
Lesli Valentina Arciniegas Colmenares y Alejandro Peña Aldana*
Cuando un virus desconocido pone en riesgo la existencia del ganado en la Tierra, la ciencia se ve obligada a imaginar soluciones que parecen sacadas de la ciencia ficción. Así nace el Proyecto 03142: Granja Marcial, una misión que lleva a las primeras vacas a Marte para salvar a la especie y proteger la seguridad alimentaria. Lo sorprendente es que, detrás de esta historia que suena imposible, hay más ciencia —y menos locura— de la que aparenta.
En el año 2085, un virus desconocido llamado Bavinus-X comenzó a afectar exclusivamente a las vacas hembras, provocando una rápida propagación que llevó al colapso del sistema alimentario, la economía rural y el consumo de carne a nivel global. Aunque no se transmite directamente a los humanos, representa un riesgo mediante el consumo de carne infectada o el contacto con otros animales. Ante el temor de una extinción masiva del ganado, los científicos lanzaron el Proyecto 03142: Granja Marcial, una misión sin precedentes que consistió en trasladar vacas sanas a Marte, donde se construyeron domos que replican condiciones terrestres para garantizar su supervivencia y evitar la propagación del virus.
El virus Bavinus-X afecta el sistema inmunológico de los bovinos (de ahí su nombre), principalmente a las vacas, aunque también puede afectar a toros y a humanos en menor grado, generando fiebre leve, mareo, dolor físico y fatiga. Los humanos presentan una gripe más fuerte de lo habitual, con mareos y dolor abdominal. Las vacas son las principales afectadas y muestran síntomas distintos a los demás animales, con un grado de infección elevado en varias zonas de su organismo. Fue necesario revisar escrituras antiguas. Fernández en el 2003 explica que virus similares generan “una acusada hiperestesia al tacto y a los ruidos con respuesta violenta en forma de coces […]”
Al inicio, el comportamiento de la vaca no cambia, pero empiezan a observarse alteraciones en la piel y en los tonos de sus manchas. Aunque podría parecer un efecto del clima, no es así. Con el avance del virus aparecen síntomas similares a la fiebre, aumentos o disminuciones drásticas de peso, deformaciones que afectan su fisiología, fatiga, vómito, mareo y pérdida de la motricidad y la percepción, afectando también el sistema nervioso. Con el paso de los días, el comportamiento cambia notablemente. Fernández afirmaba que los animales pueden volverse “aprensivos, desconfiados y [mantener] un estado de nerviosismo”. Algunas vacas se volvian agresivas; otras, completamente aisladas. Estos cambios también afectaban la calidad de la leche, que se tornaba más amarga o amarillenta.
Semanas después, la situación empeora: la piel pierde pelo y se vuelve áspera, aparecen casos de actinomicosis (infección bacteriana que produce masas duras en la boca y la mandíbula) y se presentan afectaciones cerebrales semejantes al virus de las vacas locas. Vera escribía en el 2001 que la encefalopatía espongiforme bovina recibió ese nombre debido al “dramático aspecto” que presentaban las vacas al perder el control de sus movimientos antes de morir. Finalmente, las vacas perdían completamente la coordinación y fallecen.
Aunque parezca una idea descabellada, la solución que llamó la atención de la comunidad científica fue enviar vacas a otro planeta. Marte, por sus condiciones, fue el seleccionado. El proyecto se llevó a cabo mediante cápsulas especializadas que funcionaban como cohetes de transporte. Además de las vacas, se enviaron suministros esenciales para su cría y reproducción: pasto, vitaminas y agua. En la misión participaron científicos y veterinarios encargados de monitorear la salud de los animales y sus niveles de oxígeno para evitar daños por radiación.
Un artículo sobre Laika, el primer perro enviado al espacio resaltaba la importancia de medir radiación solar y rayos cósmicos en misiones de este tipo (Soviet Space Dogs, 2014). Las cápsulas podían transportar entre 5 y 10 vacas, con una capacidad total entre 20.000 y 50.000 kg. Su diseño era principalmente esférico y amplio, facilitando el espacio para científicos, veterinarios, piloto y bovinos. La aeronave recordaba estructuralmente al cohete soviético N1 (1969–1972), aunque con un diseño más espacioso. Durante todo el trayecto, la cápsula mantuvo comunicación con la torre espacial para reportar cualquier anomalía.
Una vez en Marte, las vacas ingresaron a hábitats acondicionados con oxígeno y un terreno cubierto de césped exportado desde la Tierra, para simular un ambiente tranquilo y favorecer su adaptación. Se almacenó suficiente comida, agua y vitaminas como Trivet, Vingatol o Polvit. Vaquerizoen el 2020 señalaba que la exploración marciana ha demostrado que Marte fue en el pasado muy similar a la Tierra, con abundante agua líquida, y que actualmente es el planeta “más habitable” a nuestro alcance. La luz solar también fue un factor importante, con niveles controlados para evitar daños por radiación ultravioleta.
Respecto al suelo marciano, la Academia Nacional de Medicina de Colombia documentaba la presencia de “hongos marcianos que crecen fuera del suelo con esporas blancas”, lo que permitió desarrollar alternativas de alimento compatibles con la dieta bovina sin comprometer su salud.
Tras aproximadamente ocho años, las vacas lograron adaptarse parcialmente al clima marciano, aunque varias murieron por las duras condiciones. Las sobrevivientes fueron reconocidas como las primeras vacas marcianas. Mientras esto ocurría, en la Tierra los científicos descubrieron que la causa del virus Bavinus-X estaba en alimentos como zanahorias, papas, yucas y plátanos contaminados con desechos químicos absorbidos del suelo. Con esta información, las empresas agrícolas implementaron controles estrictos de higiene, reduciendo significativamente los casos del virus.
Una vez el brote fue contenido y ya no representaba una amenaza, se decidió traer de vuelta a las vacas marcianas. Aunque inicialmente presentaron fatiga y mareo, con el tiempo lograron readaptarse a la vida terrestre.
Aunque muchas vacas murieron en el proceso, se demostró que poseen la capacidad fisiológica y anatómica para sobrevivir en otro planeta, siempre que se cumplan condiciones esenciales como oxígeno, agua, terreno adecuado, comida, vitaminas y luz solar.
Referencias
Vera Lara, J. (2001). El "mal de las vacas locas": Un tema de bioética en los nuevos escenarios. Acta Bioethica.
NASA. (2020). De la Tierra a Marte: La búsqueda de vida en Marte. Academia Nacional de Medicina de Colombia.
Fernández, O. (2003). Problemática del mal de las vacas locas y consecuencias. Universidad Politécnica de Cataluña.
Vaquerizo, J. (2020). Marte y el enigma de la vida. CSIC.
Soviet Space Dogs. (2014). ESDAW.
Lesli Valentina Arciniegas Colmenares y Alejandro Peña Aldana*
Estudiantes de Contaduría
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades ISSN 2619-421X (en línea), Núm.29 (2024) | enero-junio

