¿Se nos escondió la expresión o nos escondimos de ella?

Diana Isabel Urrutia*

Debo admitir que nunca encuentro un buen grupo de palabras que describa lo que busco decir, más cuando dejo de escribir por un buen periodo de tiempo. Sé que no soy la única que padece en este abismo desesperanzado a la hora de comunicarse, así que este fue el enigma esta vez, ¿por qué resulta tan complicado darle acción a una sola idea revoltosa o a todos los cuentos que inventamos cada milésima de segundo?

Seguramente hace un poco más de dos siglos esto no habría sido un problema, pues casi instintivamente los hombres respondían a la necesidad mental de arte en todas sus formas como purificación de sus propios seres y alimento de sus propias almas; se mostraba el arte tan flexible que volvía un pensamiento fugaz en poesía, canción, pintura, escultura u obra con el deseo de desahogarse o protestar.

Entonces, ¿cuánta historia debe cargar el pedacito de espacio que hoy ocupamos? tantas caras y cuerpos, tantas emociones que estos artistas dejaron en el aire de estos días para que respiráramos un poco, pero que sin duda decidimos ir contaminando en corriente, todos iguales aunque sin armonía, con los deseos materializados. Todos podríamos no solo crear, sino contemplar otras creaciones pero hay un problema de ambas partes: el concepto de arte se tergiversó, pocos crean y menos sabemos aplaudir sus obras, nos quedamos en el entretenimiento, en el ocio, dejando el verdadero arte en museos o bibliotecas. Infortunadamente una canción en muchos casos ya no se hace para ser atentamente escuchada sino para vender imágenes, o cuando llamamos poesía a todo lo que suene complejo aunque esté completamente vacío.

Somos víctimas de la agonía artística pero no lo notamos porque ésta es la única época que hemos podido vivir, no vimos la decadencia, el arte ya estaba casi perdido cuando apenas pronunciábamos nuestras primeras palabras, es por eso que no sentimos que nos haya hecho falta, pero, ¡cómo habrían cambiado nuestros días si el arte tuviera el significado que merece! -el que nuestros antepasados le daban-, tanta tecnología no habría aturdido nuestros cerebros, por el contrario habríamos hecho buen uso de ella para difundir nuestras creaciones, por ejemplo, o para fortalecernos en el campo que pudiéramos desempeñar; sería necesario exteriorizar nuestros ideales, sería más común la diferencia y quizás más sencillo comprendernos.

Sin embargo, aunque ya no sea vital el arte entendido como lo entendían las personas en el siglo XIX, las nuevas expresiones están envueltas en nuestra cotidianidad y nos ayuda a reflejamos ante el mundo. He visto cómo muchos despojan los sentimientos tormentosos o fortalecen las mejores emociones con un deporte; cómo se llenan de energía los cuerpos que encuentran en el baile o la música la más bonita de las revoluciones, también he visto cómo una cámara parece el tercer ojo de quien la posee al registrar toda la naturaleza de la vida en una fotografía. No podremos traer el pensamiento de una era completa, pero aún podemos encontrar magia en lo que hacemos a diario, notar cómo la corporeidad nos reconstruye la esencia, nos brinda equilibrio -por lo menos con nosotros mismos- y nos hace sentir más vivos.

Sigo sin encontrar todas las palabras precisas, pero espero señor lector, que descubra cuál es su forma de exteriorizarse, que perciba qué lo hace más humano y cómo se conecta con sus pasiones, porque este es el lenguaje que debemos tejer con el universo.

Diana Isabel Urrutia

Estudiante de Ingeniería Industrial

Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea) enero 2018 No. 5

 

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