Luis Antonio Merchán Parra*
Los Funerales de la Mamá Grande, aunque escrito en los 50 aparece publicado en 1962 en una edición reducida de 2000 ejemplares. Recoge el título del último cuento de ellos, el cual no se ha podido circunscribir plenamente en lo que es cuento como tal o novela corta. Se compone de ocho cuentos que hacen parte de un mismo contexto y que fijan el rumbo que va a tomar la literatura de nuestro escritor, por cuanto plantean el marco, tanto espacial, como estructural y de estilo que va a dar origen a Cien años de soledad, su obra más leída.
Dentro de dicho libro se encuentra nuestro cuento en cuestión, “La prodigiosa tarde de Baltazar”, que se halla ubicado como el quinto de ellos. ¿Qué función desempeña este cuento en la narrativa de García Márquez? ¿Cómo se engrana en el libro al cual pertenece? ¿Cuáles son las características fundamentales de éste? Son estos los interrogantes que abordaremos a lo largo del presente escrito, con la pretensión de mostrar que, aunque sencillo en su tema y estructura, esta narración permite dilucidar muchos de los elementos que este escritor asume como fundamentales en sus obras.
El cuento “La prodigiosa tarde de Baltazar”
El cuento trata de un personaje que demora dos semanas en construir una jaula. Pone tal esmero en ella, que al finalizar se convierte en el centro de atracción del pueblo por ser “la más bella del mundo”, hasta tal punto que el médico desea comprarla, pero su artífice decide que pertenece sólo a quien se la ha encargado: Pepe, un niño “de unos doce años” e hijo de Chepe Montiel, el hombre rico del pueblo. Al entregársela a su dueño, los padres de éste no quien recibirla, pero Baltazar insiste en que le pertenece a Pepe y se marcha del lugar. Posteriormente, celebra el hecho en el billar del pueblo, convenciendo a la gente de que la ha vendido por buen precio; decide quedarse hasta el amanecer, embriagándose y gastando todo su dinero, sintiendo el sabor del triunfo, hasta quedarse dormido en la calle, donde las mujeres al verlo a la mañana siguiente creen que está muerto.
Inicia con una frase que ya centra la atención sobre el elemento central de la primera parte del cuento: “La jaula estaba terminada”. Igualmente en ese mismo párrafo ya se comienza con una serie de situaciones a manera de exageración que van creando el ambiente para el relato. Aquí llama la atención cómo logra manejar el enfoque en esa primera frase, utilizando la técnica cinematográfica del primer plano.
La manera como está narrado, la poca descripción de la jaula y la curiosidad que genera en toda la población, van determinando en el cuento una intensidad cada vez mayor y despertando en el lector una ansiedad por saber de dicha jaula. Tan sólo hasta unas páginas después se nos dan unas características más: una jaula grande para una pareja de turpiales que ha encargado el hijo de Chepe Montiel, hecha con alambre, soldada por dentro y por fuera, con cúpula. Las descripciones de todos los demás elementos que aparecen en el cuento son apenas lo que el narrador considera necesario. Igualmente del mundo interior de los personajes es apenas escaso lo que se dice.
Se va creando toda una solemnidad en torno a la jaula, de modo que cuando Baltazar la lleva a su dueño, lo sigue la gente y él va pulcro en su aspecto personal. Pero finalmente, toda esa tensión decrece ante la reacción del padre de Pepe, quien desacraliza la jaula y la vuelve a su realidad. Culmina el cuento desplazando la atención que se ha puesto sobre la jaula hacia el personaje principal, con la expresión de felicidad y celebración que realiza éste, olvidándose por una tarde de lo que ha sido su vida hasta el momento.
