El hombre ante la muerte

Ana María Soriano Guerrero*

“La vida es un viaje con principio y final, lo único que nos queda es disfrutar este camino”.

 

Todo termino el 17 de marzo del 2019 un día normal como cualquier otro, ese día me había levantado, habíamos ido a montar bicicleta al alto de yerbabuena, luego llegamos a casa de una de mis mejores amigas con mi novio y su amigo, eran las 5 de la tarde, estábamos en el cuarto de ella hablando y riéndonos, cuando recibí la llamada, salí de la habitación en que estábamos, conteste y era mi padre, yo dije con felicidad “hola padre, ¿cómo estás?” ‘él me contestó con voz apagada y llena de dolor que atravesaba ese aparato hasta llegar a escucharlo decía “hija se fue, Falleció” tuve que procesarlo por un momento antes de entenderlo y derrumbarme, sentí que todo lo que había a mi alrededor me aplastaba, me comprimía, me preguntaba ¿por qué? ella sufrió mucho, ¿por qué no la ayudaste a salir de eso Dios?, mi fe que tantas veces se ha puesto en duda de nuevo culpaba a Dios por todo, sentí que cada partícula de mi cuerpo dolía, ella se había ido y no había nada que hacer, con frecuencia pensamos que la vida no tiene sentido, que la vida solo nos da sufrimiento, cuestionamos nuestra existencia y su propósito y cuando perdemos a alguien, cuando la muerte nos alcanza, todos los problemas que podrían hacernos sentir mal no se comparan con este dolor, el dolor de la pérdida, saber que nunca más vas a poder abrazar esa persona, o escucharla, de repente el día se puso gris, empezó a hacer mucho frío, sentí mucho frío, como si mi cuerpo quisiera morir también con esa persona, todo alrededor se apaga, se vuelve lento, sabía que siempre estaría en mi corazón, ella una mujer hermosa, luchadora, esa mujer fuerte y guerrera, amorosa y trabajadora, que superaba cada cosa que le ponía en el camino la vida, así como lo hizo con el cáncer que aunque a la final la venció, ella luchó cada día, dando lo mejor de ella, sabía que la iba a extrañar cada momento de mi vida, y aunque ya sabíamos y éramos conscientes de lo que pasaría nunca se está preparado para perder a alguien, se fue como góticas de algodón al cielo, para descansar de tanto dolor y a la hora de la verdad ¿Qué nos duele más?, ¿Qué se haya muerto? o ¿la falta que nos va a hacer en nuestra vida?, ¿las cosas que ya no podremos hacer junto a esa persona?, ¿no poder escuchar su voz?, somos humanos nos cuesta la perdida, nunca nos han enseñado a perder, ni a afrontar el dolor, después de eso solo pude preguntarle a mi papá: “¿cuándo?” me contesto “hace como unas dos horas” su voz estaba quebradiza, les juro a todos ustedes que me escuchan y me leen, que jamás lo había escuchado ni visto mal, él decía usualmente desde que tengo memoria “llorar es para los débiles hija”, y aunque había tenido demasiados problemas nunca lo vi derrumbarse o estar mal, después de eso solo nos despedimos, colgué y mire a mi amiga con los ojos llorosos, ella preocupada me dijo: “nana ¿qué pasó?”, no pude decirle, solo me abrazó y lloré, lloré como no lo había hecho por mucho tiempo y después no pude llorar más, solo me quede con una mirada perdida, me dijo “nana, ven vamos y tomamos un poco de aire”, le dije “Lala mi abuelita falleció” salimos a la ventana y miré al cielo, siempre he creído que las estrellas más bonitas, son todos nuestros seres queridos, cuidándonos desde el cielo, Laura mi amiga que normalmente la llamo Lala me dijo “Nana, ahora tu abuelita estará junto a la mía, se podrán conocer y nos van a cuidar siempre”, me reí con los ojos llorosos y le dije “con ese temperamento, seguro se van a caer bien”, nos reímos y luego nada, me quede perdida en el tiempo, luego entre de nuevo al cuarto y sin expresión le dije a mi novio y a su amigo lo que había pasado, mi novio preocupado dijo vamos a tu casa, antes de que se haga más tarde, salimos, me despedí de Lala y del amigo de Santiago mi novio, y nos fuimos, íbamos en las bicicletas, no las podíamos dejar donde Lala, en el camino me fui pensando en todo y nada al mismo tiempo, Santiago preocupado porque no estaba prestándole atención a la calle me dijo “yo sé que es difícil pero tienes que llegar bien a tu casa, no pienses en esto en este momento”, en ese momento yo solo pensaba en ella, en todo lo que no hice, en todas las palabras que no le dije, en todos los abrazos que no le di, intenté poner más atención a la vía porque me tocaba; luego ya llegamos a mi casa y abracé a mi mamá, ella me reconforto mucho, me dijo ahora tienes que ser fuerte por tu papá, me imaginé el día en que la pierda a ella, no creo soportarlo, nos acostamos y pude llorar, pensar y cuestionarme sobre la vida, ¿Por qué a veces la vida es tan injusta?, es decir ella tuvo que pasar por la quimioterapia, el dolor, el sufrimiento que eso le causaba, paso por todo, no se rendía, seguía luchando, nunca entenderé la razón del por qué Dios o la vida no le dio la oportunidad de seguir viviendo después de todo el esfuerzo que ella había hecho, ¿Por qué no se llevaba a las malas personas?, tenía tantas preguntas sin respuesta; y así terminó ese día.

