Del Dios del Antiguo y el Nuevo Testamento

Johan David Díaz*

El Dios del cristianismo y el del judaísmo se puede aún considerar como el Dios de mayor polémica en la historia de la humanidad. Podemos ver cómo continúa la producción de libros críticos y apologéticos relacionados con la biblia y además siguen siendo de interés los debates de ateos como Richard Dawkins y teístas como Lane Craig. Los argumentos en contra del Dios de la biblia no cesan e igualmente, las antítesis.

En el corto tiempo que llevo estudiando acerca de la veracidad bíblica me he encontrado con argumentos que extienden por horas las conversaciones,convirtiéndolas en verdaderos debates. Uno de los argumentos que siempre me ha llamado la atención, y que también se ha hecho popular en la charla académica, es el de la dicotomía entre el “Dios vengativo del Antiguo Testamento” y “el Dios amoroso del Nuevo Testamento”.

Los actos realizados por Dios en el Antiguo Testamento que se observan, se acumulan uno sobre otro en listas que parecen interminables, como si fuera menester del ateo moderno memorizar parcial y convenientemente los juicios de Dios en esta primera parte de las sagradas escrituras. No quiero con mi afirmación atacar desmesurada e insensatamente a quienes niegan la existencia de Dios ni a quienes se han permeado con sus argumentos, (quisiera, al contrario, poder nutrirme de su habilidad para defender ideas y promoverlas sin temor alguno), pero por temor al adoctrinamiento me veo obligado a opinar de la carencia de interpretación exegética y la limitada contextualización hermenéutica que transgrede las riquezas literarias que ofrece el texto bíblico.

No solo quiero en este texto exponer la inmutabilidad del Dios bíblico; en su lugar deseo defender su paridad en el desarrollo literario de los dos testamentos y motivar al lector a contextualizar los eventos históricos, teniendo en cuenta los cambios dispensaciones y progresivos en la revelación de Dios.

Para cumplir con lo propuesto, seguiré esta ruta: primero contextualizaré la teología dispensacionalista, luego expondré algunos argumentos a favor de la coherencia bíblica y, finalmente, presentaré algunas perspectivas de lo propuesto, ya que la densidad de este tema requiere un segundo y tercer texto adicional.

¿Cómo funciona la teología dispensacionalista?

Cyrus Scofield describe las dispensaciones como “periodos de tiempos desiguales señalados en el modo de tratar de Dios con la humanidad, o parte de ella, con respecto a las cuestiones de pecado y de responsabilidad humana” (Scofield, 1996, págs. 8-9). John Darby fue el encargado de exponer primeramente el término dispensación, pero Scofield y Chafer presentaron específicamente los eventos que determinan las diferentes dispensaciones.

Si bien el crédito de la teología moderna dispensacionalista es dado a teólogos protestantes, las primeras ideas dispensacionalistas se le pueden adjudicar a Tertuliano (siglo III), por emplear los términos Antiguo y Nuevo Testamento como división temporal y literaria del texto bíblico.

Para Scofield son siete las dispensaciones, para algunos hiperdispenscionalistas son ocho y para algunos católicos resulta apostatico el solo nombrar el término dispensación, por su rotunda negación a la doctrina del arrebatamiento, enseñada por la gran mayoría de iglesias protestantes. No es objetivo de este texto formar conflicto por asuntos escatológicos, así que acuño dispensación por ser nombrado en Efesios 3:2  y su procedencia etimológica del latín en la vulgata, traduciendo del griego la  palabra oikonomta, que indica administración o regulación. Para Ryrie las dispensaciones responden a una necesidad de distinciones literarias e históricas:

El  dispensacionalista  encuentra  su  respuesta  a  la  necesidad  de  esas  distinciones  en  su  estructura dispensacional. Las dispensaciones suplen la necesidad de las distinciones en el progreso  ordenado  de  la  revelación  a  través  de  las  Escrituras.  Sus  dispensaciones  no  son etapas  en  la revelación  del  pacto  de  la  gracia,  sino  que  son  diferencias  marcadas  de  las  administraciones de Dios al dirigir los asuntos del mundo. Hay muy poca diferencia hasta aquí en la discusión de si hay siete dispensaciones o no; el asunto es que las dispensaciones responden a la necesidad de las distinciones.