Percibimos, pues, dos características fundamentales en el estilo de García Márquez: su notable imaginación, la descripción de la realidad social y una cierta ironía en algunos momentos del relato. En cuanto a lo segundo, se percibe la estratificación social de una población que perfectamente representa a cualquier población latinoamericana. Presenta una oposición entre los dos sectores que se están mostrando: “nunca se sintió bien entre los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas, en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un sentimiento de piedad. Cuando entraba en sus casas no podía moverse sin arrastrar los pies” (p. 73). Igualmente se percibe esto cuando el doctor desea llevarse la jaula creyendo que puede disponer como él desee (p. 70). Mientras que todos están preocupados por lo que cuesta la jaula, Baltazar ni siquiera demuestra darle importancia a su valor, hasta el punto de darse la libertad de regalarla (no cabe duda que en este aspecto García Márquez demuestra la libertad de imaginación para manipular la situación y un humor que raya en la ironía). Igualmente, toda la descripción que se hace de la jaula enfatiza este aspecto imaginativo desde la utilización de la hipérbole: “era la jaula más bella del mundo” (p. 67, en dos ocasiones), “es la jaula más grande que he visto en mi vida” (p. 68), “aquella jaula era superior a su propio prestigio, y mucho más bella de lo que había soñado jamás para su mujer” (p. 70), “bastará con colgarla entre los árboles para que cante sola” (p. 70), “es el alambre más resistente que se puede encontrar” (p. 70), “no quiso abandonar el sueño más feliz de su vida” (p. 78).
La relación de Baltazar con los demás personajes es lo que va manifestando su mundo interior, caracterizado por una especie de soledad interior, a pesar de que, como se decía anteriormente, no se dice mucho al respecto por parte del autor. Igualmente, es la admiración por parte del pueblo la que permite entender las cualidades artísticas de Baltazar, aunque no se haga mucha referencia a ello.
Por otra parte, percibimos la presencia de un narrador omnisciente, en tercera persona, que posee el dominio de lo que sucede, p.e.: “tenía […] una expresión general de muchacho asustado. Pero era una expresión falsa” (p. 65).
El libro Los funerales de la Mamá Grande
John William Benson (1977) clasifica “La prodigiosa tarde de Baltazar” dentro de lo que denomina los relatos de conjunción, en donde “aparece un ser, un objeto o un hecho extraordinario que, después de sufrir varias agresiones, se afirma y establece una nueva realidad, creada por él. Una vez lograda ésta, el ser u objeto extraordinario desaparece tan abruptamente como llegó y completa así el círculo, o sea, la conjunción” (Benson, 1977, pp. 174-175). A este tipo de relatos enmarca “Un señor muy viejo con alas enormes”, “El mar del tiempo perdido”, “El ahogado más hermoso del mundo”, “Muerte constante más allá del amor”, “El último viaje del buque fantasma”, “Blacamán el buen vendedor de milagros”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada”, que corresponden al libro publicado en 1972 y que lleva el mismo nombre de este último cuento; y, por supuesto, también pertenecen a este tipo de cuentos el cuarto y el último cuentos de Los funerales de la Mamá Grande.
En este tipo de relatos hay unas características que son fundamentales y constantes. En el cuento en cuestión, se da un descubrimiento de algo extraordinario, que es la manera como está hecha la jaula, por su belleza y perfección, mientras que en Los funerales de la Mamá Grande lo extraordinario es la muerte de la corpulenta matrona; generalmente la ubicación de ese hecho se da manera precisa, como sucede en éste último, pero en el cuento de Baltazar se deja un marco ambiguo y reducido a lo mínimo. A partir de ello se da una difusión de la noticia [1], una investigación y vigilancia del hecho [2], surge una especie de oposición al suceso extraordinario que se da desde la agresión y el fracaso [3], una desaparición de eso que tanto llamó la atención y, finalmente, se presenta una aceptación y establecimiento de una nueva realidad [4]. Benson ubica los demás cuentos de este libro dentro de la clasificación que él llama “de transición”, pues piensa que hay una doble fuerza en la que se mueven los personajes, que no los logra dividir totalmente, pero que tampoco se logra dar una total conjunción del yo.
