Un trueque de emociones

Sergio Andrés Gutiérrez Lopera*

Es miércoles, faltan 10 minutos para mediodía, el clima está frío y el cielo nublado como ha venido ocurriendo desde hace un par de semanas. – Seguramente lloverá –pensé.

– ¿Crees que hoy haya clase de Antropología? –le pregunto a Paula, mi compañera de estudio de la carrera, mientras subimos por las escaleras principales del edificio A de la Universidad Santo Tomás hacia el salón 304.

– No estoy segura –contesta con un gesto de duda– no veo a nadie del curso cerca. Es en ese instante que observamos únicamente a Daniel, Wicho, como le dicen, sentado en unos asientos ubicados cerca a la puerta del salón. Nos miramos con Paula en un gesto de gracia mientras pensamos lo mismo. – ¡No!, otro aún más perdido que nosotros –dice Paula mientras intercambiamos risas.
Nos acercamos a Wicho y, quitando los audífonos de sus oídos, nos extiende la mano para saludar de manera muy formal tanto a Paula como a mí.
– ¿Hoy no es el día del Eco – trueque? –le pregunto a Wicho casi que afirmando el hecho mientras me siento frente a él.
– Creería que sí –responde Wicho muy dudoso– ¿Trajeron ropa para la dinámica?
– En realidad no traje nada –contesto– la única ropa es la que traigo puesta.
– Yo olvidé traer el overol –responde Paula refiriéndose a una prenda que lleva semanas mencionando que quiere intercambiar– ¿Y tú? –pregunta dirigiéndose a Wicho.
– Nada. Sólo lo que traigo puesto también– bromea.
– ¿Vamos? –sugiere Paula. A lo que respondemos de manera consecuente asintiendo la cabeza y levantándonos.
Nos dirigimos hacia las escaleras del fondo del edificio para bajar tres pisos hacia el pasillo de la salida, en donde suponemos estaría ubicado el encuentro del eco – trueque, a la expectativa de que se realice en frente de las oficinas de bienestar. Llegamos al lugar, son las 12:00 del mediodía en punto y el primer acto que hacemos es observar al panorama para encontrar a la profesora Jenny.
El encuentro está recién empezando a recibir las prendas de los estudiantes que desean participar del mismo, y, voluntarios en éste, evalúan la calidad y el estado de lo que se dispone a truequear. Los voluntarios son en su mayoría mujeres, puesto a que como mencionó la profesora Jenny días atrás, ellas son un poco más metódicas y detallistas para poder revisar las prendas.
– ¡Hola muchachos!, ¿cómo están?, ¿si trajeron ropa para el eco – trueque? –pregunta la profesora Jenny enérgica y entusiasmadamente.
– ¡Hola profe! –responde Paula– yo olvidé traer un overol que quiero cambiar, pero no hay problema, yo vivo aquí no más cerca e iré a traerlo.
– ¿Qué tal profe? –saludo– en realidad no traje nada para poder intercambiar, pero me gustaría hacer parte del encuentro de alguna forma.
– No hay problema –dice la profesora hablando para Wicho, que estaba en mi misma situación, y para mí– Pueden acercarse por ahí en unos 40 minutos mientras comienza todo y así me ayudan a documentar el encuentro. Es más –continua la profesora– pueden realizar su crónica a partir de lo que aquí se haga –nos sugiere.
– No estaría mal –opino de lo dicho– entonces volvemos en 40 minutos, cerca de las 12:50 de la tarde.
– ¿Me acompañas a mí casa a traer la ropa? –me pregunta Paula.
– Claro, tenemos bastante tiempo, vamos– contestó.
***
Estamos en el apartamento de Paula, a una cuadra de distancia de la estación de Transmilenio de Marly, sobre la Av. Caracas. Son las 12:32 de la tarde y el lugar tiene un aroma especial pues Dña. Miriam, la madre de Paula, recién hizo almuerzo.
Paula se dispone a buscar en su habitación la ropa que llevará al eco – trueque mientras que doña Miriam me invita a sentarme en el sofá de la sala junto a Santiago, el hermano menor de Paula.
– ¿Quieren juguito de fresa? –nos pregunta– No, muy amable doña Miriam –le digo muy agradecido. – No ma’, gracias –replica Santiago.
Paula se acerca a la sala con un par de prendas en sus manos, pero no veo el overol que lleva tanto tiempo mencionando. – Llevaré esto –dice mientras muestra cada prenda individual estirando sus brazos. Dña. Miriam le ayuda a doblar la ropa mientras me cuenta: – Estas blusas las pidió mí hermana por revista, pero como no le quedaron, se las regaló a Paula. Es que mira nada más –dice mientras me muestra– el tamaño es muy pequeño.
– ¿Y el overol? –pregunto.
– No lo llevaré –responde Paula.
– ¿Por qué? –pregunto algo burlón.
– Me da algo de pesar intercambiarlo –menciona Paula– es muy lindo y me arrepentí, creo que aún puedo sacarle provecho –pues me había comentado anteriormente que ya le quedaba algo estrecho.
Dña. Miriam guarda las prendas en la maleta de Paula, dos jeans y dos blusas en muy buen estado. Sin más, nos despedimos y retomamos el camino hacia la universidad.

