Anamaría Amado Henao*
Para un pequeño niño o niña que empieza en el deporte, siempre es una ilusión, una meta, un punto de referencia ver a los deportistas mundiales, olímpicos y es casi como un sueño llegar a ser como ellos, tanta felicidad, tanta gloria, la definición del éxito deportivo personificada, a los ojos de ese pequeño niño, o esa pequeña niña ese deportista tiene una vida feliz y perfecta, esto motiva al niño a encaminarse en la práctica deportiva, a seguir los pasos de sus héroes. Al comienzo se practica por diversión, porque causa felicidad y por aprovechar el tiempo libre, pero a medida que el niño o niña avanza y muestra facultades para su deporte comienza un proceso competitivo, y acá es donde el camino rosa y perfecto, lleno de alegría, diversión y colores, se transforma casi en un calvario.
La competencia es algo que debe disfrutarse, que surge del progreso, sin embargo, para los deportistas implica una presión demasiado alta, entrenadores, padres compañeros, todos esperan que el deportista demuestre sus habilidades, su progreso, fallar es inaudito, esta presión es algo que he vivido en carne propia por más de 10 años, crecí escuchando de mi papá la frase: “ganar no es lo más importante, es lo único”. Y perder ha sido mi peor pesadilla, sé que no es sólo mi caso, muchos de mis compañeros, cuyos nombres no mencionaré han llegado hasta el punto de retirarse del deporte, de abandonar los sueños por los que han trabajado por años, pues se sienten agotados de estar viviendo al límite.
El deporte de rendimiento empuja a los deportistas a llevar su cuerpo a pasar los límites, a ignorar cansancio, dolores, golpes, a pasar muchas más horas despierto de lo que es sano, a dormir poco, entrenar mucho, y rendir al máximo a los entrenamientos, a comer poco, o comer demasiado, es todo o nada, los excesos se presentan en cada dimensión de la vida del deportista, a esto debemos sumarle la vida educativa, pues en Colombia es muy poco favorable abandonar la educación por el deporte, la mayoría de deportistas de alto nivel en Bogotá, estudian y entrenan, y deben rendir en los estudios al igual que en el deporte, lo cual significa aún más presión y menos horas de sueño.
Los resultados deportivos implican un mantenimiento físico muy exigente, en el caso del taekwondo mantener peso es uno de los factores que más influyen en el estrés de los deportistas, pues en ocasiones la categoría a la que se corresponde con un peso sano no es la más conveniente para la competencia, y se someten a regímenes inhumanos para bajar de categoría, para que la estatura o la contextura física que se posee resulte superior a la de los contrincantes, la poca naturalidad de estas prácticas dietarias junto con el mal o nulo asesoramiento de un profesional de la nutrición hacen que los deportistas, por lógicas razones, no puedan mantenerlas. Cohibirse tanto de ciertos alimentos o de ciertas cantidades no es sostenible en el tiempo, por lo cual tarde o temprano el deportista cede, y todo lo que le costó bajar de peso lo recupera en 20 minutos, un peso fluctuante desencadena, generalmente en problemas de salud, en desórdenes alimenticios y en deterioro de los órganos internos.
El éxito, tan difícil alcanzarlo, tan fácil desplomarlo: hace dos años estaba en la cúspide de lo que había sido mi vida deportiva juvenil, ser menor de edad en un deporte de contacto pone muchos límites, sin embargo, aquel que se proyecta bien en esta categoría ya tiene un pie más en la gloria. El 2019 fue un año intenso, último año de mi bachillerato, competencias cada 15 días, seguimiento de peso, 4, 5, 6 horas de entrenamiento, 3 o 4 horas de sueño, de la casa al colegio, del colegio a entrenar, de allí a casa, trabajos y tareas que honestamente, no sé ni cómo hacía. Mi vida era comer, estudiar, entrenar, repetir. Las pocas horas de sueño comenzaron a afectarme, el peso que mantenía sin sufrir se elevó, un kilo, kilo y medio, dos kilos, y aunque siempre he sido de contextura delgada, no hay cuerpo que aguante el ritmo de vida que llevaba, acá surgió el primero de mis problemas: ¿cómo mantener mi peso? ¿Cómo bajar? Tener más horas de entrenamiento era físicamente imposible, necesitaría días de 36 horas, la solución instantánea era entonces comer menos, menos comida, menos horas de sueño, más ejercicio. ¿Consecuencias? Trastornos de la Conducta Alimenticia, lesiones, estado anímico inestable. Y aunque suene loco, o masoquista, lesionarse en este caso fue casi como un respiro.