Como se había dicho en la introducción, el libro, en general, ya nos presenta el espacio bajo el que el autor preferirá en muchos de sus cuentos y que van prefigurando a Cien años de soledad, en especial porque refleja a “Macondo o los agobiantes pueblos del Caribe que alimentaron su infancia” (Collazos, 1983, p. 75) y en el que la atmósfera que crea es de un permanente “calor sofocante”. En Los funerales de la Mamá Grande se percibe precisamente la presencia de este pueblo que ha sido una constante en García Márquez a través de sus escritos, desde La hojarasca hasta Cien años de soledad [5]. Dicho pueblo refleja la soledad y el abandono que han llegado después de la efímera prosperidad que produjo la industria bananera. Es, pues, un pueblo que ha sumido en el olvido, casi que aislado del resto del país. No obstante, es en el último cuento en donde este carácter se pierde y García Márquez nos muestra una población que todos re-conocen y a donde acuden gracias a la presencia de un personaje que se convierte en una figura de gran valoración y estima por parte de figuras importantes en la vida cotidiana mundial. Incluso hay una mezcla de localismo y universalismo y de observación de la realidad social.
Para su autor, Los funerales de la Mamá Grande están “inspirados en la realidad de Colombia, y su estructura racionalista está determinada por la naturaleza del tema. (…) Constituyen un tipo de literatura premeditada, que ofrece una visión un tanto estática y excluyente de la realidad” (Swanson, 1991, p. 22). En él García Márquez plantea un nuevo uso del humor y de la hipérbole, al exagerar de manera cómica ciertos elementos, cuya pretensión es la de satirizar la situación de nuestras poblaciones al ofrecer una “visión en gran escala del problema del caciquismo o de la influencia de las oligarquías rurales en América Latina, una proyección del posible futuro fallecimiento de tal sistema y una ridiculización de tales caciques cuyas sórdidas pretensiones de poder no tienen ningún alcance mundial” (p. 26).
Pero no solamente el espacio es el que se va haciendo constante, sino que va introduciendo temas, personajes y situaciones recurrentes que a lo largo de sus escritos irán apareciendo una y otra vez enriquecidos cada vez más con la depuración de su estilo, “como si se divirtiera armando y desarmando las piezas de lo que será un gigantesco puzzle, las introduce a su antojo en novelas y relatos breves, probándose a sí mismo o insinuando a los lectores que en cualquier momento formarán parte de un cuerpo mucho más vasto y ambicioso” (Collazos, 1983, p. 83).
Todos estos cuentos son reiterativos en el tema de la soledad en medio de la rutina de un pueblo, como la característica que acompaña la psicología de sus personajes y que los lleva a tomar ciertas determinaciones frente a su vida. Igualmente llama la atención que en algunos de los relatos pareciera que la anécdota no posee tanta relevancia como la que le da a la minuciosidad de los detalles, pero realizada de una manera muy desapercibida y una nitidez tal que imitara un guión cinematográfico [6].
La literatura de Gabriel García Márquez
Todos los anteriores elementos no son un conjunto de situaciones aisladas, presentadas tan sólo en el cuento al que hemos venido haciendo referencia o a la obra a la que pertenecen como libro, sino que forman parte de todo un estilo que fue definiendo García Márquez a lo largo de sus obras y que fue delineando con el cuidado de una obra de arte, demostrando que “en sus narraciones se entretejen en coherente unidad un estilo preciso en su espléndida riqueza, una tonalidad lúdica y aparentemente desenfadada y la configuración de una realidad maravillosa, sorprendente por su desmesura, conciliada con la naturalidad de su presentación; en ellas sus solitarios personajes se engrandecen hasta alcanzar dimensiones míticas y el ámbito de la naturaleza queda plasmado con grandiosidad hiperbolizada” (Villanueva, 1991, p. 288).
