En medio del cielo gris siempre hay un rayo de sol

Sofía Ujueta Pedrozo*

“Tu adaptabilidad al cambio es algo que realmente admiro de ti, no sé cómo lo haces. Yo en definitiva no podría”

“Solo aquellos que han sufrido pueden entender el sufrimiento ajeno”
-It’s okay to not be okay

Recuerdo la primera vez que escuché del Covid-19, estaba en la universidad, era un 19 de noviembre y estábamos compartiendo un rollo de canela con mis amigas en la cafetería de la universidad y también recuerdo que dijimos “tan raro, eso ahorita lo controlan”. En febrero del 2020 mi mamá y yo tuvimos que viajar a su tierra natal Valledupar para el funeral de su abuela, pasamos las últimas dos semanas de ese mes en familia, hablando de cómo sería diciembre sin ella, de cuánto la íbamos a extrañar y sobre todo lo desprotegidos que quedamos los viajeros de la familia, porque aunque todos tenemos diversas creencias religiosas cada vez que uno de nosotros iba a despedirse de ella su frase “Que mi Dios y la virgen María me la guarden y la guíe de regreso a casa”. La habitación se llenó de silencio y abracé a mi abuela con un brazo y a mi mamá con el otro, mi tío nos abrazó a las tres. Días después mientras los mismos cinco planeábamos los grupos para regresarnos, una de mis primas habló acerca del Covid nuevamente, en Europa y Asia era una situación compleja y alguien dijo “no se preocupen, eso no llega hasta aquí” a lo que yo desde un mecedor mirando al cielo respondí “claro que va a llegar aquí, en cuanto llegue a Brasil… habrá llegado a nosotros” y antes de que el hermano de mi mamá me reprendiera por mi comentario fuera de lugar su prima lo detuvo y dijo “ella tiene razón, no tenemos control de migración” ahí quedó el tema, esa noche se confirmó el primer caso de Covid en Brasil y nueve días después se confirma el primer caso en Colombia. Todos nos fuimos el domingo primero de marzo, unos en la mañana y los demás en la noche, después de haber compartido con familiares y amigos.

El 13 de marzo, mejor conocido como el último día normal en Colombia y varios países del continente. Fue un maravilloso día en la universidad, hicimos muchos planes para la próxima semana y el mes del negociador. Al día siguiente fui con mi mamá a una fiesta de cumpleaños de una persona que falleció mientras escribía este trabajo, la última vez que la vi fue en su cumpleaños, se veía feliz y llena de vida, acompañada de su familia y amigos, un año y dos meses después quién diría que pasaría a mejor vida sola, en un cuarto del hospital sin poder despedirse de sus hijos, su esposo y de todos los que quería.

Desde que comenzó la cuarentena obligatoria el 16 de marzo, me vi privada del contacto con el exterior, mi mamá tuvo que trabajar 4 días a la semana un día de por medio con horarios de 12 horas, mientras yo me adapté al hecho de tener que ver a todos mis compañeros por medio de una pantalla, la angustia de no saber si volvería verlos a todos, el estrés del abuso de los docentes y la virtualidad, y el temor de las noticias al ver cómo el número de contagios era cada vez mayor. Para el mes de mayo estaba agotada mentalmente, no entendía ninguna clase y lloraba pensando que el próximo semestre todo volvería a la normalidad.

El semestre terminó y mi rutina diaria era responderle medio dormida a mi mamá que la amaba, que se cuidara y que nos veíamos más tarde cuando regresara del trabajo y cuando ella estaba en casa solo esperaba a que me llamara para comer. A duras penas nos decíamos 20 palabras al día, hasta que llegó el fatídico 13 de Julio, era una mañana diferente, yo no tenía celular y mi mamá salió a trabajar a las 6:15 am le dije que la amaba, ella dijo lo mismo, le dije cuídate nos vemos en la noche. Ese día hice galletas y las guardé para que pudiera llevar a su trabajo durante la semana, también continué con el rompecabezas que ella me había pedido que terminara desde hace un mes. A las 11:22 pm llegó mi vecino de abajo y me comentó muy tranquilamente “a tu mamá la atropelló un auto… necesito una muda de ropa, su cargador y cualquier otra cosa que creas que ella necesite” me extendió una bolsa con las pertenencias de mi mamá, las puse sobre su cama y saqué un pijama nueva, ropa interior y medias, le pasé la bolsa y lo miré mientras él hablaba por teléfono con mi tío y me pasó el teléfono, él me dijo que ella estaba bien, que hasta se había reído cuando los llamó, corrí a la cocina y guardé un par de galletas y empecé a llorar, él me regañó, me dijo que no le dijera a nadie y que me acostara a dormir tranquila, yo solo le dije sí a todo y devolví el teléfono, entregué las galletas y le dije que eran por si les daba hambre o cualquier cosa, él sonrió apenado y se fue.

