Un viaje problemático

Jeison Camilo Ospina Díaz*

Él vive a las afuera de Bogotá, para viajar hacia su universidad ubicada en la capital colombiana, se desplaza en un bus intermunicipal que sale a las 4:20 am y que lo transporta hasta el Portal Norte, donde llega a las 5:30 am. Empieza sus clases a las 6:00 am, durante su recorrido observa la contaminación en el aire, los embotellamientos, la informalidad y la mendicidad, los migrantes y la gente que como él, día a día se enfrenta a tomar en transporte público bogotano en un trasegar que se asemeja a una batalla. Esto hasta cierto punto se ha tornado normal y esto también es un problema, puede que necesitemos abrir los ojos y ver lo que pasa a nuestro alrededor.

Viajo de Suesca, Cundinamarca a mi universidad ubicada en Bogotá, un trayecto algo largo de aproximadamente 64 km, así como viajo para estudiar, otros lo hacen para trabajar. Todos vamos enfocados en solo llegar, estamos en función del tiempo y el algunos casos logramos detenenos para evidenciar en tan solo un viaje las problemáticas propias de la coyuntura nacional, pero así como pasa el tiempo también pasa la importancia de esas problemáticas, tan solo son escenarios que se ven y van de paso por nuestras mentes. Es 3 de abril de 2019, mi día inicia a las 3:20 am cuando el despertador se hace sentir, tengo una sensación de cansancio y reflexiono del porqué no dormí las 8 horas aconsejadas, salgo del cuarto a la cocina donde me tomo un vaso con agua, seguido de fruta y jugo de naranja, luego me arreglo. Ya son las 4:20 am, es hora de salir y tomar el primer bus que sale a Bogotá, al ingresar miró fijamente buscando una silla, es un acto interesante de cualquier pasajero, en la mayoría de casos logro sentarme, pero en varias ocasiones no es así y el viaje no se hace tan cómodo; saludo a algún conocido, el bus va casi lleno, supongo que algunas de las personas se dirigen al trabajo y otros a la universidad, ni siquiera pienso en los posibles otros destinos.

El bus no es directo, es decir, hace paradas en los siguientes municipios, entre tanto intento dormir, pero realmente solo es un ejercicio de cerrar los ojos y pensar. Cuando el bus llega a Briceño, significa que no habrá más paradas porque ya ha pasado Gachancipá y Tocancipá, donde se sube bastante gente, siguiendo con mi ejercicio de “dormir”, llego a Bogotá, al Portal Norte son las 5:25 am, finaliza el viaje, al menos esta parte del viaje. Al bajarme del bus saco mi billetera, busco la tarjeta de TransMilenio y valido el pasaje, pero veo como muchos no lo hacen, pero simplemente sigo hacia a la plataforma donde pasa el articulado que hace el trayecto del Portal Norte al Portal Usme; hago la fila pero algunas personas la evaden y llegan de “modo olímpico” a la parte de adelante, a unos cuantos metros de donde está marcado el acceso a las puertas.

Al igual que las demás personas tengo la mirada fija en dirección Norte, esperando hacer contacto visual con el bus que nos llevará, este empieza a acercarse y todos empezamos a “caminar” hacia adelante, algunos se llevan la maleta al frente, es como si se pusieran en posición de ataque, al abrir las puertas, hay una inercia que empuja al frente, y otra fuerza que proviene de los lados, logro coger puesto, si, ¡lo logre!, algo poco común, quizás mi lugar en la fila y que son las 5:30 de la mañana me ayudó.

Empieza el trayecto, hago el mismo ejercicio de cerrar los ojos, pero en cada parada los abro, con un interés en ver quien se subirá, en la estación Calle 100 se sube una persona de nacionalidad venezolana y empieza a hablar de su precaria situación, lo oigo y pienso en ayudarle con alguna moneda, pero no lo hago, solo veo como algunos pocos le dan algunos cuantos pesos. En otra estación se sube una persona, parece ser habitante de la calle, solicita que se le brinde algo, lo miro con desconfianza y trato de no hacer contacto, estoy expectante, ¿cómo reaccionará por no recibir ninguna ayuda?, con una mirada seria nos mira a todos y se baja en la siguiente estación, el bus llega a la estación Calle 76, me levanto de la silla, pido permiso, la gente abre campo, las puertas del bus se abren y salgo, saco el celular y miro la hora, son las 5:50 de la mañana, lo vuelvo a meter al bolsillo, pasó el torniquete y empiezo mi camino hacia la Universidad.
Camino a paso agitado por la calle 74, muchos lo hacen al igual que yo, piensan en llegar a la U, pero siempre con un instinto de supervivencia; expectante de las intenciones que tienen las personas que caminan hacia mí, cruzo con ellas pero no pasa nada, estoy atento a cualquier acto delincuencial, si, suena paranoico pero es un tema de prevención, al menos eso me repito. Al llegar a la calle 74 con 10, observo 3 habitantes de calle que están durmiendo en frente de una cafetería que aún no está abierta, lo que me hace pensar ¿Tendrán frío? ¿Abandonados por el Estado? ¿Cómo es posible que haya personas viviendo en esa situación?, pero también me respondo, y se me viene a la mente la problemática de la drogadicción, medito y analizo otros factores pudieron llevarlos a esa situación; según la secretaría de integración social Bogotá tiene registrados aproximadamente 9.500 habitantes de calle, además, el abandono, el desempleo, la exclusión familiar o los problemas derivados de la drogo-dependencia son los factores de riesgo que más empujan a las personas a esta situación.
Continuo mi trayecto y veo el primer puesto informal donde se está preparando los jugos de naranja y porciones de diferentes tipos de fruta, llego a la calle 73 con carrera 9, donde ingreso a la Universidad, miro la hora ya son las 6:00 am lo que me hace acelerar el paso, no me lo explico pero ya se me ha hecho tarde

