Juan Guillermo Miranda Corzo*
Nadie baja dos veces a las aguas
del mismo río. Se detiene. Siente
con el asombro de un horror sagrado
que él también es un río y una fuga.
Heráclito, Jorge Luis Borges
MONOS se convierte asombrosamente en una metáfora del río de Heráclito. Landes ha imaginado con magnificencia el devenir de una narración impredecible que utiliza mecanismos constantes de metamorfosis y fuga desequilibrados y desiguales, sin aparentes determinismos, y que logra trastocar unos cuantos valores y códigos dominantes. Estamos situados en gran parte del filme desde la visión de un grupo de adolescentes que viven y sienten y cambian y sobreviven en las condiciones y escenarios que se transforman en un abrir y cerrar de ojos. Cuidan a una rehén gringa en las profundidades de parajes naturales, una ingeniera desgastada física y mentalmente, quien sin desesperación se une contundentemente a la danza de la metamorfosis. La película no busca despertar compasión, pesar o misericordia ante la situación de chicas y chicos portando armas, ¡solas en la selva!, bajo el código de la guerra.
La impredictibilidad que caracteriza a MONOS se refleja en su contenido y forma. No solo cambia la naturaleza, sino que los personajes se descubren en nuevas sensaciones, nuevos problemas, metamorfosis. Los momentos de mayor trasformación en la película no vienen precedidos con un ambiente de suspenso. Las acciones se van dando sin previo aviso, sin una atmósfera preparatoria. Desde lo poco Landes muestra lo mucho. Y con asombrosos paisajes y hermosa fotografía, las imágenes, mucho más que las palabras, son las que narran, y le permiten al espectador deducir, reflexionar y opinar. La película no cae en su propio destripamiento de lo que está por venir, ni mucho menos cae en una sola forma de entendimiento. Además, no nos lleva por unas únicas maneras de sentir ni nos dice en diversas ocasiones qué debemos sentir. Más allá de un orden de las imágenes que pueden conducir a consecuciones y sensaciones definidas, predecibles y satisfactorias, el azar se vuelve el patrón tanto para la narración como para el espectador.
A través de actuaciones auténticas, las particularidades de cada uno de los personajes buscan en algunas situaciones alimentar las características del grupo, los monos, una familia unida por la misma causa. No obstante, los personajes descubren que son cambiantes, algo que fue inesperado, pero que los hace transfigurar a gran velocidad y que los conduce a mecanismos de fuga. Deben cumplir con su misión como una unidad, cuidar una rehén y a una vaca lechera, pero su imprudencia, descuido, despreocupación y metamorfosis los transporta a inesperadas consecuencias.
En efecto, hay una tensión entre su personalización y su despersonalización. En varios lugares, los personajes son apenas síntomas y manifestaciones del ambiente militar, la naturaleza y las condiciones de la vida a la que fueron lanzados. Pero, además, son sujetos cambiantes, que toman decisiones no planificadas, son imprudentes, manifiestan sus deseos y emociones personales, y entran en constante lucha. Sus transformaciones personales se vuelven contra esa despersonalización que los observaba como fichas de la guerra, números de una causa.
La supervivencia que se observa en el filme está más allá de los escenarios naturales. Sobrevivir a los camaradas, a los rangos superiores, a la traición de la familia. Sobrevivir al dolor del alma. No hay ni buenos ni malos, y tampoco hay salvación. Lo que se supondría como una escena triste o desconsolante pronto cambia de tinte, puesto que ante la tragedia se gestan nuevas respuestas y metamorfosis. Germinan nuevas morales en los personajes que acarrean una búsqueda de justicia propia y una fuga de las leyes y los códigos guerrilleros. Y aunque en un principio se rigen por reglas, no hay una moral establecida, pues hay un desdibujo de los valores y de líneas fronterizas tradicionales a lo largo de la cinta, y se transforma el bien y el mal. La rebelión de los monos, que al final termina siendo un grupo desvanecido, es la expresión de la profunda metamorfosis que sufren los personajes. Estos “adolescentes” y/o “niños” rompen con las clasificaciones de la edad de la psicología occidental; pueden ser niños y adultos y adolescentes, o quizá ninguno. Solo sabemos que sus cuerpos se tornan humanos, que actúan según lo que sienten, según el presente, según las condiciones.
Uno de los recursos que se usan para hacer énfasis en la impredictibilidad del filme es la música. No solo refuerza el ambiente impredecible, sino que nos aleja de las imágenes de sentimientos de compasión y el despertar de lágrimas. La música es más bien coherente con la naturaleza y la transformación –que a veces se observa a través de rituales– de los personajes. Sus notas evocan en ocasiones terror y desconcierto, conducen al espectador a las sensaciones de la naturaleza peligrosa, agreste, impredecible, que inevitablemente permea a los personajes. Durante algunas escenas las experiencias pueden ser diversas, pues en situaciones que parecen felices la música entra a romper con sensaciones predecibles y cambia la atmósfera de comprensión de las situaciones.
Tal como los ríos que se aprecian en la cinta son cambiantes, MONOS es una narración sobre cambio, impredictibilidad, supervivencia y metamorfosis que se podría decir a sí misma “Somos el río y somos aquel griego / que se mira en el río” (Borges, Son los ríos). MONOS es una producción hecha con ingenio y belleza que le da al espectador una cierta libertad –y respeto– de ver y pensar, sin decirle qué va a pasar y qué debe sentir.
Título: Monos
Año: 2019
País: Colombia
Director: Alejandro Landes
Guion: Alexis Dos Santos, Alejandro Landes (Historia: Alejandro Landes)
Música: Mica Levi
Fotografía: Jasper Wolf
Juan Guillermo Miranda Corzo*
Licenciado en filosofía y letras
Universidad Santo Tomás
Investigador
IESHFAZ
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2019 No. 11