Yo me senté en la cama de mi mamá y lloré con la bolsa de sus pertenencias en mi pecho por horas, tenía muchos sentimientos a flor de piel, no sabía qué hacer, decir o sentir. A las 3:00 am me levanté y preparé pasta, mientras estaba en el horno arreglé el piso, mi cuarto y el de ella, me senté a terminar el rompecabezas de 1.000 piezas que había prometido terminar. Cuando no supe qué más hacer me acosté en mi cama y le pedí a Dios que por favor me devolviera mi mamá, le dije que aún era un bebé y necesitaba de ella, unos minutos después en mi correo sonó un nuevo mensaje, me senté a verlo y era un correo de mi mamá, diciendo que estaba bien, le habían hecho unas radiografías y que regresaría en la mañana, mi corazón estaba acelerado de la emoción. Revisé la hora y eran las 5:55 am. Cinco minutos (los únicos cinco minutos de sueño que tuve) después llegó mi vecino a decirme que mi tío tenía que hablar conmigo, me dijo que mi mamá regresaría a las 7:00 am, que debía tener el desayuno listo, la casa arreglada y que él se encargaba de hablar con mi abuela una vez mi mamá estuviera en la casa.

A las 10.30 am llegó mi mamá, bajé y ella me sonrió, pero sus ojitos estaban tristes. Me abrazó y me dijo que le ayudara a subir las escaleras, me dijo que estaba muy drogada y que no sentía dolor. Diez minutos más tarde en su cama me dijo que no iba a desayunar, solo se sentó en la cama y me observó mientras iba y venía con sus cosas, al final me llamó y me senté junto a ella, sus ojos estaban rojos por la falta de sueño y su carita estaba más pálida de lo normal, me pidió que por favor le ayudara a quitarse la chaqueta y al hacerlo entendí que lo que estaba viviendo era una realidad y no una pesadilla, sus brazos estaban llenos de enormes morados que se extendían por su espalda y piernas. Ella comenzó a llorar y me dijo “mi amor, perdóname. Yo sé lo mucho que te preocupas por mi y lo mucho que te mortifica el pensar que te vas a quedar sola, pero cuando el automóvil me golpeó yo solo pude pensar ‘Dios mío, mi hija está sola permíteme regresar a casa’ perdóname, en serio”. Yo simplemente la abracé lo más delicadamente que pude, con los ojos llenos de lágrimas le dije que no había problema, ella había regresado a casa y con eso yo ya estaba feliz. Antes de dormir me pidió el favor de que la llevara al baño y cuando estaba allá mi abuela llamó a su celular, salí corriendo a contestar, mi abuela entre enojada y relajada me preguntó varias cosas sobre la situación y mientras hablaba con ella escuché un grito proveniente del baño, salí corriendo a ver que mi mamá había intentado levantarse sola y el dolor volvió de tal forma que se desmayó unos segundos en mis brazos, en ese momento el pánico volvió a mi y de forma calmada y suave le empecé a hablar y mover su cuerpo con cuidado hasta que ella me habló, dijo que como no sentía ningún dolor pensó que podría levantarse sola, pero evidentemente su cuerpo no estaba listo para tal esfuerzo, se le aguaron sus ojitos y le dije que estaba bien, la tomé de una forma más cómoda para ambas y la llevé de nuevo a su cuarto.

