Juan Guillermo Miranda Corzo*
El Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) presenta la imagen de su edición 59, inspirada en una obra de la artista cartagenera Diana Herrera, que busca representar el constante movimiento y el irrepetible momento, pero sobre todo, una referencia directa al formato del cine y sus proporciones 16:9 de la pantalla grande. Este afiche propone un alegato de la América india y el mestizaje; de sus historias y de la manera en que éstas, igual que los seres humanos, migran y viajan alrededor del mundo.
I
A lo largo de seis días, del 6 al 11 de marzo, el Cartagena fue escenario de diversas y profundas sensaciones a través del cine. Los largometrajes y cortometrajes de todo el mundo proyectados en la pantalla grande contaron con la presencia de muchos de sus protagonistas y realizadores, quienes nos contaron experiencias y detalles que no se muestra en los filmes. El FICCI fue un espacio de críticas, debates y expresiones de pensamiento sobre el cine, en el que se aludió a su papel social y su capacidad de mostrar realidades a través de narrativas alternativas. A continuación, compartiré algunos momentos, ideas, reflexiones y cintas que me dejó la experiencia de vivir el Festival.
El programa de inauguración del FICCI lucía como una ceremonia clásica, con las palabras de uno u otro personaje importante y una posterior emisión de la película Niña errante. Sin embargo, todo dio un vuelco inesperado. A partir de la llegada de la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, al Auditorio Getsemaní, se dio inicio al antagonismo y la emocionalidad que marcó el espacio inaugural del Festival. El discurso de la mandataria, y su énfasis en la economía naranja, produjo que una buena parte del auditorio se hiciera sentir a través de oleadas de abucheos y arengas, cuya barahúnda hizo ininteligible algunas de las palabras de la mandataria.
En su discurso, que probablemente iba dirigido al ausente presidente Iván Duque, el cineasta Rubén Mendoza conectó la filmación de su película Niña errante con el violento y corrupto orden masculino que hoy impera en la sociedad colombiana. Se refirió a escándalos de corrupción y eventos agonizantes de violencia que marcan la tremebunda situación política y social de Colombia. Su alocución fue recibida con aplausos y elogios, no sin antes avivar los abucheos de algunos espectadores irritados, varios de los cuales se retiraron con ofensas y groserías contra el público condescendiente con el discurso.
Pese a que hay críticos, como el mismo FICCI, que no conciben que en escenarios como la inauguración se deba hablar de situaciones políticas o sociales, pude apreciar en el Festival diversas muestras de cine local y mundial que tienen la capacidad de generar críticas y crear narrativas alternativas a hegemonías culturales, colonialismos aún entrañados, lugares comunes y todo tipo de orden normalizado misógino, violento y racista. En conversación con el director de cine afro Lucas Silva, nos explicó que hablar desde la perspectiva indígena o negra y buscar expresar su visión sobre su pasado, presente y futuro son elementos que integran un enfoque que busca descolonizar. Según el cineasta, es importante hacer un esfuerzo en Colombia por cambiar el discurso que tenemos sobre los indígenas y los afros, dados los lugares comunes que existen en el país sobre racismo y clasismo: el cine tiene un poder muy grande para educar y descolonizar, nos dijo Silva.
Algunos de estos aspectos se reflejaron en la selección especial que el FICCI trajo para su versión número 59. El Festival ofreció una muestra especial de largometrajes y cortometrajes sobre migración y mestizaje, seleccionado por un equipo curador que estuvo de la mano del director artístico del Festival, Felipe Aljure, y la directora general, Lina Rodríguez. Esta muestra estuvo acompañada de una selección de cine indígena, presente en el Festival por primera vez, y cine afro. La intención del FICCI fue reflexionar sobre el mestizaje en América y el flujo y movimiento de personas, en los cuales existe un encuentro cultural que permanece en contraste con la experiencia de pueblos indígenas.
II
La muestra de cine indígena tuvo el propósito de dar a conocer tradiciones ancestrales al mundo y contribuir a su conservación, cuya labor es importante para que exista diversidad de visiones que conduzcan a “un país multiétnico y pluricultural”, como agregó Leiqui Uriana (Neira, 2019). La selección contó con cintas como El destetado (Venezuela, Francia) de Héctor Silva Núñez, Naboba (Colombia) de Amado Villafaña Chaparro, Sembradoras de vida (Perú) de Álvaro Sarmiento y Diego Sarmiento y Ushui, la luna y el trueno (Colombia) de Rafael Mojica Gil. Sus producciones se centraron en las visiones de diversas comunidades indígenas, buscando contribuir, en parte, a los problemas del cine indígena que hasta ahora, como menciona Juan de Frono, ha mostrado a los indígenas desde una perspectiva exotista y blanca, injustamente desde la distancia. Esta perspectiva indígena sobre sus visiones se une al tema de la violencia en Colombia, tratada, por ejemplo, en la producción La sinfonía de los Andes de Marta Rodríguez.
