La ética y la moral como construcción social en tiempos del modelo neoliberal

Andrea Rodríguez Hernández*

Los aspectos sociales e históricos hacen que la moral esté en continua transformación. Las ideas que en un momento determinado de la historia se tomaron como válidas, luego de un proceso de “evolución” social, se empiezan a cuestionar, generando contradicciones, rupturas y cambios en la cultura, las costumbres, creencias, tradiciones, etc., aspectos que inciden en el comportamiento humano y en la determinación de lo que es el “deber ser”, el cual trae implícitos una serie de valores que son los que se espera sean practicados en la sociedad y con los cuales se buscan formas de actuar consideradas como adecuadas por la colectividad.

La moral, adquiere un aspecto social e individual, en donde actuamos de forma libre (de acuerdo con una reflexión y decisión individual), pero nos vemos permeados por lo social, que condiciona nuestro comportamiento y nuestras decisiones. De esta forma, en una sociedad abierta y globalizada como la actual, estamos subordinando la ética y lo moral a la marcada influencia del capitalismo y la economía de mercado, que con una tendencia hacia la “maximización del beneficio económico” nos lleva más hacia consumismo y a la defensa de unos valores económicos que al desarrollo de la sociedad.

El modelo neoliberal en el que estamos inmersos, privilegia una ética individualista donde lo que importa son los intereses privados, donde el fin justifica los medios, y donde el modelo adquiere un poder tal que le permite generar una ideología y cambio en el pensamiento de las personas.

Por una parte, al hacer énfasis en la idea de que la riqueza y el tener son los aspectos fundamentales para el desarrollo, se han formado personas con un marcado pensamiento económico que se presta para actuaciones donde el “todo vale”, perdiendo el sentido de las reflexiones y el análisis de nuestras decisiones morales. Si bien es cierto que no podemos ser totalmente éticos, toda vez que estamos expuestos a una serie de sesgos (prejuicios, sesgos que favorecen a nuestro grupo de tenencia y conflicto de interés), debemos tener en cuenta siempre las consecuencias que tendrán nuestras acciones, toda vez que, al conocer los hechos y los efectos de las situaciones sobre las cuales hemos decidido actuar, estamos asumiendo, implícitamente, una responsabilidad moral.

Es quizás esa falta de análisis reflexivo la que nos ha llevado a aceptar como “común” situaciones como la corrupción, donde claramente se lesiona la dignidad de la sociedad y se promueve el oportunismo. Cada vez son más los casos de corrupción, tanto en el sector público como en el privado, y de ellos terminan en la impunidad, por lo que nos hemos ido acostumbrando a este tipo de situaciones. Esto ha conllevado en cierta forma a que nos volvamos indiferentes, sin ejercer una sanción social y, en consecuencia, generando el debilitamiento de los procesos democráticos, reduciendo la participación de la sociedad civil.

Por otra parte, en el sistema educativo actual, se observa que, si bien se trata el tema de la ética y las reflexiones morales, tanto en el campo personal como profesional, es inevitable llegar a la pregunta de ¿qué es lo que se considera y lo que se enseña como ético?, pues como lo hemos visto hasta ahora, la ética y la moral son construcciones sociales, y si tenemos en cuenta que lo social cada vez se torna más económico, ¿no se estará entonces privilegiando y difundiendo inconscientemente una ética económica centrada en los “valores” e ideales neoliberales? Este sistema/modelo se ha implementado en la mayoría de los países, por lo que ha adquirido un poder tal que le permite configurar una ideología económica e influir en las diferentes instituciones (gobiernos, empresas privadas, organismos multilaterales, entre otras), quienes, en su dinámica y comportamiento cotidiano, privilegian los valores que la ideología predominante defiende.

De esta manera, en el sistema educativo (donde se enseña la técnica y los conocimientos) se forma para un ejercicio profesional eficiente, subordinado a la competencia y a los requerimientos que exige el mercado. Así mismo, en las empresas se promueve un ambiente bajo el cual se establecen ideas que favorecen los intereses de la ideología dominante y se construye un tipo de pensamiento que se transmite a todos los niveles sociales, bajo el cual prima el concepto de eficiencia y donde parece que las decisiones económicamente buenas son consideradas como éticas.

Como respuesta a esta situación es necesario generar cambios en la cultura y empezar desde nuestras propias organizaciones; se debe buscar una ética organizacional, donde se tengan unos valores compartidos y el objetivo sea no solo la ganancia económica, sino el crecimiento de todos los integrantes, sin olvidar que estos valores son construidos, interiorizados y practicados libremente por todos y para el beneficio de todos.

Si bien es cierto que hoy en día no se tiene un único código moral, sino que se ha llegado a una multiplicidad de morales, cada una con unas normas, criterios, ideologías y puntos de vista propios, además de la tolerancia, se hace necesario generar unos conceptos base o valores mínimos que deben ser reconocidos por todos, generados a partir de la interacción de la comunidad y en búsqueda de un beneficio común (con un énfasis en el ser más que en el tener).

Como profesionales y parte de una sociedad civil es necesario cambiar de actitud, aunque somos parte de un sistema económico-productivo, siempre debemos efectuar una reflexión crítica de nuestras actuaciones y asumir una responsabilidad moral por ellas. Es necesario convertirnos en “gestores de confianza”, analizar las causas y efectos de nuestras decisiones, involucrar a los stakeholders (grupos de interés) y construir un ambiente de desarrollo conjunto, donde la suma de nuestras decisiones fortalezca y promueva una sociedad más humana, verdaderamente democrática y participativa.

Bibliografía

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Yarce, Jorge (2012). La ética en la comunidad y el sistema social. Quinto Foro de ética empresarial.

 

Andrea Rodríguez Hernández*
Estudiante de Especialización en Finanzas
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO- Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea)  septiembre de 2016 No. 1

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