Valentina Lesmes Gómez*
Era 1 de noviembre del 2020, cuando me transportaba con mi familia a un pueblo cercano a Boyacá llamado Aquitania, por temas de trancones en Bogotá salimos a las cuatro de la mañana de nuestra casa para llegar a una hora prudente a nuestro destino final, veía por la ventana mientras hacíamos nuestro trayecto, no se veía ninguna alma alrededor, solo carros y algunas estrellas en el cielo, todo estaba oscuro, cuando de repente brilló una luz roja, una luz la cual me transporta a otra época, una luz la cual me llena de sentimiento cada vez que la veo, no es una estrella roja o nada por lo parecido, era una antena que tiene un foquito rojo que alumbra y se apaga y siempre hace ese proceso.
¿Por qué transporta a otra época?, bueno, comencemos remontándonos al año 2007 en la ciudad de Barranquilla, tenía 5 años de edad, vivía en un barrio muy ameno llamado el Carmen, todo mi vida había vivido con mi abuelo el cual no hablaba de manera sutil con casi nadie a excepción mía, siempre me hablaba con amor y paciencia, una abuela la cual me enseñaba el comportamiento que una dama debía tener, entre los dos me formaron como una niña estudiosa, responsable y educada, tenía una hermana mayor, con la cual jugaba bastante a las muñecas, siempre quería jugar con nosotras nuestro primo, quien había nacido 40 días antes de mí, pero siempre le cortaba el cabello a nuestras muñecas y ahí comenzaban los gritos y jaladas de cabello, aparte vivía con dos tías, una era la mamá de mi primo con quien no me llevaba muy bien y mi otra tía, con la cual cada fin de semana me iba a un centro comercial a comer helado, caminar por los locales e íbamos a la iglesia juntas con mi hermana mayor, los momentos con ella eran mágicos y finalmente el último integrante era mi mamá, con la que no pasaba mucho tiempo por temas de trabajo pero igual disfrutábamos juntas el poco tiempo que podíamos.
En ese mismo año mi mamá conoció una persona y empezó una relación amorosa, a los pocos meses de conocerse mi mamá quedó embarazada, la noticia no me gustó mucho porque yo no pasaba mucho tiempo con mi mamá y ahora con un bebé en medio mi mamá nunca me notaría, el futuro papá de mi hermano propuso que nos fuéramos a vivir a su apartamento, a lo que mi mamá aceptó, Yo no quería, quería quedarme con mis abuelos, no quería ir con ella, pero por ser su hija ella decidió por mí, la mudanza no se daría aún, decidieron esperar a que él bebé naciera para irnos todos juntos de una vez.
9 de enero del 2008, mi mamá se levantó con dolores, era hora del nacimiento, mi abuela se fue con ella al hospital para recibir al nuevo integrante de la familia, era un niño muy hermoso, me alegré mucho de verlo, desde ese momento mi hermana y yo antes de irnos al colegio le dejábamos en la cama la ropita del día y nos despedimos de él dándole un beso en la cabeza, al cabo de 2 meses me tocó afrontar la realidad, ya era hora de que nos fuéramos a nuestra nueva casa, le rogué a mi mamá con lágrimas que no lo hiciera pero ella no quería dejarme; El nuevo lugar era un apartamento, el barrio no era muy agraciado pero tenía muy buenos vecinos, el apartamento tenía dos habitaciones, una donde me instalaría con mi hermana y otra donde estaría mi mamá, con él bebe y el nuevo esposo, tenía un baño, una cocina de un tamaño mediano, una sala comedor y un balcón donde se veía una hermosa vista, el apartamento no era del todo malo, solo era cuestión de adaptarse.
Mi abuela cada semana nos visitaba entonces la falta se disminuye y los fines de semana mi mamá me dejaba quedarme por la casa de ella. La convivencia en la casa era buena, el esposo de mi mamá nos complacía cuando le pedíamos pizza o dinero para comprar algo de más en la merienda, nuestro cuarto estaba bien acondicionado, teníamos una cama para cada una, un escaparate con bastante espacio para la ropa de cada una, una televisión donde cada noche nos veíamos amor sincero y creíamos tener la voz de Marbelle y un aire acondicionado que nos refrescaba toda la noche, en la casa había una señora de servicio que nos cuidaba mientras mi mamá y su esposo trabajaban, ella era como parte de la familia y siempre nos cumplía nuestros caprichos en cuanto a la comida, cocinaba delicioso.
Pensé, será fácil adaptarme en este nuevo hogar pero al cabo de unos meses todo se tornó negro, yo era una niña muy mimada, la cual todos los días tenía que ser levantada por su abuelo para ir al colegio, la que su abuela todas las noches le arreglaba el uniforme para el día siguiente, la que su abuelo todos los días le guardaba su merienda en la lonchera con un termo de agua, la que su abuela todos los días le hacía un peinado para su colegio, todas estas cosas mi mamá no las hacía por cuestiones de tiempo, y a la edad de 6 años aprendí a hacer todas esas cosas sola y no porque quise sino porque nadie más lo haría por mí, me volví una niña muy independiente para la edad que tenía, aunque hacia esas y muchas más cosas por mi cuenta había algo que yo no podía hacer y era obtener la atención que necesitaba, me ponía triste cada vez que recordaba a mi familia o cuando me visitaban y se tenían que ir sin mí, eso me partía el corazón y lo único que hacía era meterme a llorar debajo de las sabanas o en el baño, sin que nadie lo supiera porque no quería que me vieran débil o triste, porque no lo era y no quería que lo pensaran, quería que pensaran que era una niña fuerte y valiente, capaz de superar cualquier circunstancia.
