Daniel Rodríguez Gallego*
“El relativismo cultural que elogia la virtud de los oprimidos y exalta los particularismos comunitarios, funciona en realidad como la contraparte de un capitalismo que, después de la caída del muro de Berlín, ya no tiene enemigos ‘Universales” (Zizek, 2001)
El propósito de este texto en analizar las contradicciones inherentes al sujeto revolucionario conforme al curso de la normalización de cierto de tipo de acciones de enfoque crítico y contestatario anquilosadas a un sistema de creencias que obedecen a una cadena de causalidades. Para ello se asume la postura de que las identidades orientadas políticamente, primero, son construcciones aplicables al resto de esferas de la vida de un individuo y segundo que son adecuadas como principios apócrifos de una latencia contextual en un marco socio-político. Por consiguiente, el sujeto revolucionario carece de una razón de ser constitutivamente, por tanto debe aprehender las construcciones públicas que son estéticamente formales a los acontecimientos y las identidades de uso y que su única razón de ser es consagrarse a un presente vivido colectivamente. Así, el sujeto sospechosamente ausculta por la crítica de la soberanía y autodeterminación para rendir pleitesía a unas causas que involucran su personalidad en el nombre la organicidad social y el cambio, siendo prescindible y doblemente funcional a la máquina anti-trágica que es el sistema capitalista. Para ello, necesitaremos a Zizek, Michel Maffesoli y Richard Sennett, quienes perfilan el horizonte del diálogo.
El sentido y contundencia de los cambios sociales han estado decididos sobre la envergadura de principios conforme a fines prescritos, su programación reconoce el fluido rizomático de la más diversa índole con la ausencia de una matriz articuladora. Se le concede su naturaleza, más bien, a la confluencia de coincidencias temporales y atemporales que siguen el curso vertiginoso de su caótica procedencia, aun así, el aglutinamiento de un malestar colectivo acata a la visión holística de todas sus partes; movimiento y censura, emoción y contemplación racional, negativa y reconocimiento ¿sus demandas? la exigencia de un deber ser que jalona al centro de todas las voluntades ¿las probabilidades? siempre serán éticas. Merton (1995) sostenía que la anormalidad de la estructura social se convertía en norma en su generalidad, semejante a Kant (2005) cuando hablaba de que la universalidad de las ‘máximas’ eran garantes de la ley moral. Así pues, la palingenesia de los hacedores del cambio confiaba de los propósitos seudópodos arrodillados antes la autoridad de las metas. Ahora bien, el sujeto de vanguardia padece las mismas sensaciones, pero le falta una que aparentemente es aprehensible para él, las metas. Si bien, la tradición epistemológica propone la apreciación del mundo exterior como parte de un proceso del conocimiento y subjetivación con base en el contorno del sujeto, “su afuera”, es decir que la formación del pensamiento está adosada a la afirmación del mundo sensible y su exposición a la razón, ésta contemplando la creación exponencial de mundos posibles como bastión de su razón de ser en el mundo. En la actualidad el escrutinio de lo público a expensas del sujeto está blindado bajo los preceptos de resistencia y oposición, auspiciada por una multiplicidad de identidades justificadas por la libre interpretación cognoscitiva de la realidad. No obstante, como lo sostiene Richard Sennett en su libro, “el declive del hombre público”, el sujeto del capitalismo moderno se ve motivado a participar fuera de su vida privada siempre y cuando el mundo de afuera amenace sus nociones psicológicas, esto da cuenta de que la operatividad de las condiciones de posibilidad del sujeto dependen del contraste cognoscitivo y aprehensible de la vida pública y privada.
De esta manera, la dicotomía entre poder y resistencia sugerida de Michel Foucault , es referente y proporcional al entorno del sujeto pensante, es decir, el mundo en donde vive. En esta medida la resistencia y la presencia de poder en todas las esferas de la sociedad supone el arquetipo de un ambiente circular en el que se reproduce y redefine constantemente al clima de una máquina abstracta . Esto quiere decir, que la resistencia del sujeto revolucionario amparada en la idea del multiculturalismo en el marco de luchas nominales de soberanía no son más sino que funcionales a la máquina anti-trágica que mantiene el diálogo artificioso entre resistencia y poder, catapultando y fortaleciendo el metabolismo de dicha máquina, el capitalismo.
