Ahora respiro arte

Lawre Yiseth Zuluaga Ávila*

París, sep. 24 2018

Muchos soñamos con viajar, pero pocos lo hacemos realidad. Ahora, cuando lo logramos, como en mi caso, busco momentos nuevos para almacenar en mi vida. No soy una turista común, siempre he deseado conocer lugares (experiencias) que realmente marquen mi alma. De manera cotidiana suelo planear todo lo presente en mi vida, pero cuando viajo, me permito explorar sin mapa ni horarios y así salir de mis fronteras. En esta crónica, relataré parte de mi viaje a París, hablaré sobre Montmartre, el barrio bohemio de París y de cómo me enamoré aún más de quien soy y lo que hago.

París llegó a mí para reafirmar mi pasión por la comunicación visual. Mi visita a los museos e inclusive a los pequeños cafés y su gente, desarrolló aún más mi capacidad de asombro. Ver obras y técnicas es alucinante, pero amo aún más conocer por qué y cómo los artistas llegaron hasta ahí. Cavar en sus mentes y almas, saber qué escondían y fascinarme con el cómo lograron plasmar toda esa carga emocional; no importa si es buena o mala, es el animal racional dando argumentos del porqué siente y cómo lo siente. Al final del día soy así, ya conozco muchas formas de lograrlo a través de mis piezas, ahora sigo ahondando en por qué y fue gracias a un rincón de París, que pude continuar con mi introspección.

En este viaje acompañé a mi mamá por temas de trabajo, estuve en la ciudad por 6 días, la mayoría del tiempo, mientras ella trabajaba yo conocía esos lugares maravillosos que había visto en películas o leído en algún libro. Fue un viaje de 12 horas con escala en Madrid, en los aviones dormí, comí, leí un libro y vi un par de películas; pero al momento de llegar al aeropuerto estaba emocionada y a la expectativa de todo. Un sueño se hacía realidad y que mejor que al lado de mi mamá.

Una de las metas que me propuse durante el vuelo fue encontrar ese lugar que me llamara a gritos, que me llenara el alma y sin darme cuenta lo logré y fue un suspiro poético.

Quinto día en París y me permito comenzar una nueva aventura, aún quiero más de esta ciudad. He transitado por muchas de sus calles, he vagado por sus esquinas más escondidas, bebiendo café o té y probando algunos de sus postres; conociendo la verdadera esencia de “La ciudad de la luz”. He cruzado con franceses, japoneses, italianos, británicos, cubanos, colombianos y un sinfín de nuevas caras, de nuevos transeúntes del mundo.

06:00am

Trazo mi ruta para la nueva aventura. Conocer y descubrir la belleza de Montmartre. Había leído algunos blogs sobre este lugar encantador y a mi parecer iba a ser un recorrido “rápido” a la Basílica del Sagrado Corazón, con comida exquisita como en todo París.

La visita al mágico lugar iba a ser en la tarde, en realidad no estaba dentro de mis prioridades, así que en la mañana salí a caminar un rato por los lados de la Torre Eiffel, acompañada del rio Sena y de un buen café; el frio y el sol opaco vestían a París desde hace algunos días por el comienzo del otoño. ¡Qué gran época! París tan exuberante, cálida y adornada de historia y emoción ahora era magia bohemia, con hojas en el suelo y nubes en su cielo que lo hacían ver como un lugar de ensueño y poesía.

Para llegar a Montmartre hay dos opciones, por funicular donde se puede apreciar una vista espectacular o subiendo 197 escalones muy empinados. Decidí ahorrar tiempo y subir por funicular.

3:00pm – Montmartre

Al llegar a la estación de Boulevard de Clichy, en la Plaza Pigalle, me encuentro con un gran carrusel viejo que ya nadie usa pero que aún sigue en funcionamiento, al caminar entre calles veo demasiadas tiendas de suvenires, cafés de época y por lo menos tres iglesias de gran tamaño.

Buscando el camino correcto para el funicular, di con una suerte de bahía o plaza donde me encontré con un aspecto muy icónico de París: Hombres en alguna esquina con un acordeón interpretando melodías propias de “La ciudad del amor”, y claro, no podían faltar las parejas que llegaban, daban alguna ayuda económica y empezaban a bailar jurando así su amor por el otro.

Hubo un músico en particular que captó mi atención al instante en una de sus interpretaciones. La Vie en Rosé. Quedé maravillada al ser esa la primera vez que escuchaba la melodía en vivo, claro, agregando que era una tarde preciosa con un sol perfecto, en París. Al terminar continué mi travesía, pagué mi ticket para subir al funicular y en ese instante la verdadera maravilla había empezado.

03:40pm

Salí del funicular que ya de por sí durante el recorrido posee una vista panorámica de París junto con la Torre Eiffel y sus icónicas casas de techos grises y fríos de finales del siglo XIX, todo, bañado por un sol rojizo y un viento agradable para la tarde.

Lo primero que observas al llegar es la magnífica y majestuosa Basílica del Sagrado Corazón… y miles de turistas. Entre calles –viejas- no ves autos ya que son muy estrechas, por lo menos, solo vi uno y era un Audi, - he de aclarar que durante mi estadía en París todos los autos que observé eran Audis, Porsches, camionetas grandes, todos y cada uno de ellos en su mayoría de colores oscuros y alternando con algún plateado o rojo; inclusive los taxis eran de color negro, muy grandes y agradables en su interior.

