Comunicación para la paz, un desafío para el escenario del post-acuerdo

 Margie Fernanda Carrillo Sánchez*

En el contexto de la academia, continuamente se debate en torno al papel que deben asumir los comunicadores y periodistas en el fomento de una pedagogía para la paz en los diferentes medios y canales virtuales o físicos; pero, ¿cómo poder desenvolver este rol si los medios de comunicación se encuentran controlados por los entes del poder político-económico, dueños del monopolio de la información?

Dado lo anterior, el propósito de este texto es desarrollar la anterior pregunta, teniendo en cuenta tres momentos: en un primer momento, se expondrá quiénes son los dueños de la información en Colombia; en un segundo momento, se argumentará por qué resulta complejo que los comunicadores y periodistas puedan ejercer su rol como constructores de un escenario para el post-acuerdo; finalmente, se concluirá con una posible propuesta en cuanto a cómo se podría contrarrestar este monopolio de la información en Colombia.

En ese orden de ideas, se encuentra que los siguientes personajes, familias y grupos no solo son reconocidos por sus cargos políticos, sino también por el control del poder que disponen en el sector financiero y económico, al tiempo de ser los dueños de los pocos medios de comunicación masiva en Colombia. Tal es el caso de la Familia Santos (varios presidentes electos de este país han integrado a esta familia, entre ellos el actual, Juan Manuel Santos Calderón), a quienes les pertenece EL TIEMPO en cabeza de Luis Carlos Fernando Santos, actual propietario de la Casa Editorial EL TIEMPO, quien posee el 75% del capital de las publicaciones periódicas Ltda; además, tiene a su cargo varias publicaciones (entre ellas se encuentra El Portafolio). Así mismo, es socio de Sky y CineMark, entre otros dominios. En cuanto al Grupo Santodomingo, se halla que son quienes económicamente representan a Bavaria S.A y mediáticamente son dueños de Caracol T.V., inversiones Cromos, Caracol Radio (con más del 50% de propiedad en su manos), Galaxy Internacional y demás alianzas con medios extranjeros; ahora, en cuanto a la Fundación Ardila Lule, se destaca a Carlos Ardila Lule, quien es propietario de RCN Radio y Televisión, veintiséis emisoras a nivel nacional (Amor Estereo, Rumba, La Mega, Radio Uno…), además de empresas como Postobón, Atlético Nacional, Incauca y Coltejer, sin nombrar otras propiedades empresariales. (Lobo, 2016)

Así expuesto el mapa de los tres actores más representativos dentro del poder en los medios colombianos (Familia Santos, Grupo Santodomingo, Fundación Ardila Lule), se puede apreciar ampliamente la cobertura mediática que los mencionados magnates tienen a su disposición. De esta manera, se comprende cómo resulta de complejo que los comunicadores y periodistas puedan ejercer su rol como constructores de un escenario para el post-acuerdo, cuando varios intereses políticos priman sobre la libertad de expresión sin censura; intereses que dependiendo del propietario del medio impreso, virtual o televisivo se mencionan o no acontecimientos noticiosos y, según las alianzas de poderes (económico-financiero, político y mediático), se resaltan u ocultan apartes específicos de la información noticiosa. Un mecanismo sencillo para corroborar lo anterior consiste en comparar una misma noticia desde los diferentes medios que la difunden y analizar quiénes son los dueños del medio, qué personajes están implicados y cuáles son sus relaciones entre los tres sectores o la también conocida Triangulación de Poderes.

En vista de ese panorama, es válido asegurar que en las democracias actuales “la interacción, coexistencia, filiación y convergencia de los intereses de partidos políticos, medios de comunicación y capital es cada día más tangible, lo que provocará a medio plazo la sumisión de los medios a los intereses políticos y económicos, y el abandono de la ciudadanía.” (Blesa, p. 87) Lo anterior implica que, como ya lo había mencionado Habermas y otros científicos sociales, al ser los medios de comunicación los “interlocutores” entre el Estado y la sociedad civil y generar un “espacio público” donde los asuntos de relevancia para la comunidad son discutidos abierta y pluralmente (Blesa, p. 92), al ser dominados monstruosamente por las élites del poder, conlleva a un escenario de desigualdades que impiden el desarrollo y fomento propicio de un discurso que apueste por una pedagogía que eduque a la audiencia colombiana a consumir información de tipo reconstructiva, visibilizando la historia y la memoria, donde la pluralidad de voces se unan sin censura y sin intereses de por medio.

Dicho espacio público planteado por Habermas es clave para el intercambio democrático, donde los comunicadores y periodistas deben asumir la responsabilidad sin intenciones políticas y económicas, y apostar por el rol que fomente una pedagogía para la paz en los diferentes medios y canales virtuales de manera desinteresada; en suma, aplicar un  “sistema de interacción en el que los medios son servidores públicos [...] transmiten valores democráticos a las audiencias y establecen una “agenda” de temas relevantes para la sociedad” (Blesa, p. 92).

No obstante, los medios ya no son los interlocutores entre el Estado y la sociedad, no generan espacios públicos, no son los servidores ante la ciudadanía y tampoco desarrollan agendas útiles para la formación y predominio de un sujeto crítico del país, debido a que el mercado y los negocios se han apoderado de los medios. Para colmo, ha predominado la inmediatez y la cantidad de información sobre la calidad de la misma, los intereses comerciales por encima de apostarle a los contenidos investigativos socioculturales, y el apoderamiento de los medios en tan sólo unas pocas manos, antes que privilegiar la voz del otro.

Así revelada y analizada la realidad descrita y con el propósito de plantear una solución posible a la pregunta inicial planteada, se podría afirmar que es necesario apostar por una recuperación de los medios, es decir, que los profesionales, los que han estudiado y presentan títulos en comunicación social o periodismo, entre otras ramas afines, sean quienes se encarguen de dirigir los diferentes medios y canales virtuales de la comunicación y la información. Para ello, se necesita un apropiación de esta profesión por parte de los mismos que estudian y ejercen comunicación social o periodismo, con el fin de que se asegure la dignidad y el respeto ante este trabajo, para así exigir, al tiempo de demostrar, que los políticos, economistas, ingenieros, empresarios, mercaderes, publicistas, abogados, filósofos, psicólogos, modelos, entre otros personajes, no están capacitados y no tienen el conocimiento para ejercer y manejar con prudencia, profesionalismo y ética esta labor.

También se necesita que los que se dedican a esta profesión verdaderamente se empoderen del escenario interlocutor entre el Estado y la sociedad; de esta manera, se generaría un espacio público en el que se diversifiquen las voces y que puedan manifestarse sin miedo y represión ante el post-acuerdo, que en definitiva es el asunto de relevancia para la comunidad colombiana en la actualidad. Dicho de otro modo, al ser los comunicadores y periodistas los que se apropien de este escenario, se mitigaría la dominación monstruosa de los poderes políticos y económicos, facilitando la construcción de las agendas, con producción de contenidos, que fomenten el desarrollo de la sociedad y eduquen una conciencia crítica en la opinión pública de Colombia ante la vigente realidad del país.

Referencias:
Blesa Aledo, P S; (2006). Medios de comunicación y democracia: ¿El poder de los medios o los medios al poder? Sphera Pública. (6), pp. 87-106. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29700606
Lobo, S. (2015). El Poder de los Medios. El Poder de la Comunicación [diapositivas de PowerPoint]. Archivo Original en Base de Datos Propio. 

 Margie Fernanda Carrillo Sánchez

Estudiante de comunicación social para la paz 

Universidad Santo Tomás 

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea)  julio-septiembre 2017 No. 3

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