En medio de una lucha constante

María Paula Gómez Sarmiento*

A lo largo del tiempo en la mujer siempre se ha implantado esa ideología de tener a un hombre como pareja y poder formar esa familia “perfecta”. Cuando se habla de familia no se puede dejar de pensar en ese típico modelo estadounidense conformado por un padre, que es el que trabaja día a día y una madre que se queda en casa, se encarga de los oficios y además cuida del hogar y de sus hijos. Lo que no nos cuentan las novelas, ni películas es que esto no es tan fácil como nos lo pintan, y cuando no se cumple con estos estereotipos que ha creado la sociedad la vida no es tan fácil, o al menos eso me sucedió a mí.

Mi historia empieza en el año 1996, un viernes tipo 5 o 6 de la tarde. Con mis amigas decidimos ir a una fiesta, en aquellos tiempos se llamaban chiquitecas. Aquel día quedé totalmente flechada de un chico, me deslumbró por completo, fue algo mutuo por lo que empezamos a salir. Él era mayor que yo, cabe resaltar que yo apenas tenía 17 años, pero como cualquier adolescente quería vivir la vida loca, sin embargo no tenía mucha experiencia en bastantes cosas, en definitiva me faltaba carácter y madurar. Pero, con ese afán de vivir nuevas experiencias y de crecer rápido me sucedió algo que nunca me llegó a pasar por la mente, jamás me lo esperé, eso cambió el rumbo de mi vida por completo.

Este acontecimiento fue la llegada de mi primer hijo el 26 de Julio de 1997. Eventualmente fue una etapa dura para mí, puesto que ser madre adolescente no era bien visto en la sociedad, al punto que muchas de las mamás de mis compañeras les prohibían estar conmigo ya que me veían como un mal ejemplo. Pero, esto no fue lo más duro, lo más triste de todo esto es que ese hombre que creí que era el indicado y con el que formaría una linda familia un día se fue y nunca regresó, nos abandonó. Por ende, además de ser madre a tan temprana edad también tuve que lidiar con criar a mi hijo yo sola. En todo este proceso mi único apoyo fueron mis padres, pues el resto de las personas que consideraba importantes se habían alejado de mí, hasta mi propia familia. Aún así, tuve que aprender a lidiar con la situación y buscar soluciones para salir adelante con mi hijo.

Dos años después conocí al hombre que sería mi futuro esposo. Un chico guapo, tierno, con una mirada excepcional, juicioso, trabajador y demasiado romántico. En un principio fue ese hombre con el que cualquier mujer sueña, por lo que me enamoré completamente. En el 2003 nos casamos y al año siguiente, el 5 de marzo exactamente, nació nuestra hija. Sin embargo, meses después me fue mostrando poco a poco quien era realmente.

Me empecé a dar cuenta de esto un día que estábamos en la casa y me alzó la voz. Posteriormente con regaños como si yo fuese una niña pequeña, desde ese momento me empezó a demostrar su mal carácter. Había noches que ya no llegaba a la casa o cuando llegaba estaba bajo el efecto del alcohol, y el trago a él lo hacía convertirse en una persona diferente, era supremamente grosero y patán conmigo.

Además, desde que nos casamos y decidimos forjar nuestro núcleo familiar teníamos el propósito de ponernos a estudiar y poder sacar nuestras carreras adelante. Pero poco a poco me fue dejando de lado en los planes que teníamos. Con labia y palabras bonitas me convenció de quedarme en la casa cuidando de los niños y cumpliendo los deberes del hogar y que cuando él terminara de estudiar yo podría empezar con mi carrera. Pero no fue así, al contrario, él terminó de estudiar, salía con sus amigos, iba de fiesta y yo encerrada en la casa. No feliz con eso también se metió con otra mujer.

Comenzó con un regaño, luego el grito, un apretón de brazo, una sacudida, una cachetada, hasta el punto de violencia física extrema. Yo sabía que eso no estaba bien, pero tenía en la cabeza que no quería dejar a mi otra hija también sin papá y pensaba en todo lo que dirían mis familiares, amigos y conocidos en caso de que me separara de él. Prácticamente lo que no me dejaba tomar la decisión y salir de ahí era el qué dirían los demás y el miedo de que me juzgarán por mi decisión como ya lo habían hecho antes.

Sin embargo, siempre está la gota que rebosa el vaso, y cuando eso sucede uno ya no es capaz ni física, ni psicológicamente de seguir aguantando ese tipo de cosas. Eventualmente me sucedió y en el año 2008 me separe de él. Lo que tanto temía sucedió, pero así como me juzgaron también hubo muchas personas que me apoyaron para poder continuar y poder salir adelante con mis dos pequeños. El proceso fue duro, pero a pesar de ello me preparé, tuve mi título universitario, comencé a trabajar y de esta manera pude suplir con toda las necesidades que tenían mis hijos hasta el día de hoy, superando las expectativas de los demás y hasta las que yo misma tenía.

Todas estas experiencias me hicieron la persona que soy ahora y me ayudaron a forjar mi carácter. Me hicieron caer en la cuenta que en este caso, como mujeres no debemos permitir desde el primer momento que nos maltraten ya sea física o psicológicamente, no se deben dejar avanzar las cosas por amor, o en mi caso querer perder mi matrimonio y esa “familia perfecta”. Tampoco dejar que nos pisoteen y que nos hagan menos pues tenemos las mismas capacidades, mucho menos por cumplir con los estereotipos que se tienen en la sociedad pues debe primar el amor propio.

No debemos normalizar este tipo de cosas, tampoco el juzgar o discriminar a las personas que no cumplen con estos estereotipos que nos ha impuesto la sociedad, las cosas cambian y no todos los cambios son malos, es una forma de surgir y avanzar, de eso se trata la vida. Y sí, lastimosamente no todas las personas tenemos esa familia estadounidense soñada, pero eso no significa que deje de ser una familia solida y unida por el amor.

María Paula Gómez Sarmiento
Estudiante de Comunicación Social para la Paz
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2021 No. 19

 

 

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