Al entrar a la Basílica te das cuenta que tiene el mismo funcionamiento que la Catedral de Notre Dame, misa cada cierto tiempo, turistas recorriendo el lugar acompañado de fotos y donaciones voluntarias de cualquier monto para encender una vela a algún santo y tienda de suvenires en cada esquina. El diseño arquitectónico de la Basílica también es muy parecido al de Notre Dame aunque esta vez el templo es un poco diferente al contar con una gran cúpula y en ella una obra de arte impresa.

El gran elemento carismático del Sacré Coeur son sus cúpulas, esbeltas y alargadas. Tanto la forma de las cúpulas, sobre todo la central o las dimensiones de la torre que hace de campanario, incluido un domo que hace las veces de mirador sin duda evocan el gusto por la arquitectura gótica, aunque posea tantos referentes clásicos.

Al detenerte en la entrada, ahora salida de la basílica, quedas justamente en la punta de la colina de Montmartre observando todo París y su magnificencia. Al caminar un poco más entre calles descubro que estoy a unos minutos de la exposición de arte permanente de uno de mis pintores favoritos de toda la vida, Salvador Dalí. En ese instante descubro que la Basílica era en realidad el menor de los atractivos de tan bello barrio.

Al conectar lugares e información obtenida hasta ese momento, caigo en la cuenta de que en realidad estoy en uno de los lugares más icónicos e importantes de París: El barrio de los pintores, ¡El más bohemio de París!

6:00pm

Recorro cada esquina del lugar, las tiendas de suvenires y los cafés eran perfectos, la sola apariencia del lugar te invitaba a entrar. Verdaderamente este era el sitio más indicado para comer macarons, crepes y un buen té o café. Pero mi objetivo era Dalí y para llegar a ese punto debía recorrer prácticamente todo el barrio, el cual te deja sin palabras.

Pintores de un lado a otro en las calles, observando técnicas como óleo, acuarelas, carboncillos, lápices, espráis, etc. con hombres y mujeres de edad avanzada demasiado talentosos. Ahí me fijé que ya no inhalaba oxígeno y expiraba CO2, ahora inhalaba arte y expiraba cultura. Por fin había encontrado mi lugar favorito de todo París.

Calles tan bien cuidadas con gente muy amable y turistas por montón, decidí probar suerte con un café de estilo vintage donde compré algunos macarons y sin duda la mejor crepe que he probado en toda mi vida, la de mermelada de fresa.

Todo lo que ordené lo pedí para llevar, para seguir conociendo y no perder ni un minuto en varias galerías de arte contemporáneo y las calles donde pintores como Rodin o Picasso habían vivido durante gran parte de su vida.

Espacio Dalí

En el peculiar museo es posible contemplar más de 300 obras de Salvador Dalí, entre las que destacan especialmente las esculturas de las imágenes más surrealistas del artista, tales como el “Elefante espacial” o “La persistencia de la memoria”. Algunas partes del museo están dedicadas a los grabados en los que el artista retrataba los principales temas de la literatura, la mitología, la historia y la religión, aportándoles un punto de vista muy especial. He de aclarar que, Espacio Dalí no es un museo recomendado para todos los públicos, ya que, lo que a los amantes del arte surrealista nos puede parecer maravilloso, puede ser una gran decepción para otras personas que no valoren este tipo de arte.

Ya totalmente absorta con tanto arte y amor por el mismo, me encontraba un poco cansada y decidí sentarme en una banca al lado de un grupo de personas que interpretaban melodías asombrosas junto a un recital de poesía en francés e italiano que no entendía muy bien… pero el arte no se entiende, se siente y note que entre todos – como cinco personas – habíamos creado una conexión, un clic muy especial.

Entre ellos había algunos italianos y franceses, pero quien lo iba a decir, en el grupo también se encontraba un colombiano, un paisa. El mundo es un pañuelo por el que circundamos sin previo aviso llegando a lugares alucinantes y conociendo personas más próximas a ti de lo que creías.

08:00 pm

Luego de unas horas fantásticas en Montmartre, disfrutando de una gran compañía con comida y música espectacular sin nombrar todo el arte que mis poros absorbieron alrededor de un gran y tal vez el más precioso atardecer que mis ojos han captado en toda la vida, lamentablemente debía volver al hotel. Mi regreso a Colombia se acercaba, pero me prometí que debía volver a Montmartre y disfrutar un poco más de sus calles, arte y cultura.

No solo observe a Dalí. Entre cuadros, pinceladas, calles, retratos y pasiones entretejidas, también observe a Frida, Picasso, Rodin, Blake y hasta uno de mis artistas favoritos del momento, Bansky.

Gracias a mi viaje a París, me di cuenta de que locos como yo, hay bastantes; que no los encontraré en cada esquina del laberinto de mi vida, pero si en los rincones escondidos de mi mente… del mundo.

Caminando de regreso al hotel, entre miles de transeúntes, decidí ser París, habitante del mundo y del alma, vestirme de otoño y jugar con las historias de Cortázar en mi oído un lunes cualquiera en una banca acompañada por un grupo de extranjeros interpretando canciones nuevas y hermosas, respirando arte… respirando vida.

Lawre Yiseth Zuluaga Ávila*
Estudiante de Diseño Gráfico
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2020 No. 13

 

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