Una noche en la que mi abuela con mi tía nos habían ido a visitar sentí gran agonía en el momento que se tuvieron que ir, quería irme con ellas pero no quería herir los sentimientos de mi mamá, me despedí y fui al balcón para que no me vieran llorar, veía como se montaban en el carro y desaparecían en medio de las tinieblas de la calle, lo único que se veía por el camino en el que cogieron era una luz roja que alumbraba y se apagaba, esa luz me dio esperanza, esa luz significaba para mí el camino para ir al lugar donde mi corazón anhelaba estar, esa luz fue mi faro de luz en medio de las tinieblas, no me sentía tan triste cuando veía la luz, porque sabía que aunque estuviera lejos de mi familia esa luz me conectaba con mi familia.
Cabe aclarar que el lugar donde estaba esa luz no era el lugar exacto donde estaría mi familia, simplemente tomaban el camino por donde estaba la luz roja, pero para una niña de 6 años con grandes expectativas por no sentirse triste me creería cualquier cosa para poder asimilar la cercanía con mi familia, muchos relacionan que si ven la luna es porque las personas están conectadas, en mi caso era la luz roja de la noche, yo decía que tan lejos puede estar mi familia de mi si veo la luz que posiblemente ellos ven, aclarando nuevamente que ellos no observaban esa luz por la distancia que se encontraban.
Esa luz roja de la noche fue mi momento de alegría en los días turbios, cada vez que me sentía triste salía al balcón con una silla y me quedaba por horas a observar esa luz, eso apaciguaba mis lágrimas y me hacía recordar los bellos momentos en familia, mi mamá empezó a notar ese comportamiento en mí y me pedía una explicación de esa nueva manía de mirar por la noche al horizonte, yo solamente me escudaba diciendo que me gustaba ver las estrellas y sentir la brisa fresca de las noches de Barranquilla, no le podía contar a nadie sobre lo que significaba esa luz para mí, creerían que esa idea era loca, en cierto modo así era pero al menos es una locura que quería guardar en mi interior como el mayor tesoro enterrado que una niña de 6 años podía tener. Se volvió una costumbre salir al balcón cada vez que mi familia se iba deseando que cogieran por el camino de la luz roja de la noche, a veces decía que si un día quería ir donde mi familia solo debía tomar un taxi y que me llevara a la luz roja o si en algún momento me llegaba a perder simplemente buscaba a luz roja en la noche y esa luz me guiaría a mi hogar, un poco descabellada esa idea pensándola hoy en día, pero eso hace parte de la imaginación e inocencia de un niño, el creerse cosas irreales para ponerlas en prácticas en la vida real, y lo peor, que esa idea funcione.
Dos años de mi vida trascurrieron de esa forma, pasaron muchas cosas por las cuales volví un tiempo donde mis abuelos y al poco tiempo otra vez de regreso con mi mamá pero esa historia será para otro día, el punto es que mi yo de 8 años aún tenía esa ilusión de su luz roja de la noche, pero un día el papá de mi hermano y mi mamá decidieron ponerle fin a su relación, estará mal que lo diga pero me sentía dichosa porque volvería a mi hogar, estaría nuevamente con mi familia, esa última noche me despedí de la luz roja, le dije que gracias por su tiempo de compañía pero que ya no la necesitaría más, ya que nuevamente estaría en mi hogar.
Sonará loco pero esa luz roja jamás la he visto cuando estoy en mi casa, nunca veo la luz roja, siempre la veo cuando estoy afuera que me recuerda mi hogar y el destino para llegar a él, eso me hace pensar sobre la locura de la Valentina de hace 11 años, ¿Será que estaba del todo loca para imaginar esa idea de la luz? , yo sé que dirán pero la luz siempre está, algo es que desde tu casa no la veas y no refuto esa idea porque es 100% real, pero la luz solo la observo cuando estoy fuera de mi hogar y eso es algo que mi antigua yo nunca olvidará y siempre recordará con un sentimiento agridulce.
6:00 de la mañana del 1 de noviembre del 2020, la luz roja de la noche ya se empieza a desaparecer por los tenues rayos de luz que comienzan a aparecer por el amanecer del nuevo día, al ver esa luz lo único que pude hacer fue sonreír y recordar lo anteriormente contado, en mi corazón la yo de antes anhelaba cumplir su sueño de seguir esa luz para llegar a su hogar pero la yo de ahora, un poco amargada y realista, la detiene diciendo que no es real esa idea y que mi familia no está en esa luz roja, aprendí que sin importar que esté del otro lado del mundo siempre tendré a mi familia conmigo en mis pensamientos, en mi ser y sobre todo en mi corazón, y sé que yo estoy en el de ellos y por eso la luz roja de la noche simplemente se convertiría en una anécdota que siempre recordaría con mucho amor e ilusión, y aunque ya conozco el significado de esa luz y que simplemente es una antena que emite una luz roja, siempre que la vea me transportare a ese momento, en el cual una pequeña niña pensaba que podía llegar a su verdadero hogar siguiendo el rastro de la luz roja de la noche.
Valentina Lesmes Gómez*
Estudiante de Ingeniería Industrial
Universidad Santo Tomás
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2021 No. 17