***
Después de tomar todas mis clases, a las 12:00 m, me dirijo hacia la estación Calle 72, empiezo a caminar, espero que el semáforo esté en verde y paso la cebra, al ir caminando veo personas en el piso pidiendo ayuda económica, trato de taparme la nariz para evitar respirar las partículas contaminantes que emiten los vehículos, las cuales se evidencias en el humo que va desapareciendo por el aire, al continuar el trayecto miro como la mayoría de personas caminan a  paso rápido y como les molesta al igual que a mí las personas que van lento y en grupo obstaculizando el paso, intento sobrepasarlos, como si se tratase de una carrera, al llegar a la estación Calle 72 valido el transporte y espero a que llegue un bus que se dirija al Portal Norte. Por fin llega, está bastante lleno, aun así varias personas ingresan, decido esperar a que llegue un bus no tan lleno, mientras espero dirijo mi mirada hacia la entrada de la estación y miro la cantidad de personas que no pagan el pasaje, llega otro bus, surge un embotellamiento entre los que quieren entrar y los que quieren bajar, lo que genera que las personas que se quieren bajar tengan que abrirse paso a la fuerza, ingreso, al llegar a las estación Calle 100 logro sentarme, para pasar el tiempo miro por la ventana a los demás carros, el trancón, los vendedores ambulantes entre las vías, quizás corriendo el riesgo de ser arrollados, observo choques simples entre carros, y pienso en que mantener la distancia y estar concentrado lo hubiera podido evitar, miro cómo los vehículos que están ingresando a la autopista pisan las líneas continuas, lo que me hace recordar mis clases de conducción. Dirijo la mirada hacia adelante, a medida que el bus hace su trayecto observo como los buses con la acción de acelerar dejan en el aire partículas contaminantes en su mayoría de color negro, las cuales se esparcen y desvanecen entre la gente que está en las estaciones, lo que se me hace impactante porque ellos ni cuenta se dan, además, observo cómo esas partículas también logran ingresar por la ventana del bus en el que me transporto. Me doy cuenta que ya estoy llegando al Portal Norte, miro la hora y son las 12:50 pm, cuando llega el bus al portal me bajo y camino rápido porque sé que el bus hacia Suesca sale a las 12:55 pm, logro subirme e inicio el trayecto hacia mi casa.

El bus no va tan lleno, realiza su primera parada en la calle 183, donde se sube una persona vendiendo maní, pregunta quien está interesado en comprar, algunos lo hacen y el vendedor se baja agradeciendo al conductor. Mientras el bus está detenido yo miro por la ventana, a los ambulantes, las personas esperando con desespero el SITP y los buses intermunicipales y algunos confundidos de no saber que bus los puede llevar a su destino. El bus arranca a toda prisa, pasamos el San Andresito del Norte donde la movilidad por alguna razón mejora, pero la combinación entre velocidad y altibajos en la vía me genera algo de estrés, porque sé que en cualquier momento tendrá que frenar bruscamente o esquivar algún hueco.

Ya llegando al Peaje de Los Andes, veo algunos venezolanos caminando -no sé cómo lo sé, pero estoy seguro-, algo que me hace intuir que algunos se están regresando o buscando oportunidades en los municipios aledaños. Después de pasar el peaje a unos 5 min llegamos al sector conocido como La Caro, en frente de la clínica Universidad de la Sabana, donde siempre leo una valla publicitaria que dice “How are you going to change the world” lo que me hace pensar en que los cursos de inglés que he tomado en algo se ven reflejados y por supuesto en la respuesta de esa pregunta.

Al continuar el trayecto me entretengo viendo el cielo y las interesantes formas de las montañas, junto con la brisa que entra por la ventana lo que me relaja y hace que me coja el sueño, despierto ya cuando hemos llegado a Suesca, observó algunas vías que me hacen pensar en montar bici ya que es mi pasatiempo, ya es hora de pararme, le digo al conductor que se detenga, doy las gracias y me bajo. Cruzo la calle, siento tranquilidad, le tocó la cabeza a un perro que siempre está enfrente de mi casa y entro, veo el reloj son las 2:00 pm, dejó la maleta en la sala y caliento el almuerzo, mientras pienso en las cosas que tengo que hacer.

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Así como yo, muchas personas que viajan todos los días de municipios de la sabana hacía Bogotá e independientemente de la duración del viaje el común denominador es la falta de cultura ciudadana, según un estudio de la Universidad Nacional cada mes 2.488.000 personas se suben al TransMilenio sin pagar el pasaje, deberíamos aportarle a nuestro país, con tan solo unos mínimos, como por ejemplo el cumplimiento de las normas más básicas de convivencia, el caso es que no debemos ver estas problemáticas como algo común de nuestros trayectos diarios sino una realidad compleja que nos compete y que debemos combatir aportando mínimos, medios o máximos para solucionarla, mientras tanto yo continuaré mis trayectos con la esperanza de algún día no ver más estas circunstancias en mi viaje, en nuestros viajes.

Jeison Camilo Ospina Díaz*
Estudiante de Administración de Empresas
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2019 No. 11

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