David Avendaño Castro*
Recorro el mundo solitario carente de compasión, vagando sin rumbo alguno, con la nariz tapada y cansada de respirar el humo que me asesina, exhausto de esperar por una mano amiga y acostumbrado a ser pateado por la vida, con la esperanza de que por fin algún día, esta se aburra de verme sollozar.
Soy un perro como todos los demás, con la única diferencia de que por mi nadie se preocupa, tengo las patas llenas de dolor por cargar el peso de mis ganas de seguir viviendo, vago por calles sucias acostumbrado a aullarle al abandono. Vivo caminando entre rostros indiferentes en una sociedad superflua que se vanagloria de inteligencia, destruyéndose con bombas y sonrisas hipócritas, viviendo día a día de palabras vacías. Me consideran una mancha en la sociedad, aunque sigo aprendiendo diariamente del dolor de convivir con la humanidad, yo sin embargo, me considero un ser leal; mi amor es incondicional, y aunque muchas horas han pasado siendo yo mi única compañía, quisiera solo por un momento no sentirme despreciado en estos días grises y con madrugadas tan frías como la clemencia humana. Algunas veces sueño que estoy lejos de todo, de los problemas, y de lo que para mí, manifiesta una incesante búsqueda de encontrar aquella mano tibia y sincera que me devuelva la esperanza de amar, pero por lo pronto, seguiré aullándole a esta tiranía.
David Avendaño Castro*
Estudiante de Diseño Gráfico
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea)octubre de 2018 No. 8