Economía colaborativa: tecnología y globalización

Jessica Tatiana Roncancio González*

El fenómeno de la globalización ha cambiado la forma en que consumimos y vivimos, es por este motivo que uno de sus principales causantes, la tecnología, también afecta la economía y la sociedad a nivel global, principalmente por medio de algo conocido como la economía colaborativa, que da un giro a la manera en que las empresas obtienen beneficios, debido a que dejan de ser ofertantes para ser intermediarios. De allí que surja una pregunta importante ¿es esta idea tan buena como la venden?

 Día a día, se evidencia que las nuevas tecnologías con sus consecuentes plataformas digitales marcan el rumbo de la globalización, lo cual tiene diferentes influencias en ámbitos económicos, políticos, sociales, laborales, educativos, entre otros, a nivel nacional e internacional. Como se sabe, la globalización se traduce en la liberalización de los mercados, permitiendo así el traspaso de fronteras a bienes, servicios, capitales y hasta personas. De esta manera, últimamente se ha intensificado el emprendimiento empresarial por medio de la expansión tecnológica, que modifica la manera en que consumimos y nos relacionamos, generando así una transformación social a nivel global. De donde resulta que las nuevas plataformas del mercado abarcan lo conocido como economía colaborativa, la cual se intensifica cada vez más por medio de la expansión tecnológica, las redes sociales y el acceso inmediato a la información.

Cuando tratamos este tema nos enfrentamos a diferentes disyuntivas por las cuales guiarnos, siendo este un producto del avance tecnológico que facilita la vida en la manera del consumo por medio de un sistema de mercado virtual; pero así mismo se deben tener en cuenta las externalidades negativas que genera en la economía, incluyendo ésta implicaciones sociales, publicas, laborales, medio ambientales y legales. Es por tal motivo que para plantear una postura frente al tema es necesario conocer a profundidad lo que genera la conocida economía colaborativa. Por tanto, en el presente escrito se descubrirá si este sistema alternativo tiene tantas ventajas y es tan óptimo que podría sustituir al actual.

Antes de continuar, cabe resaltar que “la economía colaborativa es una ola de nuevas empresas que utilizan Internet para unir a los clientes con proveedores de servicios para intercambios en el mundo real, como alquiler de apartamentos a corto plazo, viajes en automóvil o tareas domésticas.” (Slee, 2015). Con respecto a este tema existen muchas y muy variadas opiniones, hay quienes dicen que constituye una buena fuente de beneficios sobre productos y servicios que ahorra dinero, espacio y tiempo (Botsman y Rogers, 2011). Aunque otros consideran que es una nueva forma de economía sumergida y competencia desleal (Aznar y Abogados, 2018). Ahora bien, para dar una opinión se necesita conocer las repercusiones tanto positivas como negativas de la economía colaborativa.

Por una parte, se encuentra la idea de la rapidez de las telecomunicaciones, la cual permite la reducción de costos, siendo estas dos razones fundamentales para las rentabilidades esperadas de las empresas, además de la ayuda medioambiental que proporciona el consumo compartido. Un punto que ha tenido bastante relevancia es el referente a que se fundamenta en el empoderamiento de personas comunes a través de dinámicas de intercambio (Vegara, 2017); en otras palabras, trata de ser un factor diferente al sistema tradicional, en este último quien posee los medios de producción es quien tiene el poder, lo cual es completamente contrario a lo que sucede con la economía colaborativa, ejemplificado por lo siguiente:

1 / Uber, la empresa de taxis más grande del mundo, no tiene ningún coche, 2 / Airbnb, el mayor proveedor de alojamiento del mundo no tiene inmuebles, 3 / Alibaba, la empresa de venta al por menor de mayor valor del mundo carece de inventario, 4 / Facebook, la plataforma de contenidos más popular del mundo, no es propietaria de ningún contenido (Buckland, Val y Murillo, 2016)

Lo comentado anteriormente forma un debate con respecto al tema, debido a que se dice que personas comunes pueden ser empresarios por medio de la economía colaborativa, cuando en últimas, se encuentran al servicio de las plataformas digitales dispuestas por las empresas que no tienen los bienes o servicios que ofrecer, es decir, tanto clientes como proveedores le generan un valor agregado al intermediario a través de la tecnología, que en este caso vendría siendo un paralelo a los medios de producción de los que tanto hablaba Marx; entonces, ¿Es la tecnología el nuevo medio de producción para el mundo globalizado actual o es un tema de innovación dado por un cambio cultural que incluye la generación de los millenials? ¿Es por este medio que los intermediarios se pueden convertir en grandes empresas a nivel internacional?

