Litigante

Mayra García*
Juan Sebastián López**

“Es un retrato abrasador de los lazos familiares y de la maternidad multigeneracional. El jurado se sintió conmovido por la complejidad emocional, los matices y la autenticidad de esta película que nos hizo viajar a través de la turbulenta y tierna dinámica de la vida familiar, laboral y amorosa de su personaje central” Jurado del 55 Festival Internacional de Cine de Chicago

 

La película Litigante se estrena este 21 de noviembre en todas las salas de cine nacional. Este drama familiar, dirigido por el colombiano Franco Lolli, fue seleccionado para presentarse en la Semana Crítica del Festival de Cannes en mayo de este año y recibió el premio Gold Hugo a mejor película en la categoría Nuevos Directores en el Chicago International Film Festival, entre otros galardones otorgados a sus protagonistas Carolina Sanín y Leticia Gómez.

La cinta cuenta la historia de Silvia (Carolina Sanín), una abogada bogotana de mediana edad que se ve enfrentada a un entramado de problemas en su vida familiar, sentimental y laboral. Por un lado, debe lidiar con el estado físico y psicológico de su madre Leticia (Leticia Gómez), quien se encuentra experimentando un proceso interminable de tratamientos médicos contra el cáncer de pulmón. La relación entre madre e hija transcurre en infinitos matices y combinaciones entre el amor y el odio. Los reclamos y las palabras duras, pero también los gestos de solidaridad y cariño inundan las escenas entre una madre y una hija que intentan ayudarse pero que en ese proceso terminan invadiendo la vida de la otra con sus respectivos recuerdos sobre el pasado y sus ideas sobre el futuro.

Como madre soltera, Silvia enfrenta las preguntas de Antonio, su hijo de cinco años, sobre la identidad de su padre. De ese modo, el director nos sitúa en la contracara de la relación entre la protagonista y su madre, en el sentido de que la relación entre Silvia y su hijo no trata ya de un intento desesperado por desmarcarse del relato impuesto por los padres, sino de lo contrario, es decir, de obtener un marcaje identitario que solo los padres pueden dar al niño. En ese proceso, la protagonista afronta una serie de dilemas en torno al qué y al cómo contar la historia de sus decisiones y sus convicciones de tal forma que todo ello pueda servir como un relato en el que su hijo pueda llegar a reconocerse.

La delicada situación laboral que atraviesa Silvia le genera, según se advierte en la historia, un estrés especialmente agudo. Como funcionaria de obras públicas del Distrito se ve involucrada en un proceso legal por corrupción, y de nuevo llega el dilema sobre cómo hacerle frente y si renunciar o no. Las acusaciones de los medios, las actitudes insensatas y sospechosas de su jefe y el fantasma constante de las audiencias y las imputaciones sobrevuelan el desarrollo de la historia para caer en picado en los puntos más dramáticos de la misma. Si bien la cinta no acude nunca a recursos melodramáticos, sí que se puede apreciar en la actitud de Silvia un constante desasosiego, con el que fácilmente el espectador puede conectar en el sentido de reconocer en todo ello aquella típica experiencia de no saber si se logrará superar las dificultades de enfrentar casi que en soledad un sistema de administración de justicia distante e inexpugnable.

Por último, la accidentada relación entre Silvia y Abel redondea las múltiples tramas que se entretejen en la película. Su desencuentro en medio de un programa radial en el que Silvia es acusada sin tregua da lugar rápidamente a un encuentro íntimo y a una relación que genera reacciones encontradas. Por un lado, la madre de Silvia estalla en reproches; por otro, entre Abel y Antonio crean una relación de cercanía y complicidad sólida pero sin aspavientos. En cualquier caso, de nuevo en el plano de la generalidad de la historia, la figura de Abel parece convertirse en el contrapunto del escándalo y el proceso judicial que Silvia enfrenta: sólida, graciosa, confiable, cercana y desenfadada.

Sin duda, Litigante es un film envolvente, íntimo y realista, que demanda una suerte de contemplación irreflexiva de la cotidianidad de una mujer de mediana edad en la que muchos podemos llegar a reconocernos. Vale decir que en la película late una especial cercanía de Franco Lolli con la historia y los protagonistas, magníficamente seleccionados. Es, en suma, una película que toca el alma con discreción, decoro y sin aspavientos, que vale la pena ver, dicho sea de paso, por el debut en la actuación de la escritora Carolina Sanín y de la abogada y madre del director Leticia Gómez.

Mayra García*
Juan Sebastián López**
Instituto de estudios socio-históricos fray Alonso de Zamora
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) octubre de 2019 No. 12

 

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