Por otro lado, entender la crítica al historicismo que hace Zizek nos aproxima al objeto de nuestro interés, sobre la lupa de Lacan, Zizek hace una revisión de la filosofía alemana para hallar salidas al capitalismo cultural que relativiza las luchas sociales e impide que el capitalismo tenga un enemigo universal del que padece post - muro de Berlín. Dice que Descartes a través de la duda metódica descubrió la pulsión de muerte del psicoanálisis: el sujeto cartesiano desconoce todo salvo que está dudando, esa hendidura y división constitutiva es el fundamento de su incapacidad para ordenarse plenamente, ésta es la razón por la que el ser humano en su vacío inherente se aferra a la ilusión inmediata y más conveniente para favorecer el sufrimiento de no saber nunca quién es. En efecto, es la interpelación la que saca al sujeto de su estado agonal y compensa la ausencia del “yo” a través del espejo del otro. Las instancias que impedirán que lo “real” devenga sobre la ilusión será el consumo, ya que su imposibilidad de transparencia radica en que su identidad la obtiene de forma derivada a través de la mirada de los otros. En este sentido para efectos de una crítica del sujeto revolucionario actual asumimos que la ideología ya no es la “falsa conciencia” de la que hablaba Marx y que el síntoma era su exterioridad, sino por el contrario, la ideología es el estado normal de la conciencia del sujeto como una forma aparentemente autónoma de significarse a sí mismo, lo que se pasa por alto, es que su carácter constitutivo está en el vacío de no saber quién se es .
Adicionalmente, el sociólogo de la vida cotidiana Michel Maffesoli da cuenta de una transformación de la noción de individuo en la modernidad -para él posmodernidad-, pues la asunción del advenimiento simultáneo del individualismo con la modernidad acarrea la desestructuración de las relaciones comunitarias pre-modernas que solidificaban la estructura social. Sin embargo, halla que en la actualidad hay una atmósfera de reencantamiento de la existencia sin fines prototípicos salvo uno único, el de “estar-juntos”, para él, la identidad del sujeto dejó de ser narcisista para otorgarle paso a lo que llama “narcisismo colectivo”, bien, para dirigirse a la tendencia de las sociedades de actualizar su “yo” de acuerdo a las situaciones pretendientes en el marco de una única necesidad, la sed de hacer parte de algo. La incertidumbre del sujeto queda al alcance de las banalidades y trivialidades que no tienen fin anunciado; en el momento en que el objetivo no es más que vano y que la distinción entre los grupos depende del tótem al cual se adhieren la apuesta es la ganancia inmediata, la ganancia de poder, de reconocimiento. Aparte, asume que el aroma inmoral que inunda la posmodernidad tiene el realce ético de cohesión comunitaria y ello se lo debe a la estética como eje articulador de los sujetos, quiere decir, que la simpatía emotiva que reajusta a los sujetos la componen instrumentos de exposición artística más que de normalización moral en el marco de las ideas y de los proyectos políticos en su efecto, más bien, la divinización de la identidad como pretexto de escarceo es la exigencia del panorama en miras del deseo de no estar solo (Maffesoli, 2007)
Por otra parte, en la ética nicomáquea Aristóteles dice que la virtud distintiva de la política es la sabiduría práctica, dado que concibe la estructura implícita del bien como “logos”, pero bajo la configuración de su carácter a través de la praxis para desemboca en el “ser bueno”. Así el sujeto actúa conforme al ethos donde se desarrolla referenciado a unos horizontes, en este caso estéticos que profundizan su figurativa inmediata, interpretando micropatrones que subyacen al sistema macro de la pauta estética, obviando su posicionamiento dentro de la estructura integral del bien. Es decir, el desenfreno ético por los cambios sociales están anquilosados en la contradicción intrínseca de lo estético, bajo lógicas de trivialización consciente del “ser bueno” en la normativa moral que cobija a todos en su mayoría.
