colombianos, entre ellas y la que más se ha destacado es la económica, el estar resguardados en casa le ha puesto una pare a la sostenibilidad de muchas familias, y esto los ha llevado a entrar en una intensa desesperación. Hasta el momento puedo decir que Dios ha ayudado en gran medida a mi familia, ya que no hemos pasado hambre en estos tiempos de calamidad, todo lo contrario, hemos podido adquirir muchos beneficios, tanto así, que podemos dar, en lugar de recibir.

Esto me lleva a presentarme, mi nombre es Nicol, nací, crecí y hasta el momento sigo viviendo en Soacha, un municipio en el departamento de Cundinamarca. Toda mi familia vive acá desde hace ya varios años, gran parte de mi vida está aferrada en Soacha, mi apellido es muy conocido en el sector donde vivo, de tal modo reitero, Soacha es muy significativa para mí, y creo que lo sería también para ustedes si tuvieran la oportunidad de ver cuantas historias puede narrar este maravilloso lugar; aquí encuentras la expresión verdadera de la vida humana, gente de verdad, gente que ríe de verdad, gente que llora de verdad, gente que se enoja y siente de verdad, un mundo real, no un mundo lleno de apariencias, o como bien dice un actual comediante “aparenta y reinarás”. Soacha, es la tierra de los poemas jamás pensados; nada es como Soacha.

Mi tierra pasa por una situación crítica en esta pandemia, miles de familias residentes en Soacha viven circunstancias muy difíciles tanto económicas como psicológicas, las personas sacan “trapos” rojos a las afueras de sus casas para interpretar que pasan por una voracidad enorme, de igual modo la desesperación en casa ha ocasionado violencia dentro de las familias, tanto psicológica como física, sin embargo, esto no es algo que pasa solo en Soacha, muchas familias de Colombia se están viendo afectadas de esta manera.

Hace varios días especulamos sobre el tema con un buen amigo y le pregunté - ¿cuál es el motivo de que estas cosas estén pasado? Y él me respondió - Nos hemos pasado la vida intentando solucionar los problemas de los demás para dejar a un lado los nuestros, ahora la vida nos obliga a encerrarnos en una habitación y ver la clase de seres humanos que nos hemos convertido con el pasar del tiempo - continuó diciendo – y no nos fue muy agradable ese encuentro con el verdadero yo, esto nos enloquece. Esto fue algo que me dejó reflexionando y meditando también ¿cómo ha sido mi propio descubrir en esta cuarentena?

Al especular me di cuenta que es verdad, es totalmente cierto, yo misma he sido víctima de este “efecto cuarentena”.

El efecto de todos los procesos difíciles en mi vida los empecé a notar exclusivamente en esta cuarentena, y hasta este punto pude ver el cambio que drásticamente he tenido en mi vida a través de cada circunstancia, siendoles franca, como a muchos colombianos, tampoco me gusto en que me he convertido con el pasar del tiempo. Uno de los efectos más drásticos que noté fue la transición después de una grave experiencia hace ya casi un año.

En mayo del 2019 salí como de costumbre a montar bicicleta con uno de mis tíos, era la mejor experiencia después de una aburrida semana sin sentido, así que cuando llegaba ese día era muy emocionante para mí. Aquel día mi tío no tenía planeado el recorrido que íbamos a hacer, así que le dije que superáramos todos los recorridos, y subieramos la montaña más alta de Sibaté, así fue, y partimos con gran emoción, ambos estábamos muy emocionados, andamos por prácticamente una hora sin parar, solo para llegar a la montaña, al llegar al ascenso nos detuvimos por unos minutos para reanimarnos y empezar el desafío.

Así entonces, empezamos a subir la montaña, mi tío obviamente, con mucha más fuerza llevaba la delantera, pero a la vez me animaba para alcanzarlo, de esta forma llegamos a la punta de la montaña, y ¡vaya que fue una experiencia única! Veíamos casi dos municipios enteros desde allí arriba, era majestuoso, un sentimiento de emoción nos acompañó por varios minutos.

Ya en el regreso mi tío nuevamente tomó la delantera, entre nosotros había casi medio kilómetro de diferencia. Yo tenía miedo, algo poco peculiar en mi, después de varios minutos en el descenso y embargada por los nervios yo estaba apretando fuertemente los frenos cuando de pronto estos dejaron de funcionar. Yo entré en shock, no supe cómo reaccionar, justo enfrente tenía un abismo, inmediatamente pensé que hasta ahí había llegado mi vida, todo se puso en blanco y no sé qué pasó después de ello. El caso es que desperté dentro de un charco de sangre, tirada en el suelo, con muchas personas a mi alrededor, sentía un dolor inexplicable en mi brazo derecho, era lo único que sentía, no tenía noción, ni de tiempo, ni de espacio; las personas me miraban con desesperación y yo veía todo como si fuera una simple pesadilla, que no era real, creo que volví a la realidad cuando mi tío se me acercó y le grite con mucha angustia que hiciera algo por mi brazo porque era impresionante el dolor, él desesperado solo me miraba y decía que lo perdonara. Fue toda una pesadilla en la vida real, horas después toda mi familia se enteró, estuve hospitalizada durante varios días y fui sometida a varias cirugías. Este accidente afectó mi aspecto físico y dejó en mi rostro una muy notoria cicatriz, y creo, que una mucho más profunda en mi interior, pues, a partir de allí muchas cosas murieron en mí, pero también comprendí que no todo final es un cierre ni todo comienzo una oportunidad.

El caso es que, en esta cuarentena he notado que todo lo que murió en aquel accidente fue necesario para generar la transición de un nuevo ser. Dos meses después del accidente, ingresé a la universidad, ya estoy finalizando mi segundo semestre de comunicación social, la universidad. Antes del accidente no entendía la magnitud y el significado del maravilloso regalo que es la vida. Tantas teorías, tantas narrativas, tantas lecturas, y aun los mismos trabajos que abarcan todo el universo universitario (valga la redundancia) le han puesto sentido a mi vida, descubrí el valor de la humanidad, y relacionar esto con las cosas que me rodean, ha sido espléndido.

Sin embargo, es irónico ver que eso tan espléndido solo lo pude notar a través de un encuentro conmigo misma, gracias al Covid. Para concluir, estoy segura de que muchos, por no decir todos, vamos a aprender a valorar muchas cosas después de esta pandemia, tan inesperada, como se los mencionaba al comienzo, vamos a valorar cada instante de la vida que Dios nos regala, cada evento con cada ser querido, cada emoción, cada renacer. Así que, ¡Talitha Cumi! (levántate) no estamos muertos, tan solo dormidos.

Karol Nicol Morales Sepúlveda*
Estudiante de Comunicación Social
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2020 No. 15

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