Heidy Cubillos Malagón*
Mi nombre es Heidy, una estudiante universitaria, vivo entre Zipaquirá y Cogua, para la fecha en que postulo esta crónica aún tengo 18 años de edad. He sido a lo largo de mi vida demasiado deportiva, entrando a diferentes clases de entrenamiento, hasta que me consolidé con tenis de campo por un largo tiempo, seguido de esto me encontré a mis 16 años iniciando con un deporte conocido como Parkour, un deporte acrobático de realizar diferentes movimientos con todo el cuerpo, que incluye fuerza, velocidad, equilibrio, entre otras características, con el objetivo y la trascendencia de superar o sobrepasar los obstáculos; la siguiente anécdota ocurrió a partir de un 10 de mayo del 2020 en adelante.
Remontemos al 10/05/2020, me encontraba alistándome a media mañana, para encontrarme con mi novio y unos amigos que entrenaban parkour, en la casa de uno de ellos que vivía en Cogua por el campo, así podríamos entrenar y hacer ejercicio al aire libre, en dado momento un vecino de él nos invitó a ir al frente de la casa, donde se encontraba una barra de gimnasio, o una barra para calistenia, la cual tenía bastante altura, aproximadamente 1.90 de alto. Todos comenzaban a realizar giros y otros movimientos, y en mi intento de no quedarme quieta, decido subirme a la barra y balancearme y sólo lanzarme, pero caigo deslizándome sobre el pasto, hacia atrás; no fue como un golpe fuerte, por lo que me reí y me puse en pie nuevamente, mi novio me advierte – no te vuelvas a subir, porque te puedes lastimar -, yo le respondo – sí, si tranquilo, estoy bien. No obedecí a su advertencia, vuelvo a subirme a la barra, tomo impulso y me balanceo muy fuerte, mis brazos no tenían la fuerza, mis manos se estaban soltando de la barra, y sólo salté sin pensarlo hacia adelante, el impacto es brutalmente recibido por mi pierna izquierda, mi rodilla izquierda se quebró hacia la parte interna, suena como si partieran un palo de madera, y terminé tirada en el suelo. Gritos de desesperación, palabras inadecuadas, pero que liberaban tensión; mi novio y los amigos corren a ayudarme, no puedo concentrarme en nada más que un dolor inimaginable, como si mi pierna se hubiera roto a la mitad. Logré calmarme después de un rato, el dolor era constante e inevitablemente lloré, en cuanto intenté levantarme no podía caminar por mi propia cuenta, tuvieron que alzarme, en cuanto estábamos en la otra casa, del amigo anterior, no sabíamos a quién llamar; eran tiempos en los que todo el mundo estaba en sus casas, tomaban como riesgoso asistir a urgencias, y no tenían una atención adecuada y pronta.
Mi novio me lleva en su moto lentamente, con mi pierna lastimada colgado a un costado, hasta mi casa; al llegar, me cuesta demasiado apoyar mi pierna izquierda sola, pero puedo, despacio, pero puedo. Decidimos ir al siguiente día a una cita prioritaria por la EPS, y sin haberse realizado ningún examen de Rayos X, o ninguna Resonancia, o ninguna revisión por un ortopedista profesional; ya que ningún servicio estaba disponible debido a la plandemia, el médico general me ordena una serie de terapias físicas virtuales, porque nadie estaba trabajando presencial.
Luego de unos meses, y de casi recurrir a una demanda contra la EPS, nos aceptaron la realización de una resonancia magnética, que fue necesaria después de haber descartado que no se trataba de algún hueso fracturado. Y efectivamente tenía una lesión muy grave del ligamento cruzado anterior, además de una lesión muy fuerte en los meniscos de la rodilla izquierda; básicamente el eje que me sostiene mi pierna izquierda. La realización increíblemente absurda nuevamente de terapias físicas virtuales preoperatorias duró varias semanas; mientras tanto los músculos de mi pierna izquierda se consumían poco a poco. La terapista ni siquiera se preocupaba en revisar si medianamente realizaba el ejercicio bien o mal, hasta el día de la operación 28 de agosto del 2020, en el que se realizaría a mi rodilla una reconstrucción de ligamento cruzado anterior y sutura de meniscos, agradezco a que todo salió muy bien, el reto más grande vino después.
Seguíamos en plandemia, y las terapias que me asignaron, luego de unas semanas, también fueron virtuales, al cabo también de llegar casi a una demanda, el servicio médico nos remite con otra terapista ya presencialmente, después de varios meses, de algo sirvió el haber presionado y el haberse esforzado. Fue un reto bastante grande tanto mental como físico, muy duro, pero se consiguió seguir adelante.
Luego de un año de la cirugía, yo retomo los entrenamientos de Parkour, pero de una manera muy fuerte y brusca, por lo que termino lastimando un poco mi rodilla, con esto se extiende la recuperación posoperatoria, de los diferentes músculos que me ayudan a esa estabilidad y confianza al hacer diferentes movimientos, y a día de hoy 11 de abril de 2022 me encuentro en esa recuperación posoperatoria, en la cual día tras día me enfoco e fortalecer mi musculatura y fuerza física, pero sobre todo mental.
Heidy Cubillos Malagón*
Estudiante de Diseño Gráfico
Universidad Santo Tomás