
Miguel Ángel Parada Dimate*
En un mundo dominado por pantallas y algoritmos, las redes sociales se han convertido en espejos distorsionados donde la identidad se fragmenta y el pensamiento crítico se debilita. Este texto propone una mirada a ese fenómeno a partir de dos metáforas clásicas —la caverna de Platón y la isla de Golding— para revelar cómo la ilusión digital moldea nuestra manera de ver, actuar y ser.
En la era de la hiperconexión, las redes sociales han pasado de ser simples herramientas de comunicación a convertirse en entornos que moldean identidades, condicionan opiniones y, en muchos casos, reducen la capacidad de construir un pensamiento crítico autónomo. La constante exposición a imágenes filtradas, narrativas manipuladas y dinámicas de validación externa genera una ilusión de libertad que, en realidad, funciona como un mecanismo de control sutil. Este artículo reflexiona sobre cómo las redes sociales influyen en la pérdida de autenticidad y autonomía intelectual, analizando esta problemática a través de dos referentes clave: El mito de la caverna, de Platón, y El señor de las moscas, de William Golding. Ambos ofrecen metáforas potentes para comprender las dinámicas de manipulación, dependencia y conformismo que caracterizan al ecosistema digital actual, con el propósito de cuestionar estas dinámicas, identificar sus mecanismos y promover la construcción de una esencia personal sólida y un pensamiento crítico activo.
Las redes sociales se presentan como espacios de libre expresión, pero con frecuencia funcionan como cámaras de eco en las que los algoritmos priorizan contenidos que refuerzan creencias previas y fomentan la polarización, como advierte Pariser. En este entorno, la validación externa —likes, seguidores, comentarios— se convierte en la medida del valor personal. Bauman señala que, en la “modernidad líquida”, las relaciones y las identidades se vuelven frágiles y cambiantes, adaptándose constantemente a la mirada del otro, lo que conduce a una pérdida de autenticidad y a una crisis del yo. A este fenómeno se suma lo que Byung-Chul Han denomina “narcisismo digital” y “autoexplotación”: el individuo, convertido en empresario de sí mismo, queda atrapado en la promoción constante de una imagen idealizada que termina por consumirlo.
Platón describe en El mito de la caverna cómo los prisioneros confunden las sombras con la realidad, sin cuestionar lo que ven. En la actualidad, esas sombras pueden entenderse como las representaciones cuidadosamente editadas que circulan en redes sociales: fragmentos de vidas ajenas seleccionados y filtrados para proyectar un ideal. Salir de la caverna hoy implica interrumpir el consumo pasivo, cuestionar las narrativas predominantes y exponerse a fuentes diversas, aunque estas confronten nuestras creencias. También exige reconocer que el algoritmo no es neutral: prioriza aquello que genera mayor interacción y tiempo de permanencia, no lo que es más veraz o constructivo.
En El señor de las moscas, Golding muestra cómo, en ausencia de estructuras sólidas, las personas —especialmente los jóvenes— pueden ser arrastradas por la presión grupal hacia comportamientos destructivos. En las redes sociales ocurre un fenómeno similar: discursos de odio, burlas o retos peligrosos se propagan por la búsqueda de pertenencia o visibilidad, incluso cuando contradicen principios personales. La economía de la atención refuerza este efecto, ya que el contenido más extremo o emocional tiene mayores posibilidades de viralizarse. Así, la lógica del “me gusta” y la recompensa inmediata reemplaza la reflexión pausada, y la imitación sustituye la argumentación.
Además de la presión social y la edición selectiva de la realidad, existen mecanismos tecnológicos que influyen de manera directa en cómo pensamos y actuamos en redes sociales. Entre ellos se encuentran los algoritmos de recomendación, diseñados para maximizar la retención; las cámaras de eco y burbujas de filtro, que reducen la exposición a perspectivas diversas; la economía de la atención, que monetiza el tiempo de permanencia e incentiva narrativas simplistas o sensacionalistas; y la gamificación de la interacción, con métricas visibles que fomentan adicción y dependencia emocional. En conjunto, estos elementos producen un entorno donde pensar por uno mismo no solo es inusual, sino incómodo o incluso conflictivo, pues implica ir contra la corriente del grupo.
Las redes sociales no son espacios neutros: son sistemas diseñados para influir en nuestras percepciones, relaciones y formas de pensar. El mito de la caverna nos recuerda la necesidad de salir de la ilusión y buscar la verdad, mientras que El señor de las moscas evidencia cómo la ausencia de principios firmes facilita la deriva hacia la hostilidad y el conformismo. Frente a estos riesgos, el pensamiento crítico es la herramienta más poderosa. Requiere detenerse, contrastar fuentes, dialogar y establecer límites conscientes al consumo digital. La pregunta que queda abierta es: ¿estamos dispuestos a alejarnos, aunque sea temporalmente, de los dispositivos para mirar hacia adentro, sin filtros, y reconstruir una identidad y una voz propias?
Referencias
Bauman, Z. Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
Golding, W. El señor de las moscas. Faber and Faber.
Han, B.-C. La sociedad de la transparencia. Herder.
Pariser, E. The Filter Bubble. Penguin Press.
Platón. La República (El mito de la caverna). Alianza Editorial.
Miguel Ángel Parada Dimate*
Estudiante
Universidad Santo Tomás
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades ISSN 2619-421X (en línea), Núm.29 (2024) | enero-junio

