El punk al servicio de unos pocos para el quehacer de unos cuantos

Laura Milena Heredia Valderrama*

El punk en Bogotá ha sido en gran medida la perpetuación de un ejercicio político, desentrañando completamente una moral que gesta los valores sociales y por tanto legitima la institucionalidad; la representación de esta contracultura evidencia que su enfoque objetivo va más allá de un imaginario estético y conductual, es toda una estructuración de un discurso que va en contra de lógicas de acción que no se fundamentan desde su moral.

Los elementos que fungen la construcción de una comunicación en la cultura punk a partir de la producción y reproducción de su discurso. Partiendo de la visión del hombre en un esquema artístico funcional.

Fundamentalmente el análisis de este constructo deberá partir de la conceptualización de la producción y mediatización del arte, siendo este el tópico ocupante como el género punk concretamente en Bogotá, sin embargo cabe resaltar que el análisis de elementos tanto subjetivo como objetivos, son determinantes en las lógicas de acción de este fenómeno.

Concibiendo la música como una producción artística del hombre, desde orígenes totémicos hasta un medio de movilizar ideologías, simbologías y representaciones culturales que tejen finalmente las esencia tradicional y contestataria de la sociedad.

El punk dentro de sus veleidosas vertientes, ocupa una postura reivindicante y contestataria ante dinámicas sociales que transmutan en su ejercicio un eje de transversalidad derogatoria ante esa opresión de un sistema político, cultural, ideológico y económico que finalmente condensa en imaginarios normativos, es decir, conductas de orden discrecional que no solo marcan una pauta de donde empieza lo anónimo y donde termina el ser reconocido por.

Corresponde introducir la concepción de la dicotomía entre hombre y arte. El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin hombre, pero quizá tampoco hombre sin arte. Pero con éste, el mundo, se hace más inteligible, más accesible y más familiar. Es el medio de un perpetuo intercambio con lo que nos rodea, una especie de respiración del alma, bastante parecida a la física, sin la que no puede pasar nuestro cuerpo. El ser aislado o la civilización que no llegan al arte están amenazados por una secreta asfixia espiritual, por una turbación moral” (Huyghe. R., 1977)

¿Es entonces el hombre el único responsable de la orientación que finalmente se verá imbricada en el producto artístico?, teniendo en cuenta que el arte es una herramienta que le permite al individuo manifestarse y comprenderse en gran medida como una ser racional, capaz de materializar sus pulsiones. Sin embargo, la distinción del arte como un producto manifiesto y latente en la sociedad y la producción vista desde las lógicas de consumo, es de vital importancia reconocer que estas pautas para la construcción de todo un sistema interdependiente.

El punk en Bogotá ha sido en gran medida la perpetuación de un ejercicio político, desentrañando completamente una moral que gesta los valores sociales y por tanto legitima la institucionalidad; la representación de esta contracultura evidencia que su enfoque objetivo va más allá de un imaginario estético y conductual, es toda una estructuración de un discurso que va en contra de lógicas de acción que no se fundamentan desde su moral.

Es por tanto el punk como contracultura, una mera representación del sujeto político, que se ve materializado en su discurso (Letras). Resulta entonces conveniente enunciar el papel ecuménico del arte desde lo planteado anteriormente, es un elemento de corte figurativo en el esquema del lenguaje.

El constitutivo análisis del discurso del punk, emplaza una figura racional de los bienes materiales e inmateriales de una sociedad, que está sujeta a un orden lógico de cambios; es así como hablamos de una antropología de la música La música obedece a las leyes de la cultura. Esta consta de muchos más elementos que sus realizaciones concretas, y por tanto no tiene sentido querer comprender una música étnicamente pertinente tan sólo a través de sus productos musicales. Estas realizaciones tendrán una importancia muy relativa, y para llegar a entender una realidad musical cualquiera, deberemos tener en cuenta el contexto y en suma, también todos aquellos mecanismos socioculturales que la hacen posible. El objetivo principal de la Etnomusicología no ha de ser, pues, únicamente el producto, sino que -teniendo en cuenta el contexto sociocultural- también se ha de centrar en las circunstancias que hacen posible la creación y realización de este producto. El producto musical constituye solamente un elemento más entre los muchos de aquello que realmente la Etnomusicología tiene que intentar elucidar: la vida musical de una cultura determinada. (Martí, J. 1995. Pg. 4)

Este fenómeno está dado bajo circunstancias colectivas, donde un acto unidad prima en la contextualización del ejercicio musical, por tanto la influencia de la materialización transustancia en los medios de comunicación, sugiere la necesidad de hacer una lectura desde dónde y cómo se están estructurando estas lógicas de consumo del arte (Música).

La música claramente está sujeta a la evolución de los medios de comunicación, es este fenómeno ecuménico quien pugna el carácter crítico de lo que el hombre está produciendo, por qué es tan diciente un segundo momento como la dinámicas de reproducción del arte?. Finalmente es el medio quien determina la constante de legitimidad de lo producido, más que cerrarse en la música es en la representación cultural y colectiva que marca un proceso de resignificación en las sociedades contemporáneas.

Finalmente queda claro que la producción de arte no solo define una conducta racional, sino también está antecedida por toda una similitud de conciencias que traduce una lectura del contexto particular a uno general. El hombre determina a través del arte un proceso del paso de una sociedad mecánica a una orgánica, es decir, que este proceso condenso en la construcción de un sistema de valores y vínculos sociales, por tanto, una resignificación del lenguaje en las culturas.

Claramente un derrotero fundamental que permite hacer una lectura holística del hombre en el marco de todo un constructo artístico, capaz de reproducir y reinterpretar estereotipos y significantes. El proceso de transición por el que pasó la humanidad en clave de una adaptación de normas morales y jurídicas que gestan el constructor de un hombre racional, que es capaz de reconocerse y comprenderse como un sujeto social, constituido por  que forjan un habitus en su condición de posibilidad: cultural, político, biológico y económico.

Referencias.

Huyghe, René. El arte y el hombre. Barcelona: Editorial Planeta, 19.

Martí. J. (1995). La idea de" relevancia social" aplicada al estudio del fenómeno musical. Revista Transcultural de Música, 1, 1-15.

Laura Milena Heredia Valderrama*

Estudiante de sociología

Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

 ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea) enero 2018 No. 5

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