Juan Manuel Marcos (1986) plantea cómo desde la década de los sesenta América decide buscar las raíces de sí misma y encontrar un lazo de hermandad entre las distintas naciones que la componen. “Una rica tradición de relatos sociales, ensayos utopistas y poesía humanitaria iba a salir a dialogar con las más prestigiosas y traducidas de las demás lenguas extranjeras por esa ventana cosmopolita [Argentina]” (p. 13). Precisamente en esa misma década se dan con gran fuerza una serie de acontecimientos en nuestro continente que hace que surja una literatura que intente reflejar esa situación social y que diera lugar a la esperanza. No obstante, dicho autor califica la obra de García Márquez como una “obra pesimista [que] produce la sensación de que la realidad social de América Latina no puede ser cambiada; más bien la describe, aunque desde el ángulo de un testigo sensible y solidario, como una estructura petrificada e inmutable, sancionada para siempre con la frustración histórica, el fracaso político y la desesperación del individuo” (p. 16).
A pesar de lo anterior, podemos afirmar que sus textos poseen una gran carga imaginativa y humorística y desde allí es que pretende mostrar nuestra realidad social que caracteriza por la marcada diferenciación de las clases sociales. Intenta, igualmente, mostrar la experiencia trágica de la soledad a la que se ve abocado el ser humano, como una constante en su vida, más que como un simple suceso pasajero; es lo que determina la forma de ser, de pensar y de asumir la vida de sus personajes. Su trato humorístico e irónico permite que el lector no asuma una posición de rechazo frente a la realidad que desea mostrar, sino que esto permite la asimilación todos aquellos aspectos de la existencia que en sus obras presenta. “El humor que le es personal surge siempre de lo hiperbólico. De ahí que sea un humor gráfico y directo, perceptible con la imagen misma. Dijérase que es un humor que se capta en la frase, mana en cada exageración y con ella se agota” (Mejía, 1970, 26).
Una de sus primeras fuentes, que recibe de su ámbito familiar, es la tradición oral, que él la va convirtiendo en un proceso de esmerado cuidado “caracterizado por su rigor enunciativo, por el desengolamiento y la elaborada naturalidad expresiva” (Villanueva, 1991, p. 288). Él mismo sostiene que las raíces de su estilo se las brindó su abuela al contarle de manera lógica y natural una serie de historias ilógicas y fantásticas [7].
Otro de los elementos fundamentales que se haya presente en sus obras son los momentos críticos de la historia colombiana, desde la masacre de las bananeras en 1928 hasta los hechos sucedidos entre la década del 40 y la década del 60 con la violencia originada por la oposición y rivalidad entre los seguidores de los dos partidos políticos del momento. Aunque no en todos los cuentos se encuentra latente este elemento, sí hay una especie de violencia de fondo en muchos de sus escritos.
Llama la atención cómo García Márquez logra elaborar un estilo propio de entre toda una serie de elementos que van dejando huella en su manera de ver la realidad desde la creación literaria. Sabe asimilarlos, guardar distancia y reelaborarlos desde su propia perspectiva. Cabe resaltar en este punto la influencia de sus amigos del Grupo de Barranquilla, quienes le estimularon a la lectura de escritores modernos (Kafka, Faulkner, Virginia Woolf, Dos Passos, Joyce, Hemingway) y a la discusión de sus obras. Resaltamos que comparte con Faulkner elementos que se encuentran presentes en nuestro cuento [8]: el tema del hombre solitario en medio de una comunidad en particular que se va dejando dilucidar poco a poco, el trasfondo fatalista, el manejo del tiempo en el que se muestra un presente determinado por el pasado, manifestado en pequeños flashbacks; personajes que se entrecruzan y narraciones que se relacionan que ofrecen una visión desde distintos ángulos de la comunidad en que se encuentran.
Referencias
[1] En “La prodigiosa tarde de Baltazar” se realiza oralmente y en Los funerales de la Mamá Grande a través de ediciones extraordinarias de periódicos capitalinos.
[2] Vemos que en los dos cuentos se hace de manera inmediata y que se realiza por parte de todo el pueblo, y en el de Baltazar participan especialmente los niños.