Finalizando el 2019, y luego de ganar Supérate Intercolegiados a Nivel Nacional y con ello una beca para mis estudios universitarios, sufrí una rotura de fibras de los músculos lumbares, nada muy grave, pero que ignoré por un tiempo, cuando me detuve, cuando hablé del dolor, casi 6 meses después y durante la pandemia, la rotura de las fibras había sido lo suficientemente grave como para descomprimir los discos lumbares, permitir que uno de ellos se desviara y se desgastara por el roce con otros huesos, la vértebra eventualmente volvió a su lugar, las fibras musculares se recuperaron y salí de la lesión, pero la vértebra siguió desgastada y lo estará por siempre, lo cual significa que viviré por el resto de mis días con una discopatía lumbar, una lesión permanente cuyo dolor, a pesar de no ser incapacitante es bastante molesto.
Pasó la pandemia, el proceso se frenó, subí de categoría en edad, pasé a mayores, donde compiten personas desde los 18 a los 30 años; somos literalmente niños enfrentándonos a adultos con el doble de experiencia, más presión, más miedo. Llega el 8 de agosto del año pasado, mi primera competencia después de más de año y medio y para colmo en una categoría nueva, el peso no me preocupó, fue sencillo estar dentro de la categoría; sin embargo, después de pandemia y dos meses de entrenamiento perdidos por mi contagio de covid y sus secuelas, no me sentía en mi mejor rendimiento, para ser honesta tenía miedo, bastante, y aumentó cuando supe quién sería mi contrincante, una entrenadora de un club, con una trayectoria muy buena, mayor que yo por casi 10 años, sin embargo mi entrenador y mis padres me demostraron su apoyo y su confianza, y cuando empezó el combate me volvió el alma al cuerpo, me sentí bien, los primeros 15 segundos transcurrieron con normalidad, aún tenía dos rounds de 2 minutos por delante y lo que quedaba del primero cuando recibí el golpe que ha cambiado mi vida, no sé cómo fue, no sé cómo pasó, no recuerdo mucho, sólo sé que la patada impactó con mucha fuerza en mi nariz, sentí el golpe, sentí la sangre corriendo sobre mis labios pero no sentí dolor, sentí ira, gracias a las medidas de salubridad y al tapabocas nadie notó el golpe ni su magnitud, a la patada ni siquiera se le otorgaron puntos debido a que los jueces no estaban seguros de que hubiera sido efectiva, los huesos de mi nariz hechos pedazos podían confirmar que lo había sido. Sabía que lo que debía hacer por mi bien, por mi integridad era salirme del combate, decir que tenía el golpe y rendirme, pero lo único peor que perder es abandonar, no quería hacerlo, tenía miedo de salir, de que supieran que me había dejado golpear, transcurrieron los 2 minutos que dura el round, logré terminarlo, pero como dije, no recuerdo mucho qué sucedió, supongo que estaba casi noqueada, la juez indicó que el tiempo había terminado, me di la vuelta, miré a mi entrenador, me quité el tapabocas y vi el pánico reflejado en su mirada, en su expresión, ahí fue cuando caí en la realidad, algo muy malo me había pasado.
Luego de esto acudieron a mí los paramédicos, mi papá ignoró las medidas impuestas por la pandemia y se metió en el área de competencia. Lleno de preocupación, los médicos le dijeron que debido a que había pasado un tiempo desde el golpe que seguramente era una fractura, la inflamación no permitía que me ayudara, debía ir a la clínica, donde confirmaron todos mis temores, tenía tres fracturas de huesos de la nariz y dos desviaciones en el tabique: necesitaba cirugía, y para rematar, no una, sino dos, la primera cirugía resultó bien, fue el 31 de agosto, pues debían esperar a que la inflamación bajara para poder intervenir, pasé casi un mes con la nariz fracturada, y casi 3 sin entrenar. Durante este tiempo mi vida ha perdido un poco de sentido, un poco de orden, me cuesta encontrar motivación, veo mis sueños desplomarse entre mis manos, el deporte es mi vida, es mi pasión, yo soy taekwondo, no sé qué será de mí y de mi vida deportiva. La siguiente cirugía se pensó para mediados de diciembre, sé que pasaré mucho tiempo fuera de las competencias y en medio de mi tristeza y mi proceso he reflexionado y no dejo de pensar que, tal vez, si no me hubiera preocupado tanto por los resultados y más por mí, hubieran podido hacer algo los paramédicos y no tendría que estar en una situación tan compleja como ahora, tal vez no me hubieran tenido que operar, o tal vez sí pero no dos veces.
Pensar en el hubiera ya no tiene sentido, no puedo cambiar mis decisiones, ni mis acciones, ahora veo todas las actitudes tóxicas que he tenido conmigo misma, el daño que me he hecho y puedo decir que aprendí y que, aunque no me rindo en mi sueño de algún día llegar a competencias internacionales de gran nivel y ser deportista reconocida, soy consciente de que si no me pongo a mí y a mi bienestar primero, no voy a tener ni cuerpo, ni mente que aguante y que pueda cumplir mis sueños.
Anamaría Amado Henao*
Estudiante de Cultura Física
Universidad Santo Tomás