La travesía para construir una vida nueva

Paula Vanessa Valenzuela Guerrero*

A lo largo de la historia la migración de jóvenes del campo a la ciudad en búsqueda de mejores oportunidades ha sido consecuencia del machismo. Esta es la historia de Silvia, una niña que con tan solo 13 años tomó la decisión más importante de su vida. Su familia estaba conformada por 10 hermanos; su madre una campesina dedicada al hogar y su padre un campesino dedicado al cultivo y la ganadería.

En el año 1992, Silvia finalizaba grado cuarto de primaria, ella se caracterizaba por ser una niña a quien le gustaba aprender y conocer cosas nuevas, pero sobre todo amaba la clase de sociales, ya que allí le enseñaban cosas muy interesantes y de todo tipo. Al finalizar su año Silvia se despidió de sus compañeros sin saber que no los podría volver a ver al siguiente año. Al llegar la fecha de las matrículas en la Escuela Rural de Baratoa, Silvia le recordó a su madre que era el día para realizar su inscripción para grado quinto, pero ella siguiendo el pensamiento de su esposo le contestó, - “No iré a realizar la matricula, no volverás a la escuela” -.

Silvia al no ver el apoyo de su madre decidió ir a la escuela a matricularse sola, pero al pasar tres días del inicio de clases, sus padres se dieron cuenta que ella los había desobedecido, así que su padre le prohibió rotundamente volver allí y le dijo - “Usted no va a volver a la escuela a perder el tiempo, eso no le va a servir para nada, mejor dedíquese a aprender a cocinar, porque el día de mañana usted debe conseguirse un marido que la mantenga, le debe cocinar y servir su comida” -. Ella muy triste con su corazón arrugado y desilusionado, decidió buscar ayuda en su vecina Flor, una hacendada quien le ofreció trabajo en la casa de su hija ubicada en la ciudad de Bogotá. Por varios días ella lo pensó y al final tomó la decisión de irse, es en aquel momento donde comenzó su travesía.

Silvia pensó en la estrategia para salir de su casa sin ser vista, inició siendo precavida copiando los números de teléfono de sus hermanos que se encontraban en Bogotá, por si alguna emergencia llegaba a ocurrir y también eligiendo su ropa más bonita para llevar, la que guardó en una caja que escondió debajo de su cama hasta el día en que vio la oportunidad perfecta para salir.

Al llegar el día, la madre salió a llevarle el almuerzo a su padre, quien se encontraba cultivando papa con otros trabajadores y le encargó cuidar de su hermanito Juan mientras ella volvía, era su única oportunidad, ella tomó la decisión de enviar a Juan detrás de su madre con una sombrilla para que no le afectara tanto el sol y así tener vía libre para tomar su caja y salir en ese mismo instante hacia la casa de su vecina Flor, donde duró dos días refugiada y al tercer día se fueron para Bogotá. En el trayecto Silvia solo podía pensar en cómo sería la ciudad y su nueva vida, al llegar vio grandes edificios y estructuras, ella se sorprendió bastante ya que nunca había salido de su pueblo y se encontraba muy emocionada, sabía que iría a trabajar, pero en medio de su inocencia sentía que iba de paseo.

Al llegar a Bogotá Luz Marina, la hija de Flor la recibió con mucho aprecio, con el paso del tiempo le enseñó a cocinar, barrer, trapear, cuidar a su hijo de tres años y otros oficios del hogar, también prometieron apoyarla con sus estudios y sueños. Todo iba muy bien hasta que un día Silvia estaba barriendo y por accidente rompió el palo de la escoba, ella muy asustada pensó que la podían gritar y hasta golpear porque era algo “grave” ya que en su familia al no hacer las cosas bien eso era lo que pasaba y sin saber qué hacer decidió esconder el palo bajo su cama y llamar a sus hermanos Miguel y Daniel para que la recogieran.

Sus hermanos al escucharla tan asustada la recogieron y la llevaron a su apartamento donde duró poco tiempo puesto que la señora de la casa no podía arrendar la habitación a tres personas, sino solamente a dos, debido a esto, al pasar tres días Silvia se fue hacia donde su hermana Consuelo, pero allí tampoco permaneció mucho tiempo por el mismo motivo y comenzó a pasar de casa en casa, en la casa de una hermana, después de un hermano, luego de sus tías y así por mucho tiempo.

Un día ella estaba trabajando en la casa de su tía Estela, quien le ofreció enseñarle a hacer balones, ya que este era el negocio de la familia, con dedicación y en sus tiempos libres Silvia aprendió y alrededor de dos meses decidió irse de la casa de su tía para conseguir un trabajo y un lugar más estable para vivir. Por otra parte, su tío Martin, hermano de Estela fue indispensable en este proceso, puesto que él tenía una fábrica de balones y la contrató. Al pasar cinco meses decidió salir a buscar nuevas oportunidades.

Silvia en su búsqueda notó que a su hermana Consuelo le iba muy bien económicamente, ya que era una estilista profesional y tenía su propia peluquería. Así que decidió estudiar un curso de belleza con los implementos que su hermana le prestó, mientras trabajaba en una fábrica de textiles y con este sueldo podía pagar sus estudios. Sin embargo, al pasar seis meses y gracias a los consejos e influencia de su hermana mayor Nubia, una comerciante de maletas y bolsos, Silvia decidió salirse de trabajar de la empresa y con el dinero de la liquidación montar un negocio de calzado y maletas, pero lastimosamente no le fue bien y terminó dejando sus estudios en pausa y con muchas deudas.

Antes de dejar sus estudios en la academia, Silvia conoció a María Beatriz, una mujer apasionada por la estética y la belleza, quien le propuso prestarle el dinero a cambio de que se fuera a trabajar con ella en su salón de belleza, Silvia no se sentía muy segura, pero finalmente aceptó. Con este trabajo más estable, se vio en la necesidad de buscar un apartamento cerca de su trabajo e inesperadamente un cliente de la peluquería necesitaba arrendar su apartamento a una persona de confianza y María Beatriz le recomendó a Silvia, quien aprovechó esta oportunidad sin dudarlo.

Luego de vivir aproximadamente dos meses en ese apartamento, Silvia conoció a Milena, la hija de los dueños de la casa, muy pronto se convirtió en su amiga con quien organizó varias fiestas, en una de esas conoció a Iván, al paso del tiempo iniciaron un noviazgo y luego conformaron una familia.

Esta es una crónica basada en la vida real. Actualmente Silvia es una mujer emprendedora, exitosa y valiente, que a pesar de no haber podido culminar sus estudios, ve reflejados sus sueños en sus hijas y lucha cada día por sacarlas adelante junto con su esposo Iván.

Paula Vanessa Valenzuela Guerrero*
Estudiante de Negocios Internacionales
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2021 No. 19

 

 

 

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