Vanessa Baracaldo*
Colombia pasa por una coyuntura nacional que impactará y trascenderá la estructura no solo política sino social y económica del país; el acuerdo de paz firmado en Cartagena en septiembre de 2016, derrotado en las urnas por apenas 53.894 votos el 2 de octubre del mismo año, pero aún así suscrito finalmente el 24 de noviembre de 2016 en Bogotá, reafirma la necesidad de reconciliación por ambas partes (ejército y guerrilla) y la aceptación por parte de la sociedad civil; sin embargo, vacíos existentes en el proceso han dejado a entrever problemas éticos que escapan de la pragmática y objetividad política de lo escrito en el acuerdo de paz.
¿Qué pasa con las víctimas del conflicto armado que dejó la violencia entre las FARC-EP y el gobierno nacional?, ¿En realidad basta con un perdón simbólico, un olvido impuesto y una paz con reconciliación que tiene como última finalidad la no repetición pero no la dignidad humana en su totalidad?, ¿Qué significa el olvido y el perdón para las víctimas y no para el Estado y las FARC-EP dentro de una negociación externa a quienes vivieron la guerra?
Los cuestionamientos anteriores se remiten a un concepto claro que en su interior maneja unas grandes disputas sociales y morales: el perdón; la ética en este punto adquiere un valor imprescindible en la medida en que las víctimas y el gobierno tienen percepciones y posiciones discrepantes en cuanto a qué es el perdón, qué es el olvido, y cómo estos conllevan o no a una reconciliación duradera; esto está influenciado en qué se dice sobre las víctimas en el acuerdo, cómo es su papel como actor social y sujeto de derechos en una posición de vulnerabilidad clara. Lo pactado en el acuerdo deja a dilucidar una base del imaginario que se tiene de víctima desde una visión jerárquica en la que los seres humanos que tuvieron que vivir la violencia en todas sus manifestaciones no estuvieron presentes sino hasta el final en las mesas de negociación como actor vinculante del proceso.
El perdón, es la categoría de análisis principal en el presente ensayo, por lo que el punto quinto del acuerdo final para una paz estable y duradera publicado por el Alto Comisionado para la Paz, será el texto edificante sobre el cual se hará un análisis de contenido en relación y de forma comparativa sobre lo que desde la ética es considerado el perdón, y como este fue o no un factor esencial en la construcción de paz en el posconflicto, es decir, analizar si las víctimas y su posición en el acuerdo desde una perspectiva humana y no políticamente funcional es tomada en cuenta y puesta como una parte relevante de constituyente primario de paz.
Ahora bien, la ética representa la base de este ensayo, puesto que se convierte en el eje transversal del mismo, vinculando el perdón con los actores que intermedian el proceso de reconciliación: víctimas, gobierno, y ex integrantes de las FARC-EP. El perdón está influenciado por una carga ética inherente, se relacionan de forma dependiente con las categorías presentes y es por esto que para analizar el papel de las víctimas en el posconflicto es importante conocer la realidad política y social a la que se enfrentan, ya que esta puede ser justa o no, puede ser legítima o no, puede ser ética o puede rayar con una puesta simbólica que no trasciende en sí misma.
Las víctimas en Colombia adoptan dos posiciones: una jurídica, y la creada social y culturalmente para legitimar un discurso; las víctimas según Gatti y Martínez, viven dentro de una ambivalencia constante, entre ser víctima o ser ciudadano, es decir, no se escapa de una dialéctica constante, que como se indica se enmarca en un péndulo con brechas contrarias; las víctimas en Colombia se han convertido en ese sujeto sin voz política y sin historicidad clara, sin embargo, son tema de debate constante en aras de pos acuerdo, es decir: “Por todas partes hay víctimas, y por todas partes, también, las profesiones que las asisten, curan, piensan; también las leyes que reglan y reglamentan su reconocimiento, su existencia y asistencia” (Gatti & Martínez, 2017, pág. 9).
Adentrando más en la cuestión de las víctimas y su papel en la memoria histórica del país, se sabe cómo Colombia ha tenido un conflicto armado interno con características complejas, en donde la guerra no ha llegado a la totalidad de territorio, en cambio en las zonas rurales en donde la brecha con los contextos urbanos es innegable, y además en donde el Estado ha tenido un papel casi que inexistente como actor garante de derechos, o por el contrario, ha tenido una presencia represiva, se puede entender como las víctimas en Colombia no se han reconocido desde la ontología misma y la dignidad que como seres humanos poseen, la violación a los Derechos Humanos, y la vulneración a la conciencia y la justicia ha tenido repercusiones en la contemporaneidad; es por ello que en tiempos de pos acuerdo, es más que relevante que la víctima entre a jugar un papel político y se reconozca en su diversidad y por lo tanto en su esencia humana.