Todos  los  intérpretes  creen  en  la  necesidad  de  distinciones.  Obviamente  esto  no  prueba  que  las  distinciones  de  los dispensacionalistas  son las  correctas,  pero  sí  demuestra  que  la  necesidad   de   distinciones   como   algo   básico   para   la   correcta interpretación   de  las   Escrituras  es  reconocida.  Hay  algo  de  verdad  en  la  declaración  de  que  «toda  persona  que  confía en la sangre de Cristo, en vez de traer   un   animal sacrificado,   es   un   dispensacionalista»,  y  «toda  persona  que  observa  el  primer  día  de  la semana,  en  vez  del  séptimo,  es  un dispensacionalista». Esto  es  verdad  simplemente  porque  toda  persona  que  no  trae  un  animal sacrificado  o  que  no  observa  el  sábado reconoce  la  necesidad  de  hacer  distinciones  en  la  interpretación  de  la Biblia.  El dispensacionalismo  cree  que  su sistema suple la respuesta a esta necesidad. (Ryrie, 1974, pág. 8)

Algunos de los patrones que nos permiten diferenciar la administración de los tiempos de Dios y que facilitan la interpretación contextualizada de los eventos del Antiguo Testamento son los pactos entre Dios y los hombres, los mandamientos desobedecidos por los hombres, el distanciamiento de Dios y el surgimiento de un nuevo pacto.

Coherencia bíblica

Cuando tenemos en cuenta las dispensaciones para el estudio del texto bíblico podemos, con facilidad, despojarnos de algunas concepciones preconcebidas que nos hacen humanizar las escrituras, considerándolas falibles e innecesarias (he aquí el motivo por el que los teístas desaprueban y consideran frágiles los argumentos de Nietzsche y su interpretación histórica del origen religioso judío y el desarrollo moral judeo-cristiano); pero fuera de la contextualización dispensacional, el mismo texto bíblico alega por comprobar su fiabilidad, coherencia e inerrancia.

No se puede desacreditar el increíble método de redacción de la biblia, ya que fue escrita por aproximadamente 40 autores de diferentes edades, ubicaciones y clases sociales en un periodo de aproximadamente 1500 años; aun cuando no son nuevas las críticas en contra de su inerrancia, es impresionante la forma en que este conjunto de libros se encuentran en un perfecto balance y cohesión, aún en contra de todas las posibilidades.

Algunos de los argumentos que buscan negar la fiabilidad de la biblia hablan de las diferencias entre los evangelios sinópticos, ignorando que en un juicio cada hombre testifica desde su perspectiva del suceso ocurrido (no hacerlo sería sospechosamente deshonesto); otros dicen que es extraña la transformación de un pueblo escogido (hablando de los israelitas) a una relación filial divina (hablando de los cristianos); pero por sobre todo es frecuente escuchar que no hay coherencia en la personalidad de Dios descrita antes y después de Cristo.

Para defender la idea de que el Antiguo y el Nuevo Testamento están en sincronía, debo mencionar que hay por lo menos trescientas profecías en el antiguo testamento cumplidas al pie de la letra con la llegada de Jesús en el Nuevo Testamento, algo que es teóricamente ilógico, pero históricamente comprobable; algunos ejemplos se encuentran en el profeta Isaías (escrito en el siglo VIII antes de la llegada de Cristo) o en el profeta Daniel (que narra con exactitud cronológica los sucesos a ocurrir):

¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53 Reina Valera 1960)

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. (Dn 9: 25-26) 

Además de esto, vemos en el Nuevo Testamento una multitud de citas y referencias a cada uno de sus libros, Jesús mismo aprobó la autoridad del Antiguo Testamento. Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. (lc 24:2)

Perspectivas

Ya hemos visto hasta el momento que para la interpretación correcta de la biblia y para identificar la paridad del Dios del Antiguo y el Nuevo Testamento tenemos como primera medida la contextualización dispensacional indicándonos que la diferencia entre las acciones ejecutadas por Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento responden a una necesidad de revelarse a la humanidad progresivamente,según los actos realizados por los hombres en el transcurso de la historia; además, tenemos la relación explícita del Antiguo Testamento en la cantidad de citas y referencias en el Nuevo Testamento, la cohesión formada por las profecías y la aprobación de Jesús de las antiguas escrituras como inspiradas por Dios, esto nos da una primera impresión de coherencia y legitimidad de las sagradas escrituras.

Referencias.

Ryrie, C. C. (1974). Dispensacionalimo hoy. Kregel Publications.

Scofield, C. (1996). Traza bien la palabra de verdad. USA: unilit.

Santa Biblia. Versión de Casiodoro Reina (1569) Revisada por Cipriano Valera (1602) -Revisión 1960. Philadelphia, Pennsylvania, USA: Sociedades Bíblicas en América Latina, National Publishing Company.

 Johan David Díaz Arévalo*

Estudiante de la Facultad de Diseño Gráfico

Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea) octubre 2017 No. 4

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