Un alma

Brandon Andrey Rodríguez Soche*

“¿Y si es muy real la realidad?”
Emmanuel Espinosa - Rojo

 El director Nicolás Rincón Guille nos presenta en su última entrega cinematográfica una historia que solo puede ser descrita como un relato del silencio o de “Tantas Almas” como lo sugiere el título del filme. En la gran pantalla el espectador no encontrará un relato innovador o un afanoso intento por generar una narrativa testimonial, no hay víctimas solo almas que callan, almas que anhelan y buscan, almas que yacen sin vida y viven.

Nicolás Rincón nos sumerge en la espesa selva Colombiana y nos guía de la mano a través de parajes verdes y de ecosistemas inundados de vida, nos aleja desde su foco paso a paso a lo largo de aquello que se sabe que está, que se sabe que existe pero que no se reconoce donde es, una imagen tan alejada e ideal que resulta difícil no reconocerla como real sino como un producto sacado del más lejano pasado irresoluble, un lugar donde hay cabañas, kioscos, chozas de barro y caña de azúcar, donde hay personas, donde hay un tú y un yo que podría estar pero que sin embargo no lo está.

El relato gira alrededor de Don José, un pescador del sur de Bolívar que se encuentra en el infortunio de descubrir la desaparición de sus dos hijos a manos de los paramilitares después de una pesada jornada de pesca nocturna, la angustia y el sufrimiento producido por el acontecimiento lleva a nuestro protagonista a buscar respuestas en los lugares donde está prohibido tenerlas, dejando por ello todo para emprender un largo viaje. La historia que si bien puede ser entendida como un padre que inicia una travesía en busca de sus hijos se separa de esta simpleza al no reconocer el camino como un todo (una meta y un fin) sino un andar a la nada, un sendero que se lee por partes que revela matices y paradigmas que no tienen sentido sino que sólo acaece y genera angustia, un río que fluye y es tan indiferente como la vida misma, ya que tal como veremos a continuación una travesía siempre está plagada de incertidumbres, miedos y un constante riesgo de no volver atrás.

La partida

El filme está cargado de un gran número de referentes y de simbologías las cuales evocan un aire nostálgico colombiano, tal como se evidencia en la partida de Don José. Varios talismanes de las vírgenes, todos bendecidos por su esposa para la protección y seguridad de su marido, un elemento que no solo alude a la fe católica sino al sincretismo entre los talismanes indígenas y la fe profesada por los misioneros desde antaño, un escudo en contra del diablo ¿porque qué más puede ser justificante de la desaparición de los hijos y la violencia para don José? ¿Qué sino es el diablo? Una tula cruzada tejida a mano que solo puede llevar lo necesario. Una camisa del Tigre - Ferretería A.B. que representa esos juegos locales, esos partidos que son eternos porque se vivieron y se pudieron jugar con conocidos, un vínculo que es especial por el hecho de ser compartido con pocos.

Una balsa de pesca con un remo, memorias y nada más.

Rio abajo

¿Qué es un hijo? es acaso esa representación que se tiene de un niño indefenso, o quizá un hijo no tiene edad y siempre es hijo por más que pase el tiempo. Se es hijo no por mérito sino por regalo y bendición, por ser único y privilegio. No hay razón para añorar a un hijo más que un amigo, sin embargo, nada se sufre más que un hijo. Cantaría Don José en su balsa río abajo.

Ese muchacho que yo quiero tanto
Ese que yo regaño a cada rato
Me hizo acordar ayer
...
Que así era yo también cuando muchacho
Que sólo me aquietaban dos pengazos
Del viejo Rafael
...
Y se parece tanto a papá
Hombre del alma buena
....
Y se parece tanto a
... papá

Que es así pues la esperanza sino ese salto al vacío en el cual siempre es posible la tragedia, donde al final de rodar la moneda en una cara yace la gloria y en otra la desgracia. Que es la esperanza sino la incertidumbre que se tiene antes de un suceso, el heraldo que anuncia una pronta muerte de la angustia, solo antes y justo a tiempo de dictar un veredicto con el que se debe vivir a cada instante. Un desesperar producto de la espera en la esperanza.