Después de un rato le dije “tenemos un problema” a lo que ella respondió “Sí, te cortaste el cabello. Por tu culpa me llevó el carro” me reí y le dije “pues no, mi cielo. No tenemos comida” ella rio y dijo “la verdad no te ves mal, te ves diferente… Te ves bonita, mi amor” apretó mi mano y luego me indicó que tenía que hacer respecto a nuestra escasez de comida, de forma muy explícita me dijo “vas y escoges cinco tomates rojos, que no estén muy blandos porque se dañan rápido, ni muy duros porque aún no están maduros…” hizo una lista, me dio una de las tarjetas de crédito, vaciló un momento y me dio la clave “esta es una prueba de confianza. Yo sé que no vas a intentar nada indebido con esta información así que por favor con mucho cuidado”. Me fui y ella se quedó recostada hablando con mi abuela.

Fui directo a la verdulería a la cual fui varias veces antes del accidente con mi mamá, la dueña del lugar sabía quien era, pero ciertamente no sabía el motivo por el cual había ido luego de casi seis meses, me paré en frente de los tomates y quedé atónita con el color de mis manos, la vecina me dijo “hace mucho no la veía, se nota que ha estado muy juiciosa en cuarentena” la miré y le respondí que efectivamente así era. Después de un rato me detuve frente la espinaca y la acelga ¿cuál es cual? pensé, una señora mucho mayor pasó por mi lado y cogió un cilantro, tomé valor y le pregunté si por favor me podría ayudar a escoger la espinaca que mi mamá me había pedido, ella sonrió con los ojos y con mucha amabilidad lo hizo, me explicó que la espinaca es la completamente verde y debía escogerla por las hojas, ya que eso es lo que se come en realidad, le agradecí y ella me dijo que si necesitaba ayuda con algo más le avisara yo le comenté que eso era lo último de mi lista y que ya me iba, me miró y volvió a sonreír con los ojos, me deseo un bonito día y se fue. Me dirigí a la caja y muy temerosa pagué con la tarjeta, la vecina me preguntó si necesitaba recibo y dije que sí. Al salir me sentí increíble y no podía esperar a saber si había hecho un buen trabajo con mis compras así que fui lo más rápido (y seguro) posible a la casa y al entrar mi mamá estaba dormida así que preferí dejarla descansar, tomé las compras, las lavé y dejé secar antes de meterlas a la nevera, en eso sonó su celular y ella se despertó, contestó y por lo que entendí era una amiga de su trabajo, hablaron un rato y luego mi mamá me llamó para ayudarla a levantarse, quería ir al baño y también quería saber cómo me había ido con las compras, en general me fue bien para ser mi primera vez, solo tenía que mejorar con los champiñones, fresas y moras, con las semanas esa habilidad para escoger, incluso las frutas y verduras que no me gustan, mejoró mucho.

Después de un mes lleno de insomnio, clases de cocina, de cómo hacer compras, masajes musculares, medicamentos para el dolor y enseñanzas de cosas cotidianas, entre otras varias adversidades, su jefe la llamó para decirle que si estaba lista era momento de reintegrarse, mi mamá sin pensarlo dos veces dijo que sí, ya que su trabajo es nuestra única fuente de ingresos, así mismo dijo que era tiempo de dejar las muletas, yo me negué pero ella aseguraba de que estaba bien y que necesitaba regresar, así que decidió practicar en la casa el estar sin muletas y aunque aún necesitaba ayuda en el baño no era un impedimento para reintegrarse a su trabajo.