Teniendo en cuenta el aumento de rentabilidades de las empresas que hacen parte de la economía colaborativa y su gran incursión y expansión en el mercado tradicional, se puede ver que la globalización y el mundo digitalizado han cambiado la forma de generar valor agregado y los medios de producción, que solían consistir en maquinaria o instalaciones físicas, se convierten en conexiones instantáneas para el intercambio. Por otra parte, es la generación joven actual la que le ha dado el impulso necesario a este tipo de empresas, debido a su sentido de independencia, de libertad, pero de la misma manera, de estrecha vinculación con la tecnología.

Volviendo a lo que nos ocupa, aunque esta innovación tenga bastantes beneficios para los propietarios de las empresas, además de ser un factor de emprendimiento a nivel mundial, no todas sus consecuencias son positivas, y es por esta razón que ha tenido grandes polémicas en diferentes países que no quieren permitir su entrada pero que han tenido que adoptarlas por la manera en que la tecnología invade las leyes desactualizadas en esta cuestión.

Es aquí cuando se llega a los inconvenientes de la economía colaborativa, donde el principal problema con este sistema, como con muchos otros que se forman con el objetivo de una mejora ecológica y social, es la tendencia a olvidar eso que los motivó a surgir, dejándose guiar por sus intereses económicos para aumentar los beneficios financieros, transformando sus usuarios en herramientas de maximización de unos pocos (Vegara, 2017). Es en este momento donde la economía colaborativa deja de ser tan buena y eficiente como se cree, ya que al cambiar de enfoque las empresas empiezan a buscar los vacíos legales de los países donde quieren incursionar, influenciando socialmente la población del lugar que se ve afectada por medio del mercado laboral principalmente.

Con respecto a lo anterior, la economía colaborativa es criticada por ilegalidad, autorregulación y elusión fiscal, aparte del cambio hacia la flexibilización del trabajo en países en vías al desarrollo que resta un beneficio social a los trabajadores. En base a esto, por medio de las plataformas digitales, las empresas evaden responsabilidades financieras con el estado, debido a la ilegalidad que manejan, ya que no cuentan como empresas ante ley en los países donde se encuentran, entonces no tributan sobre las actividades que realizan. A raíz de lo último, el estado debería tener una mayor relación con la economía colaborativa y permitir que tanto el mercado directo como por plataformas sea equitativo en cuanto a la legalidad y la situación fiscal de cada una, donde esto a su vez preserva la competencia y favorece al consumidor. Por otra parte, los trabajadores se convierten en independientes, asumiendo los pagos de seguridad social; en otras palabras, el debate sobre la flexibilización del trabajo entra a colación, puesto que las personas pueden ganar más dinero pero así mismo incurren en un coste de oportunidad que afecta su salud, riesgos y pensión.

Concluyendo y según lo descrito anteriormente, la economía colaborativa representa la nueva economía apoyada cultural y socialmente, con la tecnología como la innovación que facilita los mercados internacionalmente, la cual sí podría reemplazar la manera tradicional de intercambio directo de bienes y servicios, pero no cambiaría la forma en que las empresas generan beneficios, ya que este sistema “alternativo” se traduce finalmente en el mismo mercado tradicional donde las empresas ganan dinero a partir de la plusvalía generada por sus trabajadores, con la diferencia de la tecnología como medio de producción que sirve para el acceso a información inmediata que permite aprovechar los mercados para abarcarlos.

Referencias
Aznar, A. y Abogados, P. (2018). Una 'regulación' de la economía colaborativa - Expansión. Recuperado de: http://www.expansion.com/juridico/opinion/2018/03/20/5ab15be5ca4741c7118b4588.html 
Botsman, R. y Rogers, R. (2011). What's mine is yours: The raise of collaborative consumption. London: HarperCollins.
Buckland H., Val E. y Murillo D. (2016). Nosotros compartimos. ¿Quién gana? Controversias sobre la economía colaborativa. España: ESADE, Instituto de Innovación social
Vegara D. (2017). Informe económico y financiero. España: ESADE, Departamento de economía, finanzas y contabilidad.
SLEE, T. (2015). The Sharing Economy. In What's Yours Is Mine: Against the Sharing Economy. New York; London: OR Books. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/j.ctt1bkm65n.3 

Jessica Tatiana Roncancio González*
Estudiante de Economía
Universidad Santo Tomás
Redactora de la sección Univer-Citario

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2019 No. 9

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