¿Qué es la búsqueda de Don José?, tal vez sea esa esperanza que se tiene al negarse a aceptar que sus hijos probablemente ya no estén, el ensordecimiento intencional que se tiene al no querer reconocer que la selva es cómplice y todo resguarda, que esta tiene sus propios demonios y vigila nombres y almas con fusiles, ¿Que si no es el diablo? Diría don José, porque otra razón habría conflicto.
Río abajo solo hay lo que el agua se lleva y junto a este yacen aquellos que no pueden ir a ningún lado, es memorable reconocer en el viaje de nuestro protagonista y el encuentro con otros; cómo un buenos días y un saludo ha dejado de tener un significado auténtico en la vida de las personas, Un buenos días que no refleja un buenos días sino una respuesta vacía, melancólica que yace más por costumbre que por un sentido jovial, un abridor que se replica para romper la tensión, un recordatorio que engaña y trata de camuflar el hecho de que a veces no vendría mal un “malos días”.

Almas

¿Cuándo alguien deja de estar? ¿Cuándo una persona se ha ido? si está su cuerpo quizá esa pregunta se disipa con facilidad, una obviedad para cualquier individuo que piense tan infértil cuestionamiento ¿pero si no está su cuerpo, esta persona aún está, aun no se ha ido? ¿Qué es un cuerpo? ¿acaso enterrar un cuerpo es solo un capricho, un ritual, una ceremonia personal? ¿será acaso ese instante donde se está en la obligación de decir por última vez a alguien aquello que no se volverá a decir?

José Arcadio Buendía en Cien años de soledad una vez dijo que “uno no es de ninguna parte hasta no tener un muerto en tierra” que puede llegar a ser sino esa nostalgia por el pasado y esa necesidad de tarde o temprano volver a hablar con aquellos que alguna vez entendieron lo que fuimos, con aquellos que en vida pidieron que no los olvidarán, aquellos que hablan desde el silencio y que nunca mueren mientras haya alguien que diga su nombre. Un lamento tangible que recuerde a los que vendrán que alguna vez hubo un ser llamado, compadre, pana, amigo… hermano.

¿Qué es morir, cómo se muere sin cuerpo? es difícil reconocer desde la purgatoria travesía de Don José cómo enterrar a los muertos es un privilegio y como los rituales de la vida y la muerte pasan a ser un elemento que es ajeno al control de los seres que siempre los han acompañado. Un lujo prohibido que arrebata la paz, un no descanso eterno para aquellos que están en vida y para quienes no, una leve idea que no deja de reconocer esta presuntuosa especulación que acompaña al flagelo de la espera, mientras haya esperanza es probable que esta produzca dolor, será así pues como aquella moneda que queda suspendida en el aire, aquella moneda que se pierde en el umbral de dos tablas y no se puede recuperar, un “tal vez” eterno que corroe el corazón.

Es así pues que Tantas almas podría corresponder al episodio de un mundo paradójico, un retrato sacado de un adornado país de lo real maravilloso, una imagen jocosa y satírica debido a lo irreal de sus acontecimientos, pero en vez de ello yace una fotografía, un cuadro que por incomprensible que sea no deja por ello de ser real y no deja doler. Un guion que por más recreado y adaptado no deja apaciguar el corazón, un sin sabor que recuerda que se está ante un tal vez, un quizá que tarde o temprano deja un destello inaudito que interpela y réplica por un no fantasioso, un... ¿Y si tal vez pasó?

Un alma de tantas almas.

Brandon Andrey Rodríguez Soche*
Estudiante de licenciatura en filosofía y lengua castellana
Universidad Santo Tomás

 

 

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) abril de 2020 No. 14

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