El día llegó era la mañana del 11 de agosto, era una mañana fría muy normal en el clima capitalino, ayudé a mi mamá a alistarse, sus morados eran menos visibles y sus partes hinchadas ya no lo estaban tanto, parecía que estaba lista para salir y ella decidió que llevaría una sola muleta, llamó un taxi y mientras lo esperábamos le expliqué cómo ‘compartir su ubicación en tiempo real’ le dije que se cuidara mucho y que si necesitaba algo me avisara y que en la noche por favor me avisara a qué hora regresaba y me compartiera su ubicación para poder ir a recogerla. El taxi llegó, mi respiración se detuvo, puse su maleta en la parte de atrás y le pedí al conductor que corriera el asiento del copiloto para mayor comodidad de mamá, le di un abrazo y ella me dijo “voy a estar bien, te amo. Nos vemos en la noche” le recordé que su almuerzo iba en la maleta y que tuviera cuidado, le dije que la amaba y nuevamente que tuviera cuidado, ella se subió al automóvil y se fue. Regresé al apartamento en silencio y con un nudo en la garganta llamé a mis amigas de la universidad y les conté cómo me sentía, ellas quedaron heladas al escuchar todo lo que había pasado el último mes y su primera reacción fue enojarse conmigo por no haberles dicho lo del accidente, luego me dijeron que ella estaría bien y que les contara cómo iba la situación durante el día, terminamos hablando de cosas de la universidad y terminamos la llamada alrededor de las 8:00 am, revisé mi celular y tenía un mensaje de mi mamá diciendo que había llegado bien y que me amaba, le respondí que también la amaba. Me senté en el suelo y lloré de nuevo, lloré porque estaba estresada por la universidad, aunque solo llevaba 11 días de clases, lloré porque estaba demasiado ansiosa y preocupada por mi mamá, lloré porque no me quería quedar sola, lloré porque mis vecinos tenían “Dynamite guaracha remix” a todo volumen y eso me hacía sentir frustrada y ansiosa. Las horas pasaron lentamente, no tenía ganas de comer, solo miraba la pantalla de mi computador, tomaba apuntes y seguía con la rutina, en silencio. En la noche alrededor de las 7:30 pm mi mamá me escribió diciendo que ya venía y me envió su ubicación. Me senté en las escaleras a esperar que se acercara para poder salir a recogerla, una vez llegó el momento salí a su encuentro, feliz de que estaba en las mismas condiciones en las que se fue, tomé su maleta y me la puse, agarré sus manos y la ayudé a levantarse y caminamos a casa, ella me contó que su compañera que vio todo pensó al igual que todos lo que vieron la escena que ella iba a morir, puesto que su nariz, orejas y boca estaban sangrando y la posición en la que estaba indican lo mismo. También quienes vieron todo decían que había volado y que estuvo a pocos metros de caer por el caño, mientras ella me platicaba de su día, imaginé la escena, pero pude sentir cómo lentamente el nudo que tuve en mi garganta durante el último mes se iba liberando, mi respiración era tranquila y mi alma estaba en paz, al final del día mi mamá estaba conmigo, sus funciones cognitivas estaban perfectas y nuestro amor mutuo evolucionó, por fin entendimos que nos necesitamos mutuamente, yo sin ella no soy nada, tengo mucho que aprender de ella y de igual forma soy necesaria en su vida, como hija, compañera y amiga.

De esa forma pasaron los días, un día de trabajo otro de descanso, sus piernas se volvieron a hinchar y su amiga del trabajo la llamaba regularmente para saber cómo estaba, le decía que podía o no hacer y para su sorpresa yo tenía razón, mi mamá no estaba lista para caminar sin muletas, tampoco para ir solo con una, ese era el motivo por el cual estaba tan cansada. Las pastillas para el dolor solo las tomaba cuando realmente le dolía o estaba muy cansada, yo le daba sus masajes antes de dormir para que pudiera dormir mejor. Yo estaba más tranquila, cada mañana la acompañaba y cada noche la recogía, le empacaba su almuerzo, esa era nuestra nueva rutina, pocas veces en sus días libres la llevaba conmigo a hacer compras, me gusta su compañía cuando hago las compras y ella se sorprende con lo mucho que he mejorado a la hora de escoger las verduras y las carnes.

