David Ríos*
Desde hace ya algún tiempo,
dentro de mi pecho anida una alimaña,
que con sus pequeñas garras
hizo en mí una madriguera.
Su constante ronroneo,
su sinuoso caminar,
han hecho de mí otro hombre,
diferente al que siempre me he creído.
Y aun en tiempos de sonrisas,
frunzo el ceño adolorido,
y grito con una rabia muda,
la impotencia del odio reprimido.
Todo esto pasa
sin que yo lo quiera,
y sin que yo lo quiera,
alimento a diario este martirio,
que me mira con sus ojos diminutos
y sonríe asomando sus colmillos,
insolente como un gato,
presumido como un niño.
¿Qué debo hacer entonces?,
me pregunto atribulado.
¿A quién debo acudir
para sacar esta pesadumbre,
que a fuerza de escarbar en mí,
se ha vuelto mis entrañas?
¿Acaso hay un altar,
un templo, una mezquita,
donde un hombre como yo
pueda darle sacrificio a una parte de sí mismo?
¿Existirá en el mundo
un rabino, una cruz, un amuleto,
capaz de conjurar sin vericueto,
mi yo más tremebundo?
David Ríos*
Autor y compositor