El punto rojo

Viviana Stefania Avellaneda Vargas*

Viviana quién es menor de edad y en corto periodo de tiempo tiene que modificar su estilo de vida por completo, encontró la seguridad y valentía que le hacía falta después de haber cometido tantos errores a causa de la incertidumbre y su soledad, en un solo ángel, Luciana.

 Es impredecible todo lo que proviene de esa mente tan curiosa. Muy pocas veces en la vida nos encontramos con la oportunidad de conocer gente que te hace cuestionarte respecto a lo que realmente consideras “vida”. Fue sencillo para mí subestimar las llamadas “señales”, pues mi fe estaba agotada en un mundo de creyentes. La gente suele tener un concepto bastante errado de lo que es amistad e incluso amor, pero para ese preciso momento, yo ya tenía bastante claro su significado y comprendía que era escaso en la realidad tan ambigua que todos estamos viviendo.

Me encontraba siendo una más entre ellos, que caminan sin detallar demasiado, sin querer encontrar significados o incluso razones para detenerse y admirar lo que vale la pena, el tiempo y la espera. En la Universidad todo se puede esperar, un día eres parte de un grupo entero, un alguien importante con voz y voto, pero luego puedes ser otro más, uno que va solo sin querer cruzarse con nadie.

En la inducción de mi primer semestre, -julio del 2018 para ser exactos-, me encontraba con cinco personas bastante diferentes entre ellas, llena de pensamientos que se apoderaban de mis ganas de dormir, comer o caminar, sin embargo, entre las conversaciones vacías y poco discretas de las cuales me rehusaba a ser una partícipe directa, una de ellas demostraba no ser tan hueca, incluso tenía el nombre más hermoso que había oído hasta entonces, y yo oía muchos nombres: Luciana.

Noté entonces la forma en la que miraba a las personas, la forma en que su voz tenía el poder de calmarte, como sus abrazos eran cálidos y entonces me intrigó, a pesar de que estaba acostumbrada a omitir todo, empecé a detallarla. Fue cuestión de tiempo, como era de esperarse, para que mi paciencia llegara a su límite, y entonces me quebré, 16 años, sola, iniciando una aparente vida nueva que era solo una pantalla para ocultar temores y dolores. Estaba en los pasillos del primer piso fingiendo que los patéticos chistes de ese grupo de personas me causaban alguna gracia, hasta que por impulso me acerqué a ella, la niña que estuve admirando durante varias clases.

-Luci… ¿te puedo contar algo? - le dije nerviosa intentado tomar confianza.
-Sí Vivi, dime- me respondió dulcemente.
-Pero aquí no, en la terraza- respondí con el corazón en la boca.

No imaginaba a lo que esa pregunta tan simple me conduciría. Esa mañana no fue lo mismo que hacía 3 meses, me liberé contándole lo rota que estaba por dentro, lo sola que estaba y lo dañada que me sentía, no me sorprendió la forma tan empática y cortés con la que ella me habló, podría jurar sin temor a equivocarme que esa niña tenía pureza en su boca, pues cada palabra que me dijo, me hizo sentir en casa incluso careciendo de una.

Después de ese día tan significativo para mí, no cambiaron muchas cosas, seguíamos siendo un grupo en el que cada una le daba prioridad a distintas situaciones, pero solo ella y yo sabíamos lo que yo sentía después de cada día en la Universidad. Una noche cualquiera, todas las razones por las que debía ocultar como me sentía, salieron a la luz, dejándome quebrada, jamás podría olvidar la forma en la que me sentí, fue casi como un shock que no se detenía, me faltaba el aire y no podía gritar, no tenía con quién hablar, entonces le escribí a ella, quién, para mi sorpresa, respondió al instante, le escribí de una forma tan particular que en ese momento aseguró con tranquilidad que ella lo llegó a sentir, ese miedo que yo estaba reflejando en mis ojos cada día y la forma en que me expresé en esos mensajes.

-Entonces es por eso que te duele tanto-me escribió después de contarle todo lo que me abrumaba esa precisa noche.
-Así es, lo único que pido es un abrazo.-Le respondí.
-Tú no estás sola, busca el significado de tu nombre, tú eres eso, tú vales más que eso- Recalcó.

Después de ese mensaje hice exactamente lo que ella me pidió que hiciera y busqué el significado de mi nombre, hallando algo que cambiaría mi noche, “el amor es para las mujeres que llevan el nombre de Viviana la parte más importante de su vida. Tiene mucho amor para dar, son románticas y apasionadas, y cuando encuentren a la persona con la que querrán pasar el resto de su existencia lo sabrán enseguida y lo harán saber” me sentí abrazada incluso sin que estuviese presente, realmente había encontrado paz por esa noche.