Las víctimas tienen que mediar entre ser ciudadano o ser víctima, se juega de nuevo con códigos operativos que marcan una distinción jerarquizada entre ambas categorías: ser ciudadano (ser sujeto de derechos, con voz y voto político) o ser víctima y restringirse a lo que el Estado puede o no decir sobre ellas, estar sujetas y limitadas a la percepción externa no ontológica sino institucional; se reduce la acción y la palabra queda opacada en un silencio que legitima un discurso dominador, el concepto de víctima ha tenido una carga social y cultural que marca una diferencia no marcada por una inclusión democrática sino por juegos de poder y relaciones opresivas contra las víctimas.
Ahora bien, existe la mirada jurídica en la que las cargas históricas y sociales parecen no existir, puesto que responde a marcos objetivos y puramente basados en una racionalización instrumentada, esta definición es:
Se entenderá por "víctimas" las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los Estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder. (La voz del derecho, 2014)
Dentro del sistema en general, las víctimas están dentro de un rol pasivo y receptor de múltiples violencias, aunque jurídicamente tanto internacional como nacionalmente se reconozca a las víctimas como individuos vulnerables por lo cual requieren atención y visibilización en todos sus ámbitos, es claro que las víctimas son transparentes en el sistema, y además de haber pasado por hechos violentos o traumáticos muchas veces en primera persona, se sigue reproduciendo la violencia desde otros campos estructurados y estructurantes: violencia institucional, simbólica, etc.
Las medidas sociales y culturales bajo las cuales operan los imaginarios y representaciones de las víctimas, está en confrontación constante entre la diferencia de víctimas y victimización, se conoce a la víctima en un hecho in facto, se desconoce la historicidad de la persona, y se ve (al menos gran parte de la sociedad civil) como aquel individuo ajeno, ese “otro” que llega a irrumpir; es por ello que es tan necesaria la verdad, la no repetición y por supuesto: la reconciliación, de esta forma el último documento del Alto Comisionado para la Paz, en el quinto punto dice los dos pilares sobre los cuales se debe edificar una verdadera paz:
Derechos humanos de las víctimas y 2. Verdad, tratando de dar contenidos que satisfagan las reivindicaciones de quienes han sido afectados por la larga confrontación respecto a cuya solución política hoy, mediante estos nuevos consensos e importantes medidas y acuerdos de desescalamiento, hemos dado un paso fundamental de avance para la construcción de la paz estable y duradera y la finalización de una guerra de más de medio siglo que ha desangrado al país. (Alto Comisionado para la Paz, 2016, pág. 124)
El proceso de paz con las Farc-Ep en Colombia ha dejado a entrever un conflicto ético que no solo acontece a las víctimas, victimarios o al Estado, sino a la sociedad civil colombiana en su generalidad, es por ello que en el acuerdo se habla de una construcción de paz, y esta debe ser edificada sobre la erradicación de prácticas individualizantes y homogeneizantes, es decir, la paz se logra de manera conjunta resaltando una moral colectiva justa, consciente, que tenga como finalidad el reconocimiento de la diversidad de los seres humanos, dejando de lado las heridas de la guerra y luchando para una plena reparación a las víctimas, es así como la finalización de la guerra no se enmarca en un plano netamente político, sino también ético, en donde la población colombiana debe contribuir desde su ser a un “nunca más”.
Siguiendo con lo anterior, el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su Informe “Basta Ya” relata cómo se vivió la guerra en lugares en donde está aconteció de forma constante y sistemática, en dicho informe se puede ver lo relevante que es crear memoria, relatar lo vivido y desmentir los mitos, crear aquellos cuadros interpretativos en donde la historia no se politice, y tenga en su base lo más relevante en un proceso de paz: dar responsabilidad de acción y omisión, y ahí es en donde se encierra uno de los dilemas éticos más grandes en relación a las víctimas: ¿Somos todos culpables?, se legitimó la violencia y se aceptó en la cotidianidad, es por ello que aunque los relatos sobre las víctimas no son públicos es necesario dar el papel merecido dentro de la estructura social, política y cultural del país; el CNMH deja por sentado que aunque“es un acontecimiento reciente la emergencia de las víctimas en la escena social y en los ámbitos institucionales y normativos.” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013, pág. 14) su posición en dentro de la historia, lo contado y lo vivido es la construcción de paz en su vivo ejemplo.