***
Estamos de vuelta en el encuentro y la cantidad de personas debió haberse triplicado con respecto a la que había cuando llegamos por primera vez. La ropa sobre las mesas de la organización es bastante, y una rocola que recibe CD’s ambienta el pasillo con su música. La energía del lugar es muy positiva y parece comenzar por la directora de la fundación que organiza esta experiencia: una mujer de aspecto llamativo y agradable, con un turbante que envuelve su cabello y grandes aretes que combinan con su chal.
Las personas parecen disfrutar del evento. Hay un ingreso abundante de ropa en excelente estado y la gente se impacienta porque faltan 12 minutos para la 1:00 de la tarde; hora en la que podrán comenzar a validar los tickets que reciben por sus prendas para realizar el intercambio por otras.
Paula entrega los dos jeans que son automáticamente puestos en zona de trueque, y las blusas, por la calidad de las mismas, son únicamente aceptadas para donación, por lo cual ella sólo tendría acceso a truequear dos prendas.
Estamos esperando con Paula a que sea la hora de intercambios y se acerca la profesora con su característico carisma.
– ¿Sabes hacer “en vivos” en Facebook? –me pregunta mientras sostiene una Tablet negra de su propiedad en sus manos.
– Pues no muy bien, pero puedo intentarlo –respondo.
– Ayúdame por favor a transmitir el encuentro –me dice– igualmente le resta 12% de batería por lo que no creo que dure mucho –menciona.
– Vale profe, no hay ningún problema –contesto.
– ¡Muchas gracias! –me dice mientras se aleja para dialogar con la directora de la fundación cerca de la rocola.
Tengo la tablet de la profesora en mis manos y me dispongo a ver en dónde tengo que picar para iniciar el Facebook Live. Encuentro la opción y me propongo a realizar la tarea. “Día del Eco – trueque - Universidad Santo Tomás” es la descripción que realizo para iniciar la transmisión.
Realizo tomas del encuentro tratando de documentar y comprender todos los elementos que hay en éste: las mesas, la rocola, la ropa, los voluntarios, la gente intercambiando, y los curiosos que se quedan para observar la dinámica.
– ¿Está transmitiendo? –me pregunta Sebastián, un compañero de la materia de Lógica de Programación mientras coloca su mano en mi hombro en son de saludo.
– Sí. Quedé de colaborarle a mi profesora realizando transmisión a través de Facebook de todo lo que está pasando –le comento.
– ¿En qué consiste todo esto? –pregunta una amiga de Sebastián que se encontraba con él.
– Se llama eco – trueque –le contesto– la dinámica del asunto está en traer toda aquella ropa, camisas, pantalones, chaquetas, etc; que ya no usas por cualquier motivo, e intercambiarlas por prendas de otras personas que traen su ropa por el mismo motivo –.
Sebastián trae consigo una bolsa en la cual carga dos camisetas que viene a truequear. Mientras él se halla entregando su ropa, me dirijo a buscar a Paula en la mesa donde está toda la ropa a intercambiar, todo mientras aún me encuentro transmitiendo.
– ¿Hay algo que te guste? –le digo.
– ¡Sí! –me dice mostrándome una blusa negra con diseño de pequeñas flores color rosa– me gustó esta blusa, creo que es muy de mí estilo, además, es talla XS.
– Está muy linda –afirmo– me gusta, se ve como algo que usarías –.
Han pasado alrededor de 5 minutos desde que comencé la transmisión, veo como hay un par de espectadores observando el Facebook Live, pero la señal del Wi-Fi está fallando, además de que la batería está en estado crítico. Procedo a finalizar la transmisión y la publico para que pueda ser vista por aquellos que no pudieron.
– ¿No vas a elegir otra prenda? –le digo a Paula.
– No creo, no veo algo más que me pueda llamar la atención por ahora –responde.
Son la 1:11 de la tarde, me detengo a observar mí alrededor. La rocola dejó de sonar y ahora hay un músico intérprete cantando boleros mientras toca la guitarra. La gente, tanto voluntarios como participantes parecen disfrutar la dinámica de la actividad, todos tienen sonrisas dibujadas en su rostro, y yo, sin saberlo, también me incluyo. A pesar de no haber traído ropa para intercambiar me siento parte de toda la movida. Veo a la profesora en la lejanía y me acerco junto con Paula para hacerle entrega de su tablet y asimismo platicar un poco de todo.
– ¡Profe, hola!, terminé la transmisión, la batería está muy baja ya –le digo.
– No hay ningún problema –me dice con agradecimiento– muchas gracias en serio, y muchas gracias muchachos por acompañarnos aquí y ser parte del encuentro –siguió– yo sé que me han tenido mucha paciencia pues por varios aspectos hemos tenido que aplazar algunas clases –dice apenada.
– Entendemos perfectamente profe, y no hay ningún lío –dice Paula– está súper todo esto –. – Intercambié una blusa, pero sólo una –añade.
– En caso tal de que quieras redimir la otra prenda que aún te queda por intercambiar puedes acercarte a la fundación –dice la profesora Jenny– ahí en la tarjeta que tienes está la dirección.
– Muy amable profe, muchas gracias –dice Paula– creo que ahora sí nos retiramos –.
– Está bien chicos, les agradezco mucho su compromiso con estar aquí y su comprensión con lo otro, tengan una buena tarde –despide la profesora con una gran sonrisa.
Nos estamos marchando, la sensación al salir es satisfactoria. – Éste tipo de actividades son realmente bonitas –pensé– la gente no sólo compartió e intercambió sus prendas, sino también su buena actitud, sus sonrisas al elegir la ropa que querían, sus miradas te agradecimiento con los voluntarios –. Fue, en efecto, una hora movida y gratificante. 1:21 de la tarde, estamos saliendo de la universidad. El tiempo es soleado y parece ser que el día abrió sin si quiera haber lloviznado.

Sergio Andrés Gutiérrez Lopera*
Estudiante de Ingeniería Ambiental
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) abril de 2019 No. 10

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