Stefanía Chisco González*
Quién iba a pensar que de sorpresa y sin esperar iba a llegar una pandemia. Desde que comenzó el confinamiento hasta ahora he pensado en esa sensación de caminar por las calles de la ciudad, a veces sola o a veces acompañada, de ver a mis amigos a diario, de irme a un parque a leer un rato o entrar a una cafetería a tomarme un café, de verdad lo extrañaba. Quizá mi idea de estar meses y meses en casa me parecía una idea loca, me parecía algo absurdo. Me encanta andar por las calles, ir a la universidad, llegar a casa, sacarme los zapatos, empezar a hacer trabajos y después acostarme. Esa rutina no me disgustaba, cada día pasaba algo diferente, puede sonar algo raro, pero de verdad que no había un día igual. Ahora todo es lo mismo, el confinamiento me hizo pensar cada noche que iba a planear al otro día para no agobiarme en estas cuatro paredes. Así es que empezó mi retorno a volver a hacer arte, llegó esa idea una noche de mucho aburrimiento y de mucha afición.
Desde que tengo memoria, el arte me ha cambiado la vida, he pintado y dibujado cientos de ilustraciones, pinturas y dibujos desde muy pequeña, sin saber de técnicas, ni métodos, ni truco alguno. Una vez llego a mi vida una persona muy especial, tenía un apego y un cariño por el arte, (el arte del teatro, del cine, de la pintura y de la música) que me transmitió esa sensación tan fuerte y tan enérgica que me impulsó a volver a hacer arte después de que yo decidiera dejarlo por falta de motivación. Así fue como se volvió mi trabajo, mi hobby y mi pasión.
Para una pintora como yo, obsesionada con la idea de que mi obra quede perfecta pero imperfecta me toma mucho tiempo con el proceso, por eso es que la pandemia fue un aliada en ese aspecto pero un rival en la manera de que me sentía aislada, agotada, tenía un alto estrés, y una baja productividad. ¿Cuál fue mi solución para combatir estos aspectos? La respuesta es muy sencilla; hacer arte. Durante varios meses al coger un pincel, un lápiz y un lienzo se volvió una terapia, al agarrar el lienzo, empezar a bocetar y borrar y volver a bocetar, escoger los colores, después mojar el pincel en la pintura, esparcirlo con una suavidad, y quedarme horas y horas observando, calculando, y tratando de perfeccionar cada trazo sin saber cuando va a estar lista, - de hecho nunca sé cuándo va a estar lista - me parecía lo mejor que podía sentir, volviéndose algo terapéutico en un momento de mucho agobio, ansiedad, resultante de la pandemia. Como lo dijo David Bowie "El arte puede cambiar cómo me siento en las mañanas. La misma obra puede cambiarme en distintas formas, depende de lo que estoy pasando".
Como usted ha visto durante este texto se pueden ver diferentes obras de arte que he realizado durante este tiempo de confinamiento, cada una tiene su historia, su tiempo de realización y su técnica. Pero hay una pintura en particular que contribuyó en especial en mí. De hecho la idea de pintar un elefante me agrado, en sí porque me parece un animal extraordinario, también porque mi madre tiene ese grato concepto de que son de buena suerte y porque la oportunidad de empezar a pintarlo llegó en la pandemia.
El primer día que empecé a bocetar en el lienzo, me adentré tanto en lograr un buen trabajo que me olvidé de todo un rato. Subí las persianas, acomodé el caballete, encendí la música y empecé. Esto fue una gran opción puesto que despejó mi mente y llegaron las ideas. Unos días después empecé lo que más me gusta, llenar de colores la ilustración, este es el proceso creativo que me genera bienestar, pero tengo que admitir que escoger los colores no me parece algo fácil, pero al final logré lo que quería. La mezcla y la concentración me hizo abandonar por un momento lo que pasaba a mi alrededor. Los últimos días que tuve la pintura en mis manos antes de dársela al comprador, mire los detalles más pequeños que necesitaban un arreglo, esta parte me cautiva de cierta manera ya que es cuando me doy cuenta de que ya va a estar lista. Hubo curiosos viviendo conmigo que ojeaban como estaba quedando, sus comentarios y opiniones me generaron tranquilidad. Por último, llegó el día de entregar la pintura, la sensación de saber qué va a ver un desapego, me genera una inquietud que no puedo explicar, quizá también la opinión de si va a gustar o no. Pero con respecto a esta obra, me dejó satisfecha al saber de que a la persona que lo iba a poner en su habitación, le fascino y de qué fue de gran ayuda para darme cuenta de que el arte puede ser un instrumento para ayudar a quien la pinta y al que lo aprecia.
La manera en la cual busqué una solución para afrontar situaciones estresantes por causa de la pandemia, y darme un respiro a esa carga negativa fue pintar y dibujar. Esto conlleva que el arte es una terapia y genera beneficios. Según esta afirmación si indagamos en el arte como terapia nos encontramos con las ideas de Beatriz López Romero quien afirma: “El arte estimula las capacidades propias del individuo, desarrolla su creatividad y expresión individual como medio de lograr satisfacción y mejorar personalmente. El arte permite proyectar conflictos internos y por tanto ofrece la posibilidad de poder resolverlos.” (2004, p.3). Dando esto por hecho que el rol que ha tenido el arte en estos tiempos de pandemia me ha vuelto a regresar a lo que amo, la manera de ser una buena opción para entrar en un mundo en donde solo está la obra y yo, abandonando el mundo real y entrar por minutos o por horas en un mundo nuevo, es y será una de las mejores opciones para expresar la cantidad de emociones y sentimientos que no me resultan sencillos de comunicar.
Quizá Vincent Van Gogh pudo comunicar su enorme dolor a través de la pintura y producir obras de belleza, o quizá Banksy por su gran molestia sobre numerosos temas que afectan a la sociedad, hace críticas para evocar a la reflexión del espectador y como quizá Yayoi Kusama buscó una manera de enfrentar y de liberarse de sus demonios interiores, buscando un camino hacia la sanación llevando a cabo sus obras. Así es como el arte ha hecho su trabajo, ayudando a personas y ayudándome a mí. Así que un poco de arte en cada uno de nosotros puede hacernos mejores personas y hacer de este, un mundo más llevadero.
Referencias
López Romero, B., 2004. Arte terapia. Otra forma de curar. [ebook] p.7. Disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2044648
Stefania Chisco Gonzalez*
Estudiante
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) octubre de 2021 No. 20