Lo que vino posterior a esa noche fue para cambiarlo todo. Luciana y yo empezamos a pasar más tiempo juntas, ellos nos habían excluido, pero no se dieron cuenta que lo que nos estaban haciendo realmente era un favor, nos ayudaron a encontrarnos. Nos convertimos en dos, una para la otra sin importar qué, si en ese momento tenía una razón para llegar a las clases era para saber que la vería y que podríamos charlar. Compartíamos música, gustos, tardes, sueños, aunque para mí aún era desconocido el origen de un ser tan espiritualmente irrepetible, para tener un corazón tan puro que era casi impenetrable, puesto que aunque ella ya había conocido de mis peores días y pensamientos; yo aún no interpretaba cuál era ese dolor o ese “pero” que todos tenemos.

Mientras más pasaba el semestre, menos tiempo estábamos separadas, la biblioteca de la Universidad se había convertido en nuestro lugar, cada día había algo nuevo por descubrir de la otra. Matemáticas era de nuestras materias favoritas, nos encantaba compartirla juntas. El día del primer parcial, las cosas no salieron como Luci estaba esperando, entonces entró en frustración, lo que hizo que me cuestionara de una forma que no lo había hecho antes, empecé a conocer sus debilidades. Debido a que durante todo ese tiempo había sido ella la experta en las palabras sabias que me reconfortaban en cada momento que me caía, fue entonces cuando sentí que debía ser yo quien tomara esa posición, me sentí frágil y no entendía cómo alguien como yo podría merecer alguien como ella, que sin importar lo trágica que pudiesen ser las circunstancias, sabría cómo responder.

-Me siento una tonta, ¡no puedo creer que me haya ido así!- me dijo llena de impotencia y llanto.
-Eres de las más inteligentes de la clase, no digas eso- respondí temerosa, sabiendo que mi intento de respuesta era tonta.
-Sí fuese así no lo habría perdido- dijo molesta. Ahí empecé a notar lo terca que era para reconocer lo inteligente que en realidad era.
-No, lo que tú sabes no se vale por una nota en un día en el que tu cabecita se distrajo y te traicionó, cree en ti y en mí, en el próximo te irá mejor- le dije sonriendo.

Luciana y yo ya nos habíamos convertido en compañeras de vida en la Universidad, de nuestros pasatiempos favoritos juntas era ir al gimnasio, recobrando la fortaleza que nos había arrebatado, convirtiendo el tiempo libre en nuestro. Allí surgían las mejores historias, las anécdotas más divertidas y relevantes acerca de la otra.

-¿El momento más vergonzoso de tu vida?- me preguntó curiosa mientras estábamos en las caminadoras.
-Es difícil escoger solo uno…- le dije y nos soltamos a reír juntas.

Para ella era muy fácil entrar en un ambiente y encajar en las conversaciones, lo que para mí nunca fue tan sencillo, era de las personas que resaltaban en las demás, hasta nos hicimos íntimas amigas de nuestro entrenador del gimnasio. Cuando tuve una relación con un muchacho, siempre estuvo ahí, después de que todo terminó mal. A pesar de nuestras diferencias en gustos y preferencias, Luciana sabía entenderme, sabía que quería y cuando, llegó al punto de irse contra sus principios por mí. Yo llevaba cometiendo muchos errores en lo poco que llevaba de ese semestre, muchos de los que ella no estaba enterada. Una tarde de sábado de octubre, le comenté que a su niña le habían roto la seguridad y el alma con unas cuantas palabras, sin pensarlo dos veces me dijo que estaría en mi casa para esa noche.

-Salgamos, me cuentas y sí tienes que llorar lo haces, al fin y al cabo para eso estamos-dijo en cuanto llegó a mi casa.
-Está bien, gracias por estar aquí ahora-le respondí.
Caminamos hacia una de sus calles favoritas en la ciudad, la 82, en busca de una malteada o cualquier cosa que nos curara el alma, sin embargo, éramos dos jóvenes dañadas sin horario de llegada y preocupación por el después, así que nos dejamos llevar por un letrero llamativo que vimos en un bar, Colombian Pub.
-Dos por uno en cócteles…-me dijo y soltamos una sarcástica carcajada, porque ella era consciente de lo que me pasaba con el alcohol.
-Terminé con mi novio hoy, uno para cada una sólo por diversión-le dije de forma sagaz, ella procedió a responder con una sonrisa que indicaba concordancia.