[3] En “La prodigiosa tarde de Baltazar” se da en el fracaso que experimenta el doctor Giraldo al querer comprar la jaula y en la agresión que manifiesta Montiel. En Los funerales de la Mamá Grande esto se da a través de la ilusión inmortal de los habitantes del pueblo por este personaje y la agresión se percibe en la alteración del orden público al buscar la posibilidad jurídica de la presencia del presidente en los funerales.
[4] En “La prodigiosa tarde de Baltazar” surge la nueva situación de Baltazar, incluso el efecto de cinematográfico de primer plano se desplaza a él, y en Los funerales de la Mamá Grande todo la descripción de lo que había sido su vida y su muerte pasa a centrarse en el funeral mismo.
[5] Haciendo referencia a la intertextualidad de Gabriel García Márquez con Faulkner, Javier Mejía Duque realiza un interesante estudio acerca de lo que Macondo significa en el desarrollo de su escritura y el valor que dicho pueblo posee en el Caribe colombiano.
[6] “Ahora […] me doy cuenta de lo que son las soluciones literarias y las soluciones visuales o cinematográficas y me doy cuenta de que todos mis trabajos anteriores a Cien años son cine” (Gabriel García Márquez, en Frish, 1993, p. 158). Muy posiblemente esta manera recurrente de García Márquez la recibió de sus estudios en Roma, en uno de sus intereses particulares, como lo es el cine y la televisión, ya que cuando estuvo allí aprovechó para estudiar en el “Centro Sperimentale de Cinematografia”
[7] “No sorprende que la infancia en el pueblo rural de Aracataca, cuando el joven Gabriel devoraba los cuentos de sus abuelos maternos basados maternos basados en mitos, leyendas y anécdotas locales, vino a ser la influencia fundamental en el estilo literario del futuro escritor”, (Swanson, 1991, p. 10).
[8] El mismo García Márquez sugiere la importancia que le da a Faulkner en su obra autobiográfica Vivir para contarla (2002 pp. 140, 484, 504). Igualmente, Mark Frish plantea un interesante análisis de la influencia fulkneriana en nuestro escritor, determinando las obras con las que se da esta intertextualidad.
Bibliografía
Benson, John William (1983). Estructura de los cuentos de García Márquez. Wisconsin: University Microfilms International. Tesis de P. H. D. en The University of Wisconsin-Madison, 1977.
Collazos, Oscar (1983). García Márquez: la soledad y la gloria. Barcelona: Plaza y Janes, S.A. pp. 74 - 89.
Frish, Mark (1993). William Faulkner: su influencia en la literatura hispanoamericana. Argentina: Editorial Corregidor.
García Márquez, Gabriel (2004). Los funerales de la Mamá Grande. Bogotá: Norma.
----- (2004). Los funerales de la Mamá Grande. Bogotá: Norma.
----- (2002). Vivir para contarla. Bogotá: Norma.
García Ramos, Juan-Manuel (1984). Imaginario de Gabriel García Márquez. Santa Cruz de Tenerife: Liminar.
García Usta, Jorge (1995). Cómo aprendió a escribir García Márquez. Medellín, Editorial Lealon.
Marcos, Juan Manuel (1986). De García Márquez al Postboom. Madrid: Editorial Orígenes. pp. 7 - 20.
Mejía Duque, Jaime (1970). Mito y realidad en Gabriel García Márquez. Bogotá: Editorial Prisma.
Peralta Gómez, Andrés (2000). Los funerales de la Mamá Grande: análisis literario. Bogotá: Editorial Esquilo.
Rodríguez Vergara, Isabel (1991). El mundo satírico de Gabriel García Márquez. Madrid: Editorial Pliegos.
Swanson, Philip (1991). Cómo leer a Gabriel García Márquez. Barcelona: Editorial Júcar.
Varios (1969). 9 asedios a García Márquez. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, S.A.
Villanueva, Darío y José Ma. Viña Liste (1991). Trayectoria de la novela hispanoamericana actual. Madrid: Espasa Calpe. pp 286 - 302.
Luis Antonio Merchán Parra*
Docente Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea)octubre de 2018 No. 8