Al otro día me levanté fuimos a la funeraria, allí estaba mi padre junto con otros familiares, de allí partiríamos con el cuerpo y todos nosotros rumbo a Guateque al pueblo de ella, pero antes de partir, nos dejaron entrar a verla, solo a los familiares más cercanos, aún no la habían metido en el ataúd, ella estaba ahí, hermosa, la habían arreglado y se veía hermosa, le agradecí por todo, me despedí y me fije que habían puesto en sus manos una camándula que yo le había regalado, llore, me dije, “se irá con algo mío”, estaré con ella siempre, de algún modo u otro, eso me causo tantos sentimientos, hay tantas cosas que nunca le dije en vida, y ahora que no estaba era difícil vivir con eso, dejo un pedacito de ella en cada uno, estoy demasiado agradecida con ella, con la familia tan linda que me ha tocado, luego salí y nos fuimos rumbo a Guateque, allí nos recibió la funeraria y estuvimos ahí 2 días esperando a que llegaran mis tias de Italia, hicimos unos trámites para el cementerio, todos estábamos idos, pensando, rezando por su alma, muchos querían verla pero no lo permitieron sino hasta el último momento, aunque uno de sus hermanos, si la pudo ver y se derrumbó, eso me dolió tanto, ver que cada vez yo iba creciendo más y ellos iban envejeciendo, y se iban yendo, cuando llegaron mis tias al segundo día verlas llorar fue tan bien duro para mí yo a ellas las amo mucho y su mami había partido, sentir que de pronto no estuvieron el suficiente tiempo con ella por lo que vivían en Italia, se sentía tristeza por cada poro de piel de todos, mi papá me dijo que escuchara la canción de mago de oz “hora de marchar” cada vez que me pongo mal la escucho, es un recordatorio de que ella está mejor allá, el último día, se cargó el ataúd hasta el cementerio, la música que sonaba, el ambiente, el día gris, las calles llenas de personas despidiéndola, todo se sentía muy abrumador, luego la enterraron y ese fue el fin.

Ahora se preguntarán cómo inició esto, pues todo inicio hace 5 años en el 2015 le descubrieron a mi abuelita cáncer de estómago, durante 3 años se sometió a muchas quimioterapias y radioterapias que le causaban mucho dolor, ella no se le cayó el cabello nunca, era muy fuerte, y así poco a poco se curó, aunque le tuvieron que hacer una cirugía donde le sacaron el estómago, y por esa razón adelgazo mucho, ella muchas veces del dolor se golpeaba contra las cosas, pero así y todo siguió luchando hasta que le dijeron que estaba libre de cáncer, todos estábamos bien, cada año íbamos en año nuevo, hacíamos tamales, compartíamos, y la pasábamos bien, era septiembre de 2018 mi abuelita tenía un dolor en el cuerpo persistente, pero ella no quería preocuparnos, entonces no nos dijo pero en diciembre cuando fuimos, el dolor se había incrementado, ella en un momento dijo, “ojalá sea un dolor normal, aún no me siento lista para la muerte”, esas palabras hasta el día de hoy carcomen en mi cabeza, pasamos esos días con ella y en enero de 2019 mi padre decidió traerla a Bogotá para que la revisaran, resulta que el cáncer había hecho metástasis, estaba afectando su páncreas y su hígado, no daban muchas esperanzas, ella día con día se ponía peor, aunque igual se le veía muy alentada cuando uno iba a visitarla a la clínica, la última vez que la fui a visitar, ella estaba dormida, le dije que la amaba mucho y le agradecí por todo, mi mamá que iba conmigo le dije haz lo mismo, no sabemos si sea la última oportunidad que tengamos de hacerlo, en parte sentía que iba a ser la última vez y así fue, así pasaron los días y llegó el final donde la gente se estaba dispersando después de enterrar a mi abuelita, nos estábamos yendo, fuimos a la finca y su ausencia se notaba en cada parte de la casa, no volvería a ser lo mismo, esa noche mi papá me abrazó y me dijo “La vida es un viaje con principio y final, lo único que nos queda es disfrutar este camino”.

Ana María Soriano Guerrero*
Estudiante de Negocios Internacionales
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2021 No. 17

 

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