El otro Laberinto

Juan Sebastián Granados Rodríguez*

Para aquel entonces existían los cinco sentados en aquella mesa que perteneció a Dionisio I; invitados por Dédalo, Orfeo, Sísifo, Damocles e Ícaro tomaron su sitio alrededor del primero; habían pasado siglos desde la última vez que se habían visto, pero desde el inicio de la última era se había vuelto necesario que volvieran a la misma sala de antaño.

-¿De quien fue la idea de crear un laberinto para los hombres? - Se quejaba Sísifo mientras observaba el grabado de la mesa.
-Ha cambiado su naturaleza, curiosamente ya no luchan por sus sueños como en antaño, ahora se pierden en ilusiones vanas e insignificantes - Menciono Ícaro con tristeza.
En silencio quedó la mesa por un momento mientras los caballeros se miraban los unos a los otros; Damocles, quien de todos desconfiaba a todos culpó por aquella tragedia que ahora acontecía; en poco tiempo los tres caballeros empezaron a discutir; sin embargo, en silencio, Orfeo observaba como entre ellos surgía la ira, la cólera y la violencia mientras que Dédalo se limitaba a observar el grabado de la mesa.
-Fui yo quien creó el último laberinto – dijo Dédalo terminando con la discusión de sus compañeros.
Enfurecido, Ícaro, hijo de Dédalo se levanto de su lugar.
-¡¿Cómo te atreves a crear esa blasfemia contra el hombre?!...- Dijo golpeando el grabado de la mesa.-…¡¿Acaso no vez las consecuencias de tu estúpida invención?!, ¡¿Qué has hecho?!-
Damocles y Sísifo, al igual que Orfeo guardaron silencio ante los reclamos del hijo; desesperado, Ícaro golpeó a su padre al ver que sus palabras no cambiaban su expresión.
-¡Ya basta Ícaro!- Exclamo Sísifo

-¿Por qué? ¿Acaso se te olvido lo que paso con Asterión, a como le encerró en Creta? ¡Y ahora lo ha hecho con el hombre, tratándolo como un animal que debe de encerrarse, no es un laberinto, es una prisión!-
-¿Por qué lo hiciste Dédalo?- le preguntó Damocles decepcionado.
-Pensé que de esa forma, el hombre se vería obligado a trascender en su inteligencia, pero se perdió en el laberinto de imágenes y letras- Susurró desconsolado.
-Por tu culpa Dédalo, ahora el hombre se encuentra perdido no en un laberinto, sino en una prisión de percepciones- Le dijo Sísifo.
-¡No solo eso!, el hombre se ha separado de si mismo, ahora persigue avaramente imágenes y objetos que no le sirven, ha dejado de lado sus sueños e ilusiones de antaño- le reprimió de nuevo Ícaro.
-El problema es como le sacamos de allí, ya ha pasado demasiado tiempo en el laberinto- mencionó Damocles observando el grabado de la mesa.
-Ya es demasiado tarde, ya no somos capaces de salvarlo-
Era la primera vez que Orfeo hablaba en la noche; sin embargo, su el frio comentario era el espejo de la realidad. Durante años sin supervisión el hombre había recorrido aquel laberinto incontables veces sin encontrar su salida, en cambio se adiestro a el, aprendió a vivir en el, a vivir sin su libertad.
-¿A que te refieres Orfeo?- Le preguntó Sísifo.
Orfeo pensó por un momento observando el grabado en la mesa, y dijo:
-Hace mucho que el hombre anda solo en su existencia, nosotros ya no tenemos nada que ver en ello, sin embargo tu Dédalo, tan impotente no pudiste dejar su existencia intacta y por lo tanto, para recordarte a ti mismo creaste este laberinto; para nuestra mala suerte, eres el mas inteligente de nosotros y creaste un laberinto que sin darse cuenta se volvió en una agradable prisión, ahora el hombre se ha separado de si mismo, ya no habla para progresar, ya no persigue sus sueños; perdió su capacidad de trascender debido a tu inteligencia e impotencia, de la nada, condenaste a la humanidad sin pensar…-El silencio reino por unos instantes-…lo peor es que no te detuve aun cuando vi las señales, solo dejé que sucediera-
Se miraron entre ellos.
-¿Entonces que sugieres Orfeo?, ¿dejarlo morir allí?- Pregunto Damocles.

-No podemos hacer nada; si actuamos empeoraremos las cosas, el hombre debe de salir de allí por su propia cuenta, Dédalo le puso en el laberinto, pero fue el quien decidió quedarse en él- murmuró.
-¿Crees que sea capaz de escapar por si mismo?- Le preguntó Ícaro.
-¿Quien sabe? Tal vez si, o tal vez no, depende de él, de cuanto quiera mentirse a si mismo-
-¿Acaso sabes como salir del laberinto?- Preguntó Dédalo.
-No, pero me lo imagino…-Orfeo observaba como el hombre seguía correteando en el grabado de la mesa-…supongo que tendrá que hacer lo que yo hice para poder liberarse, mirar atrás y ver lo que perdió al entrar en la prisión…-

Juan Sebastián Granados Rodríguez*

Estudiante de comunicación social-USTA

Redactor Sección LiterArte

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea) octubre de 2018 No. 8

 

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