Al igual que con el cine indígena, el cine negro ha sido contando, como lo afirma William Martínez y Lucas Silva, desde una perspectiva que no incluye la visión negra relatada por los mismos afro, quienes no han contado con los medios para narrar sus historias. La perspectiva blanca de algunos directores ha encasillado a las historias afro en el folclor, el deporte o en la forma de hablar, con las cuales muchos no se identifican. En el FICCI el público pudo disfrutar de cine afro colombiano como Cosas de mayores de Antonio Díaz E., Divinas melodías de Lucas Silva o Escuchando y viendo aprendí de Leidy Marcela González Goyeneche. El caso de Perro Bomba de Juan Cáceres, por ejemplo, es la primera película chilena protagonizada por un negro, la cual, contada a través de una sinceridad impactante, muestra la situación de un joven haitiano negro que, al golpear a su jefe, vive el repudio de muchos en un país racista.
Pude ver que esta idea sobre la diversidad cultural y multiétnica está estrechamente relacionada con la muestra sobre migración y mestizaje cuyos temas son una reflexión valiosa para los problemas mundiales que hoy se viven en torno a la discriminación y la xenofobia. Largometrajes y cortometrajes documentales y de ficción como Eastern memories (Finlandia) de Niklas Kullström y Martti Kaartinen, The fig tree (Israel) de Aalam-warqe Davidian y Alone at my wedding (Bélgica) de Marta Bergman enlistaron esta muestra. Una producción colombiana en esta categoría es la cinta independiente Nijole (Colombia, Italia) de Sandro Bozzolo, que recorre la vida de Nijole Sivickas, una artista y escultora inmigrante de la Lituania comunista en guerra que fue acogida en Colombia en 1950. Vi a través de sus imágenes la ancianidad de Nijole y diversas retrospecciones de su vida que observan la fascinante personalidad de la artista, su cotidianidad artística y su reencuentro con Lituania: la preferencia por la soledad y el trabajo en el taller, un bello español imperfecto, la persistente inclinación por la libertad y el presente y la desencasillada y cruda forma de entender el mundo son aspectos que se observan en la artista retratada. Luego a su estreno, Bozzolo y Antanas Mockus, hijo de la artista y personaje de la cinta, nos profundizaron aspectos de la película como, por ejemplo, las curiosas dificultades de filmarla por la personalidad de Nijole o cómo la película se asemeja a esa personalidad.
III
Además de esta muestra especial sobre migración y mestizaje, el FICCI ofreció un gran número de ficciones y documentales, que estaban divididas entre producciones colombianas, iberoamericanas e internacionales. Los espectadores pueden consultar la página de Festival y ver la amplia lista de filmes, en la que se van a encontrar excelentes producciones como MONOS (Colombia) de Alejandro Landes, Xquipi' Guie'dani (México) de Xavi Sala, Lapü (Colombia) de César Alejandro Jaimes y Juan Pablo Polanco, Sacachún (Ecuador) de Gabriel Páez y Thinking like a mountain (Colombia, Alemania) de Alexander Hick.
Otras de las muestras especiales seleccionadas para el Festival fueron las de España y Brasil y las de cine y guerra, cine y adolescencia. Las brasileras Sócrates de Alex Moratto y Para'i de Vinicius Toro son dramas apasionantes que se adentran en la vida urbana y rural del diverso Brasil. La primera es sobre el drama de un joven de 15 años que pierde a su madre y debe sobrevivir a su dolor en la ciudad de São Pablo; la segunda, es sobre una niña guaraní que a partir de una mazorca de maíz guaraní desconocida para ella se empieza a preguntar por los aspectos de su identidad y origen. Las españolas Entre dos aguas de Isaki Lacuesta, secuela de La leyenda del tiempo también presentada en el FICCI, y Viaje al cuarto de una madre de Celia Rico Clavellino ofrecen ficciones sobre relaciones familiares. La primera muestra el reencuentro de dos hermanos que reviven la violenta muerte de su padre; la segunda, un drama íntimo y sincero, recorre la vida de una hija que, tras la muerte del padre, teme herir a su dolorida madre, pues quiere salir de casa y vivir su vida.
Otras cintas destacadas de esas muestras especiales son The state against Mandela and the others (Francia) de Nicolas Champeaux y Gilles Porte, que recorre el famoso juicio, a través de los audios originales y animaciones, que llevó a Mandela y a sus colegas a la cárcel, muy recomendada; y otras cintas sobre sexualidad, identidad y adolescencia como Genèse (Canadá) de Philippe Lesage, Amor urgente (Argentina) de Diego Lublinsky y Girl (Bélgica, Países Bajos) de Lukas Dhont, películas muy a propósito de realidades juveniles actuales y polémicas.