El perdón en los procesos de paz, entra a estar en un rol determinante en la configuración de la negociación y la relación entre víctimas-victimario-Estado-sociedad civil, aunque es un concepto que está anclado en valores religiosos, resalta el compromiso axiológico al que se está enfrentando el Estado colombiano y toda su multiplicidad de actores envueltos en el pos acuerdo, es por ello que el perdón marca una posición referente en el reconocimiento simbólico de las víctimas en el escenario público; el perdón reconfigura la justicia restaurativa y transicional, en la que los mecanismos y dispositivos jurídicos como la amnistía y la Comisión de la verdad, demuestran que el tránsito que se debe llevar a cabo para superar el conflicto armado en Colombia y sus consecuencias sociales y políticas, también está atravesado por características éticas, el Alto Comisionado para la Paz dice:
Luego de la firma del Acuerdo Final, de actos de reconocimiento y de contrición en los cuales el Gobierno, las FARC-EP y diferentes sectores de la sociedad que puedan haber tenido alguna responsabilidad en el conflicto, reconozcan su responsabilidad colectiva por el daño causado y pidan perdón, asumiendo cada uno lo que le corresponde, como expresión de voluntad de contribuir a un definitivo Nunca Más (Alto Comisionado para la Paz, 2016, pág. 178)
Ahora bien, el perdón no se puede dejar en la categoría abstracta y lejana, es decir, no basta con el discurso en donde el perdón, y por ende el arrepentimiento es dicho a las víctimas por el Estado o ex comandantes de las Fac-Ep, el perdón debe estar acompañado por la intervención mediata en la realidad afectada, ya sea por trabajos sociales, prácticas comunitarias, etc.
Además del reconocimiento de responsabilidad y del pedido público de perdón, estos espacios podrán incluir también la manifestación del compromiso de contribución con acciones concretas a la reparación integral de las víctimas, a la convivencia, a la no repetición y en general al proceso de construcción de la paz. (Alto Comisionado para la Paz, 2016, pág. 178)
Reyes Mates, describe algunas tesis que son necesarias para entender y repensar el papel de víctima en la sociedad colombiana: 1. sin memoria no hay injusticia; 2) la justicia es una memoria determinada de la injusticia; 3) la memoria abre expedientes que la ciencia clausura; 4) la memoria permite una actualización crítica de la antigua justicia general; 5) sin memoria la justicia global no es universal; 6) la memoria no es la justicia sino sólo el inicio de un proceso que acaba en la reconciliación (Reyes, 2011, pág. 1), la memoria es aquella herramienta política que al ser política posiciona un discurso; las víctimas tienen la labor conjunta a la sociedad civil de reinventar la historia y de contar y crear aquellos cuadros sociales que representa las vivencias de la guerra, desde la visión más humana, digna y ética posible.
Finalmente, se debe decir que las víctimas quieren justicia; el olvido o el recuerdo, de qué modo contar la historia y quién la contará dependerá de lo que en este momento las generaciones venideras y existentes estén dispuestas a hacer: “Yo soy si tú eres”, no puedes vivir sin el otro, si la cultura se transforma y por ende, las diferentes idiosincrasias, cosmovisiones, ideologías y formas de interpretar el mundo cambian hacia una finalidad y éticamente correcta, la construcción de paz no tendría que cuestionarse o negarse.
Referencias bibliográficas
Alto Comisionado para la Paz. (24 de 11 de 2016). Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Obtenido de http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-conversaciones/Documentos%20compartidos/24-11-2016NuevoAcuerdoFinal.pdf
Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013). ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: CNMH.
Gatti, G., & Martínez, M. (2017). Presentación: El ciudadano-víctima. Notas para iniciar un debate. EDITORIAL, 8-14 .
La voz del derecho. (05 de 12 de 2014). Diccionario Jurídico: Concepto de víctima en el derecho internacional. Obtenido de http://www.lavozdelderecho.com/index.php/actualidad-2/corrup-5/item/2822-diccionario-juridico-concepto-de-victima-en-el-derecho-internacional
Reyes, M. (2011). Tratado de la injusticia. Anthropos, 1-8.
Vanessa Baracaldo
Estudiante de Sociología
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) abril 2018 No. 6