Juan Camilo Cortés Vergara*
La música es quizás la forma de arte y expresión más pura que el ser humano tiene, es ese elemento que nos permite conectar sin importar las barreras que tenemos entre nosotros, es el medio que nos permite comunicar emociones, ideas y situaciones que con palabras no se podría, es incluso uno de los pilares de la sociedad que no distingue de género, raza, religión o ninguna forma de autodeterminación; imaginemos por un momento un mundo donde la música no existe, sin cantos en iglesias, estadios, discotecas, manifestaciones o en la soledad que cada persona tiene, sería una vida vacía de emociones, emociones que construyen valores y generan moral, una que nos vuelve más o menos éticos, esto desarrollado a continuación con la música como herramienta de desarrollo ético.
En su composición más básica la música carece de ideas, es simplemente una serie de sonidos y melodías que juntas suenan estéticamente bien para cada individuo; sin embargo, detrás de cada pieza hay un compositor, uno que está llenó de paradigmas, prejuicios, que ha construido una moral y una serie de valores que pueden ser o no, éticamente correctos, todos estos elementos consciente o inconscientemente pueden verse reflejados en su música y muchas de estas piezas al haber estado presentes en momentos claves para el desarrollo de cada individuo, dejan ver como esas intenciones y percepciones del autor, pueden en cierta medida influir en las decisiones que un individuo toma; es tal la influencia que la música tiene que un individuo al escuchar una canción de su agrado o con cierta recordación por experiencias, puede perderse en sus ideas, alejarse de la realidad y perderse en un viaje entre el pasado, el presente y el futuro, incluso imaginar nuevas realidades y soñar. Con relación al poder de la música en la toma de decisiones, la historia ha dejado varios ejemplos de por qué esto no es solo una hipótesis sino un hecho, y es que la música al mejorar la memoria, y aumentar nuestra capacidad de aprendizaje ha logrado crear conciencia social que se traduce en actitudes y decisiones más éticas de manera colectiva. Incluso si decidiéramos remontarnos a la historia, este poder de la música comienza a analizarse en la época de los filósofos griegos, ya que para los pitagóricos esta tenía el poder de construir nuestro carácter, y es que para Ávila (2013) el ritmo y tono de las canciones tenían una influencia en la voluntad y actuar moral del hombre, en materia siendo el caso del movimiento hippie y pacifista dirigido por John Lennon en 1969 con su canción “Give Peace a Chance”, esta surgía en forma de protesta contra la guerra de Vietnam, y tal fue su impacto social que en una sociedad Estadounidense a favor de la guerra, logró que 500,000 personas cambiaran su mentalidad y pidieran frente a la casa blanca el fin de la guerra.
Sin embargo, a pesar del papel que la música cumplió en la unión de muchos movimientos sociales, su impacto no siempre fue positivo, y es que, así como la música puede impulsar sentimientos de felicidad, libertad y unión, puede alimentar el deseo de poder, control y caos, y es que en situaciones críticas como procesos de guerra la necesidad humana de encontrar valor o venganza ante la desesperación estos efectos se multiplican, este argumento ha sido reforzado por diferentes estudios neurocientíficos que buscan encontrar los posibles efectos neuronales de la música, entre estos investigadores se encuentra el neurocientífico Stefan Koelsch (2011) que sugiere que: “Conozco a mucha gente, yo incluido, que no hubiera sobrevivido sin la música. Yo casi muero, y la música me ayudó a sobrevivir.
Es increíblemente poderosa y debemos tener cuidado de que no sea utilizada de mala manera”. Esto siendo evidenciado en el caso de un famoso dictador alemán que tenía un profundo gusto por la ópera, esta considerada por muchos una de las formas de música más bella y pura, a pesar de esto Richard Wagner que era el ídolo musical de Adolf Hitler incluso antes de los sucesos históricos que todos conocemos, tenía una particularidad y era su abierto pensamiento antisemita y un claro sentido de superioridad, esto lo representaba en sus obras con un sentimiento de grandeza y poder, que con los años Hitler apropió, incluso usando sus composiciones y letras en sus discursos y campañas; esto ha podido ser comprobado científicamente siendo el caso de un estudio de la universidad de Cambridge en 2016 que afirma que “aquellos con menor nivel de empatía, pero más capacidad de análisis racional escogían géneros más intensos como el rock, el punk, el heavy metal o el jazz más sofisticado” (La Vanguardia, 2016).
En definitiva, podemos entender que la música es más que otra expresión más de arte en nuestra sociedad, es un elemento que utilizado de la manera adecuada puede cambiar al mundo y fortalecer nuestros valores, pero que también puede destruirnos si alguien la desea con ese propósito, Jhon Lennon una vez dijo: “Cada persona es el reflejo de la música que escucha” (Lennon, s.f.), pero esta vez difiero, y es que como la historia ha demostrado, la música estigmatizada por muchos puede llegar a cambiar al mundo, y la vista como perfecta y bella por otros puede llegar a destruirnos a todos, sin embargo defiendo la idea de que con las intenciones correctas la música puede y ha cambiado el mundo, esta genera ruido, uno que se expande, que genera conciencia, responsabilidad o simplemente visibilidad, pero una que puede cambiar el curso de la historia, salvar vidas y llenar corazones. Referencias
Ávila, R. (2013). https://filosofia.laguia2000.com/filosofia-griega/musica-y-etica
Koelsch, S. (2011). «La música puede variar profundamente el cerebro». La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/lacontra/20110817/54201280756/la-musica-puede- variar-profundamente-el-cerebro.html
La Vanguardia. (2016). La música es un reflejo de tu alma: así eres según lo que escuchas, dice la ciencia. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/cribeo/fast- news/20160803/47407499739/la-musica-es-un-reflejo-de-t u-alma-asi-eres-segun-lo- que-escuchas-dice-la-ciencia.html
Juan Camilo Cortés Vergara*
Estudiante de Mercadeo
Universidad Santo Tomás