La animación también se hizo presente en el FICCI con una muestra especial francesa de cortometrajes recientes como Wild love y Hors piste y largometrajes clásicos como Persepolis y La tortue rouge. Además, se proyectaron animaciones de todo el mundo en cortometrajes como Sister (China) de Siqi Song y Reboot (Estados Unidos) de Ellen Osborne, y largometrajes como Ruben Brandt, collector (Hungría) de Milorad Krstic; Another day of life (España, Polonia, Bélgica, Alemania) de Raul De La Fuente y Damian Nenow, por ejemplo, muestra la historia del periodista y escritor Ryszard Kapuściński en su osada participación como corresponsal en los últimos días de Angola en 1975 como colonia de Portugal y la guerra civil que le siguió. Esta animación para adultos consigue mostrarnos crudezas e imágenes impactantes de la guerra a través de la animación, que se cargan de una mayor emoción con el uso de cortos documentales y fragmentos de entrevistas con los personajes reales de la historia.
IV
La diversidad de películas que experimentamos en el FICCI fue alucinante. Los asistentes al Festival pudimos disfrutar de múltiples categorías como “Onda corta” (cortometrajes), “De Indias” (enfocada en películas grabadas en Cartagena), “Hace Calor” (cine hecho en el Mar Caribe), o “Work In Proces” (largometrajes que recibieron ayuda económica y que están en proceso de edición). Me parece fantástico que en la categoría “Cortizona” los estudiantes colombianos pudieron mostrar sus trabajos plasmados en cortometrajes. La categoría “La gente que hace cine y lo que el cine le hace a la gente” evidenció largometrajes documentales en los cuales sus protagonistas tuvieron consecuencias significativas más allá del documental mismo.
Imperdibles producciones como Después de norma (Colombia) de Jorge Botero, Meu nome é daniel (Brasil) de Daniel Gonçalves y Midnight traveler (Estados Unidos) de Hassan Fazili. El cine experimental se hizo presente en la categoría “Omnívora” con muestras de largometraje y cortometraje como Call for dreams (Israel, Japón) de Ran Slavin y We the animals (Estados Unidos) de Jeremiah Zagar y Jauría (Colombia) de Pedro Pío.
Durante el Festival, se realizó tributo a Michael Shannon, Ethan Coen y Víctor Gaviria, con quienes pudimos conversar al aire libre sobre sus carreras en el cine. Gracias a su presencia en el Festival, se proyectaron recordadas películas como 99 Homes, Fargo y La vendedora de rosas en 2k. El cine clásico, por supuesto, no podía faltar, y el público pudo disfrutar de películas como The baker‘s wife, The last movie o Ugetsu, además de los clásicos de Hitchcock y Kubrick. También deleitamos presentaciones especiales como The cakemaker (Embajada de Israel) de Ofir Raul Graizer o The mission de Roland Joffé. Netflix, que no fue ajeno al Festival, realizó la presentación especial de Triple Frontier y The Highwaymen.
El FICCI llevó a los barrios de Cartagena diversas producciones cinematográficas, puesto que, según el Festival, esta es una apuesta por la inclusión que reduce las distancias del cine no solo en Cartagena, sino, además, en diversos municipios de Bolívar. Los filmes pudieron proyectarse en salas de cine alternativas como colegios, cárceles, universidades, centros culturales, etc. La programación estuvo dividida por edades para que todas las personas pudieran participar de las proyecciones. A partir de su inauguración con el largometraje El Piedra de Rafael Martínez, este espacio estuvo acompañado de filmes como Manos sucias de Josef Kubota, Somos calentura de Jorge Navas y El abrazo de la serpiente de Ciro Guerra.
Además de la selección de cine nacional e internacional, pudimos hacer parte de diversos espacios relacionados a la industria cinematográfica y negocios, talleres y charlas sobre los aspectos más técnicos del cine, encuentros y conversaciones con personalidades, conferencias académicas, ruedas de prensa, realidad virtual, entre otros.
En la ceremonia de clausura se dieron premios en dinero a los directores de las ficciones y documentales colombianas, además del Premio del público EGEDA entregado a MONOS de Alejandro Landes y La paz de Tomás Pinzón Lucena. El documental Mi nombre es Daniel de Daniel Gonçalves y el corto La última marcha de Ivo Aichenbaum fueron seleccionadas para las nominaciones de los próximos premios Oscar. Los cortos de la categoría “Cortizona” recibieron un paquete de servicios digitales y una beca para un diplomado en dirección de actores. Además, fueron premiadas con dinero algunas producciones de la categoría “Work in progress”, entre otros premios. Se le otorgó un reconocimiento especial a la famosa documentalista Marta Rodríguez por su trayectoria.
Al final de este Festival, después de haber disfrutado de buen cine, pude reflexionar sobre cómo el cine no solo es una pieza artística, sino, además una ventana de denuncia, memoria y justicia, una forma de crear y mostrar nuevas narrativas y semánticas locales e internacionales. Imperdible será entonces la versión 60 del Festival.
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Las imágenes son cortesia de Laboratorios Black Velvet http://www.lbv.co/
Juan Guillermo Miranda Corzo*
Licenciado en Filosofía
Instituto de Estudios Socio-Históricos Fray Alonso de Zamora
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2019 No. 9