Sumercé: una mirada desde el ecosocialismo

Sigifredo Romero Tovar*

El título es en sí mismo un posicionamiento. Sumercé es en general una apropiación invertida de un pasado de explotación, una reapropiación de la memoria, una reconstrucción de la manera en que nos hablamos. Es más, Sumercé también nos señala otro mundo posible, unos valores alternativos, una promesa de vida rural como vida posible y digna.

Este documental de Victoria Solano, misma directora de 9.70, continúa su exploración por las formas del despojo de las comunidades campesinas en la Colombia del siglo XXI, así como su resistencia. En Sumercé la mirada se fija más en lo segundo. Es una mirada que nos acerca a la cotidianidad de esa resistencia a través de tres protagonistas revelando modos de lucha, lecciones, descubrimientos, estrategias emergentes. Señala, para quien quiera observarlo, que la lucha puede estallar literalmente en cualquier instante.

En estos trasiegos se pueden incluso apreciar atisbos de prácticas políticas tradicionales que claman por reflexión urgente. En América Latina, los últimos 5 años han sido una valiosa lección sobre los peligros de la institucionalización política de otrora movimientos de base. La contrarrevolución de extrema derecha de los últimos años se entiende no sólo por la naturaleza autoritaria del status quo sino también por la imitación del juego político del rival en la que cayeron movimientos sociales y políticos orientados hacia el bienestar social.

Sumercé no llega a eso, desde luego. Estamos en Colombia, al fin y al cabo. Sumercé nos estrella contra un aparato político regional apertrechado en prácticas antidemocráticas y corruptas: el bloqueo efectivo de la democracia y la participación por medio de la democracia y la participación.

En terrenos menos oscuros, Sumercé nos permite observar algo fundamental: que lo que ha venido pasando en el campo, y para estos efectos, en Boyacá, en la última década ha sido producto de varias voluntades autónomas, diferentes pero que confluyen en un movimiento común, en un fenómeno político de resistencia, de defensa de la vida, de vida. Voluntades con diversidad de clase, género, rango etario, etc.

Al frente, al otro lado, la maquinaria de muerte. Sumercé no es ellos. Prácticamente no aparecen las empresas, no las corporaciones, no los CEOs de las empresas mineras que se lucrarán de una institucionalidad comprometida en cuerpo y alma con el gran capital. Aparece, brevemente el entonces presidente Santos, sumo sacerdote del fundamentalismo de libre mercado y cuya presidencia se encontró con unos movimientos sociales ávidos de lucha luego de 8 años de agobio y persecución paramilitar institucional. Una década perdida; y contando.

Tanto en 9.70 como en Sumercé se desnudan, no tanto los operadores de la muerte sino más bien sus banderas de batalla que íntegramente se convierten en ley: progreso, libre mercado, protección ambiental. Desde acá, desde los defensores de la vida, las políticas de estado nombran lo que quieren atacar. Seguridad alimentaria se convierte en una política de estado destinada a eliminar la seguridad alimentaria. Protección ambiental designa el ataque descarado a la naturaleza; y a los sapiens que la habitan, por cierto. Libre mercado, el fetiche sagrado, el más protegido, el más intocable y justamente el más debilitado en los últimos años, nombra todo un aparato de producción de violencias prácticas y simbólicas que han logrado la apropiación efectiva del mercado por parte de unos pocos, es decir, la eliminación del libre mercado.

Sumercé no es ellos. Sumercé es los otros, somos nosotros, quienes valoramos la vida humana y la naturaleza. Sumercé nos revela la primera línea de batalla, la primera carga, en la que muchos somos sacrificados de modos diversos en el día a día: la ley. Esa. Esa que todos sabemos que es, precisamente, ancestralmente, para nosotros, para los de ruana. En el conflicto entre la vida y la muerte del siglo XXI, vamos redescubriendo (el mundo actual fue creado por los demiurgos del libre mercado en algún momento entre las décadas de 1980 y 1990) las armas de los enemigos de la vida más allá de las trincheras de la ley: el aparato ideológico, el estado en su totalidad, el sistema económico, la criminalidad uniformada. Nuevas luchas están comenzando.

Y la batalla de los de loma arriba probará ser fundamental. Después de todo, allá nace el agua de este país. Si perdemos los páramos estaremos en graves aprietos. Sumercé es un documental que deberían ver, al menos, todos los que beben agua en este país.

Sigifredo Romero Tovar*
Docente del Departamento de Humanidades y Formación Integral
Investigador del Instituto de Estudios Socio-Históricos Fray Alonso de Zamora
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2020 No. 15

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