Para las fechas de diciembre todos mis familiares se enteraron de lo que había sucedido y como suele pasar a muchos de ellos les llegó información tergiversada de lo que había pasado, mi prima que vive en Cali me llamó a preguntarme “¿qué fue lo que pasó? ¿por qué no nos llamaste? ¿están bien? ¿necesitan algo?” yo le conté todo, con lujos de detalles, para cuando terminé de hablar no sé si estaba enojada o asustada, solo me dijo que si necesitaba algo le avisara, una hora más tarde su mamá llamó a la mía y le dijo que tenían información incorrecta, le contó que les habían dicho que casi la golpea un carro y que estaba haciendo un drama, hasta que llamaron y les conté lo que en realidad había sucedido, mi mamá le envió las fotos de los moretones y le contó detalles de cómo habíamos vivido. Mi tía con lágrimas en los ojos le dijo a mi mamá “Por Dios, nena ¿y Sofí hizo todo eso ella sola?” mi mamá le contestó de forma afirmativa “Jesucristo, jamás hubiera imaginado a Sofí tan capaz de hacer algo así y aún peor estando ella sola. Estoy muy orgullosa de ella” Mi mamá le contestó que ella también estaba orgullosa y sorprendida. Pasaron muchos años pensando que no podía cuidarme sola y que era muy irresponsable, para sorpresa de todos nadie podría haber hecho un mejor trabajo. Durante las semanas siguientes tuvimos todo tipo de llamadas y todas terminaban en sorpresa de cómo sobrellevamos la situación en silencio y de lo bien que había hecho el trabajo de cuidar de mi mamá, en algún momento le pregunté a mi mamá si ella me consideraba mala hija o si no era capaz de cuidarla, ella solo me respondió “desde que naciste siempre he cuidado de ti, eras un bebé tan frágil, luego fuiste una niña y adolescente igual de frágil y has crecido lo suficiente para demostrar que puedes ser frágil y fuerte cuando lo necesitas, esa fortaleza mental solo la tuve después de los 28 y es difícil imaginar que tu bebé ha crecido tanto que pueda llevarte al baño, cocinar como una profesional. Siempre vas a ser mi bebé así tengas 50 años, pero es bueno saber que puedes hacer muchas cosas y que van a estar bien, también si un día me dices que te vas a ir a vivir a Japón, Noruega o donde sea es un alivio saber que estarás bien”.

Con los meses descubrí que en realidad soy un ser humano muy frágil, lloro demasiado en las noches y en las mañanas me levanto a cumplir con mis deberes, me puedo sentar con mi mamá a llorar por algo que me pasó y ella me va a consolar, ella puede hacer lo mismo y yo también cuidaré de su corazón, el accidente más allá de ser una tragedia con el tiempo aprendimos a verlo como una situación que necesitábamos vivir, si algo he aprendido con los años es que de una tragedia pueden surgir dos situaciones para los afectados; 1. se unen porque es la mejor forma de afrontar lo sucedido o 2. se separan, discuten y se rompen los lazos, creo que ante una tragedia es mejor estar con alguien que también la sufre, no van a sufrir igual porque el dolor al igual que los copos de nieve y las huellas digitales es único y diferente para cada persona, no se deben asumir sentimientos o respuestas, pero sí puedes estar seguro de que cuando sientas que el nudo en la garganta regresa y te ahogas en palabras y sentimientos va a haber alguien ahí para acompañar tus momentos de soledad, en mi caso cuando siento que me absorben me acuesto al lado de mi mamá y siento cómo todo toma su lugar en mi mente. En medio de la actual pandemia al igual que muchas personas he perdido seres queridos, tanto por el Covid, como por otros motivos, al comienzo perdí a mi bisabuela y eso me permitió ver a mi familia una última vez, durante la pandemia una gran amiga tuvo una gripe que evolucionó a neumonía la que a su vez evolucionó en un cáncer de pulmón y luchó meses contra eso y a pesar del desolador panorama ella siempre fue un gran apoyo para quienes la rodeaban, tuvo una corta pero hermosa y amada vida. Por otro lado, mi tía quien falleció mientras escribía, fue una mujer fabulosa, tuvo tres hijos, fue una gran docente y de igual forma fue el pilar de su hogar, de su comunidad y de quienes la rodeaban. Estoy feliz de haberlas conocido y sus recuerdos vivirán por siempre en mi memoria, la calidez de sus abrazos vendrá a mi en el momento adecuado y aunque hoy hacen parte del número de fallecidas durante la pandemia, para mi y para todo aquel que las conoció serán hermosos recuerdos. Espero que a donde sus almas hayan ido estén en paz.

Sofía Ujueta Pedrozo*
Estudiante de Negocios Internacionales
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2021 No. 19

 

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