“Somos tan ambivalentes ante el heroísmo como ante el valor de los objetos cotidianos que se sacrifican en su nombre. Luchamos por aferrarnos a una visión de lo incomparablemente mejor, al mismo tiempo que seguimos fieles a la crucial noción moderna del valor de la vida corriente. Simpatizamos con ambos: con el héroe y con el antihéroe y soñamos con un mundo en el que uno podría ser ambos en el mismo acto. Esta es la confusión en la que se enraiza el naturalismo” (Forero, 2008; 130)
En consecuencia, la continua personalización de los acontecimientos en la disyuntiva entre lo privado y lo público, permite la imposición del imperio de lo privado en su contrario, Richard Sennett señala que la profundización moral de la vida privada en el desacoplamiento de su contexto responde a la desconfianza y prevención de los sujetos en el escenario público y todo lo que él significa. Quiere decir Sennett, que ante la antigua vinculación de las dos esferas en otrora signadas por el control consuetudinario dentro del hogar hacia el exterior, es ahora, la pérdida de ese enlazamiento y la protección ante lo público. No obstante, captura la noción del imperativo de la psicología, la institución y aislamiento de la participación pública, en el permanente coqueteo entre las dos, contrajo la creación de un sistema de representación pública en la que en aras de protegerse del mundo exterior, el sujeto debe preparar su personalidad para la exposición y exhibición de su posición respecto a las circunstancias.
Se dirá, por supuesto, que todo lo político es personal dado que yace del intersticio de una tensión permanente entre el discernimiento institucional que detentan los hacedores de política y su decantación a todas las esferas que por definición son consecuencia de ellas, claramente delimitadas por un Estado, sin embargo, el asunto se agudiza de profundo en el contexto de un desacoplamiento estructural en el esqueleto del sujeto cuando la praxis del “hacer el bien” corresponde a dispositivos nuevos de soberanía absoluta.
Finalmente, se hace necesario revisar el concepto de máquina anti-trágica debido a que es evidente que las luchas en nombre de causas solidarias y cohesionadas, aunque necesarias, para la estructura y permanencia del cambio social, adolecen de un sujeto que garantice ese exponencial conflicto inasible e inaprensible que lo constituye. La adscripción involuntaria a pautas totalizantes merced a la construcción de mundos posibles, reproducen la contención ilusoria de las ideologías y consecuentes ansiolíticos como fundamento de la dicotomía poder y resistencia, esto puede apenas verse en cómo la resistencia combate sobre las reglas del poder. El Ser humano como máquina trágica y conflictual en su esqueleto de sujeto debe garantizarse en todo orden social, contemplando la manufactura ideológica como característica inherente al sujeto en cuanto a su subjetivación, esto último como razón de ser por su vacío constitutivo. Así pues, el ascenso social de la personalidad como régimen sine qua non de la modernidad debería des-trascendentalizar las luchas y empezar a cuestionarse la inmanencia de su voluntad de poder.
La máquina anti - trágica no corresponde al vitalismo de una democracia participativa que involucre en ella, puesto que lo político debe garantizar el estado transable de los conflictos que mantiene una sociedad fragmentada, es esto rendirse merced a la existencia de diversos órdenes y evitar la domesticación del campo de las diferencias, al contrario, lo político no es la consumación de un estado armonizado de consciencia plural sino la consistencia vindicativa del poder. Para este caso, el sujeto revolucionario está en medio del pretexto del antagonismo que se destaca no más indemne ante la depravación y colonización del poder, guarnecido en la solidez de principios teóricos y cognoscibles que no hacen más que blindar la personalidad y distanciarse de su pragmatismo. Este sujeto y la máquina anti - trágica son semióticos, pues no están fuera de sí y uno se alimenta del otro, por un lado, la morigeración de la máquina que aboga por la estabilización y la aquiescencia, algo que en consecuencia la tragedia del conflicto ve ominoso pero qué obstante lo hace parte de sí. Por el otro, el falibalismo del sujeto que como insumo tiene la estética y su justificación, no menos importante, sin embargo, a expensas de no más que entrar en el juego del lenguaje de la confrontación y salvaguardarse del enjuiciamiento y entrar en la lógica del autogobierno estepario que tanto teme.
