Los macondos

Brandon Andrey Rodríguez Soche*

¿De dónde son?
Con sus trovas fascinantes
Que los encuentro muy elegantes
y los quiero conocer

Mamá yo quiero saber
De dónde son los cantantes
(Trio Matamoros)

Fait Vivir nos invita a seguir de cerca las experiencias y representaciones artísticas del grupo teatral y musical Gypsy Kumbia Orquesta. La obra cinematográfica nos brinda de primera mano la posibilidad de adentrarnos en esos lugares ocultos y velados donde surgen las obras que cautivan y maravillan los ojos de los espectadores.

El director Óscar Ruiz Navia nos aleja del espacio físico del teatro para sumergirnos por barrios esquivos y pisos de madera, todo con la intención de llevarnos a la fragua rustica y minimalista donde florecen las grandes ideas y se gestan los más grandes espectáculos. El grupo Gypsy Kumbia Orquesta esta con formado por bailarines, dramaturgos, músicos y un pequeño (Manuk Aukán – El guerrero de la primavera) heraldos con gaitas y tambores con la misión de revivir las raíces de una nación que ha caído en el olvido.

El llamado a escena
No hay ejemplo más claro de la trascendencia de la música que el hecho de reconocer como se manifiesta en todas las partes del mundo, y como cada voz y sonido es capaz de articularse para generar algo mayor, “un cantemos juntos”. La música se expresa en su propia lengua y aunque esta en ocasiones sea imperceptible a nuestra comprensión, es mágica y de alguna manera más allá de los pentagramas y tecnicismos de la misma, resulta audible e increíblemente cautivadora.

La música no precisa de altares ni de ceremonias pomposas, su espíritu acaece en cualquier contexto, en cualquier lugar, es como un niño el cual sin importar las diferencias está allí a la expectativa, hablando en su lengua, sin fronteras ni preferencias - exponiendo su pluralidad esbozándose en su singularidad. El grupo Gypsy Kumbia precisa de un conjunto profesional de elementos para hacer grandes melodías, otras veces solo precisa de soledad, un patio, un espacio en la cocina, una habitación, lugares tan recursivos que en su conjunto moldean una sinfónica de gran calibre.

Una flota llamada fortuna
Si bien podemos reconocer que no todas las cosas dan felicidad es irrisorio descubrir que la felicidad puede provenir de cualquier parte y de diversos modos. Quizá solo un tonto consideraría un viaje en flota como un lujo o un deleite, sin embargo, es allí donde se gestan las experiencias más llamativas y profundas de un auténtico viaje. Donde el mundo mismo se devela y se hace visible aquello que a los ojos de la cotidianidad se mantenía oculto. Donde se reconoce lo mucho que hay y lo poco que se puede divisar, o como lo diría el guerrero de la primavera “las ventanas son muy pequeñas para hacer caber el paisaje”.

La costumbre capitalina quizá no permita reconocer toda la magia entorno a un grupo musical, es como el acto de magia que ya se ha visto excesivas veces; que por costumbre o cansancio ya no es magia sino truco. Quizá esa euforia brindada por la llegada de una flota a un pueblo o vereda no tendría ningún sentido para alguien acostumbrado a ese barrullo, sin embargo, es el retumbe de tambores lo que hierbe la sangre en los corazones cansados de silencio.

Fait Vivir nos invita a conocer todo el proceso detrás de bambalinas, todos los desvelos y esfuerzos por parte de aquellos que se entrenan para hacer sonreír, ya que sabrá usted amigo lector la magia no se improvisa y aquel que toca los corazones lo llaman dos veces.

El pueblo olvidado
Es difícil no relacionar la travesía emprendida por Gypsy Kumbia Orquesta con el arribo de los gitanos a Macondo, si bien pudimos conocer de buena pluma todo el universo alrededor de los macondos, es de apreciar toda la empresa guiada por Óscar Ruiz Navia para enseñarnos a partir de la Orquesta una personificación paralela de la travesía de los gitanos.

El filme nos lleva a buscar nuestras raíces, a reconocer a partir de los instrumentos de aire y percusión como ha sido nuestro cambio y como cada fibra de nuestro ser yace anclado a la melodía de la cumbia. Sonidos y melodías, que al igual que Melquiades vienen a sanar a los pueblos del olvido, a recordarles que en las gaitas, trompetas y tambores yace el reflejo de sí mismos y de aquello que ha sido desvanecido por la soledad.

Brandon Andrey Rodríguez Soche*
Estudiante de Licenciatura en filosofía y letras
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) octubre de 2020 No. 16

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