Efectivamente nos dejaron ingresar, pues lo dudamos porque yo seguía siendo menor de edad para entonces. Como era de esperarse se convirtieron en más de dos por esa noche. Para ser honestas, lo que hicimos fue demasiado irresponsable, esa fue una de las ocasiones en las que ella me hizo entender el poder de Dios, esa conciencia que me faltaba. Dos adolescentes sin presuntamente nada que temer, en un bar, bailando con desconocidos, jugando a las audaces, terminaron por llorar en el baño de aquel lugar. Jamás la había visto tan mal, supe que fue ese el momento en el que yo debía hablar sin filtros.

-Me arrepiento de todo, me fallé, les fallé, todo porque no he aprendido a olvidar ni dejar de sentir rencor-le dije melancólica a punto de llorar, detallando mis mayores errores.
-Quiero que entiendas que tú eres más que eso, no importa cuántas veces caíste ahí, lo que realmente importa es que estás aquí, afrontando todo lo que alguna vez te destruyó dejando esas secuelas pero que aun así sigues teniendo el corazón más puro que jamás vi-me dijo, en ese momento sentí como mi alma fue abrazada.

Era increíble que alguien tan errada de conceptos relevantes de la vida como yo, fuese vista como “luz” para el ser más resplandeciente de esa Universidad tan opaca. Afortunadamente nada pasó a mayores, la noche y la vida se pusieron de acuerdo para que ambas llegáramos a nuestras camas sin rasguños ni dolores nuevos a los ya existentes.

Nunca olvidaré la noche más elocuente que tuvimos en ese semestre, ambas estábamos dañadas del corazón, estresadas, ese jueves por la noche debíamos estudiar para el segundo parcial de microeconomía y nuestra actitud estaba más abajo del suelo. Después de resignarnos e ir por un café a nuestra mesa en ese Juan Valdez, ella habló, me dijo todo lo que ocultaba, todo lo que nadie podría saber porque tan solo recordarlo ya era hacerse daño hacía ella misma, noté el temor que tenía por hablar, pero le di la seguridad de que yo jamás sería capaz de juzgarla.

-Me duele Vivi, me duele lo que pasó, me duele que no les importé, me duele que eso me persiga-me decía mientras su mejillas se humedecían con cada palabra.
-Luci, ¿sabes qué creo?, que las mejores personas son para las que peores cosas han tenido que pasar, y sí, es un asco, me da impotencia tan solo pensar que, si el llamado destino es real, tenga que ser tan injusto con los ángeles como tú, porque ¿sabes? Tú me salvaste.
-Eres la única a la que le cuento todo esto después de mucho tiempo, por favor, no me defraudes-susurró.
Entonces supe que ella me estaba entregando algo más que su amistad, su persona, a mí, que creía que a ese punto ya no podría ser amada.

Pasaron unos 70 minutos, entonces fuimos a mi casa a hacer catarsis, como ella lo llamaba, desahogarse llorando en presencia de la otra, algo muy nuestro.

-Amo mi ventana porque me permite ver la noche, a pesar de que estoy sola me siento acompañada viendo todo- le comenté.
-Cuando te vayas a vacaciones quiero que mires la luna y te acuerdes de mí porque después de todo estaremos viendo la misma luna- me dijo con la voz quebrada que ya se apoderaba de ella.
-Te amo hasta el punto rojo- le dije, pues para ese momento ella ya conocía lo que eso significaba para mí.

Pasaron los meses y se sintieron como unos cuantos minutos, aprendimos a curarnos, a superar las cosas efímeras, pero aprender de ellas, a disfrutar el tiempo con la otra y hacer que el tiempo alejadas valiera la espera, ninguna se sintió sola porque la otra no lo permitía.

Luciana sabía que mi número favorito era el dos, porque las cosas de dos son perfectas, ya que a pesar de la gente que llegaba y se iba (porque fue un semestre bastante dramático), al final estábamos ella y yo.

-Eres lo mejor que me pasó este asco de 2018, no sé qué habría sido de mi sin ti, gracias-le dije en una conversación remota, de esas entre pasillos.
-Eres mi dulce niña, siempre te voy a cuidar, te amo-me respondió, mostrando la sonrisa más sincera que recibí ese año.

Comprendimos el significado del amor, no hay que tener una pareja para sentirlo, los amigos son amor, o más bien, los amigos como ella. Cada día, a pesar de lo difícil que fuese para mí, intentaba demostrarle lo importante que en serio se convirtió en mi vida su presencia (no hablo de la física), su nombre para mí era sinónimo de alegría, aunque pudiera ser callada y cerrada, con ella nunca habría lugar para ello, con ella era yo, espontánea y sincera, pues la niña que conocí sin planearlo, terminó siendo mi amor hasta el punto rojo.

Viviana Stefania Avellaneda Vargas*
Estudiante de Mercadeo
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) abril de 2019 No. 10

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