Notas
1 Los principales textos que se tendrán en cuenta de estos autores son: Zizek, S. (2001). El espinoso sujeto: el centro ausente de la ontología política (No. 20). Grupo Planeta (GBS). Maffesoli, M. (2007). En el crisol de las apariencias/In the Crucible of Appearances: Para Una Etica De La Estetica/for an Ethic of the Esthetics. Siglo XXI y finalmente, Sennett, R., & Di Masso, G. (2002). El declive del hombre público. Barcelona: Península.
2 Las máximas son los principios prácticos subjetivos que describen el modo de conducirnos dadas tales y cuales circunstancias.
3 Renacimiento o regeneración de un ser vivo después de la muerte real o aparente.
4 Tomamos el término de la biología que hace referencia a la prolongación del protoplasma de ciertos protozoos y células libres, que les sirve para desplazarse y capturar alimentos.
5 Michael Focault tiene dos períodos, el arqueológico, su época fue cuando escribía (la historia de la locura en la época clásica) y el genealógico que fue luego del orden del discurso (Foucault, M. (1992). El orden del discurso [1970]. Buenos Aires: Tusquets Editores.) En el primero asume la visión del poder como represiva, restrictiva, tiránica, enmascarable y la resistencia como la forma contrastar ante su despliegue. Por otro lado, el genealógico deja de entender éste como un aparato jurídico del Estado y la da paso a la tonalidad del poder como productivo y creativo, en la que su resistencia es equivalente y no es posible sin su existencia.
6 Deleuze y Guattari usan este término para denotar la trascendentalización de la inmanencia, es decir, la presencia en todo lado de algo, en este caso, nos referimos al sistema capitalista.
7 Este concepto es primeramente utilizado por Nietzsche en su libro “el nacimiento de la tragedia” de 1872 para referirse a la mitigación del conflicto inherente al ser humano.
8 Véase lo real como la hendidura y sufrimiento de no saber quiénes somos, Lacan lo tipifica en: Lacan, J. (1953). O simbólico, o imaginario o real. De los nombres del padre, 11-64.
9 Guarda relación con la noción de máquina anti-trágica que mencionamos más arriba. Si resolvemos diciendo que el sujeto necesita de la ideología para vivir, el interregno hace parte de ella. Cuando mencionamos que el capitalismo es una máquina anti-trágica hacemos honor al potencial de mutabilidad y adaptación que tiene en su cadena de significantes. Es decir, que el flujo que existe entre poder y resistencia es un ansiolítico que a la conciencia de los sujetos mengua la exposición de lo real, el conflicto y finalmente lo deja taciturno en su natural atmósfera, el conflicto mismo.
10 Prueba o tentativa que se realiza de una acción, actividad o trabajo antes de comenzar su desarrollo de una manera continuada y definitiva.
11 Es la doctrina lógica que sostiene la posibilidad de que una proposición dada puede ser negada, cambiando su valor de verdad y a partir de ella obtener una nueva discriminación certera acerca de lo conocido.
Referencias
Forero, Y. M. (2008). Epifanías de la identidad: la comprensión multiculturalista de Charles Taylor. Pontificia Universidad Javeriana.
Kant, I., Orts, A. C., & Sancho, J. C. (2005). La metafísica de las costumbres. Madrid: Tecnos.
Maffesoli, M. (2007). En el crisol de las apariencias/In the Crucible of Appearances: Para Una Etica De La Estetica/for an Ethic of the Esthetics. Siglo XXI.
Merton, R. K. (1965). Teoría y estructura social. México DF: Fondo de Cultura Económica.
Zizek, S. (2001). El espinoso sujeto: el centro ausente de la ontología política (No. 20). Grupo Planeta (GBS).
Daniel Rodríguez Gallego*
Estudiante de Sociología
Universidad Santo Tomás
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ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2020 No. 13