David Ríos*
Desde hace ya algún tiempo,
vengo viendo a las urracas,
que con su plumaje manchado de negro
quieren aparentar la dignidad del cuervo.
Estridentes en extremo,
aprendieron a imitar la voz de los humanos,
y con su astucia han sabido amaestrar
la voluntad de las aves carroñeras.
Su pico endeble no está hecho
para el pálido mármol de un cadáver,
y necesitan de los torpes buitres
para llegar a las entrañas de los muertos.
Aman el brillo fatuo de la lata
y la guardan en sus nidos
confundiéndola con oro,
cegadas por la necia avaricia de su ignorancia.
El cielo es más oscuro,
cuando en bandadas lo atraviesan,
y los días más helados,
cuando agitan la brisa con sus alas.
Desde hace ya algún tiempo,
vengo odiando esas urracas
que hacen sombra en las tinieblas
del terror que a mí me causan.
David Ríos*
Autor y compositor