El diablo y Francisco el hombre. Enfrentarse al miedo acordeón en mano y credo en boca

Jenny Marcela Rodríguez*

 Este ensayo se concentra en la descripción y el análisis de las representaciones del Diablo a través de la cultura vallenata, específicamente el mito de Francisco El Hombre y de las creaciones audiovisuales producidas a partir de él mostrar la figura del diablo como vencedor se rompe porque el Hombre gana el duelo y lo derrota, evidenciando un nuevo modo de enfrentar el miedo a este personaje a través de lo que considero, un mestizaje cultural, un sincretismo religioso. 

La familia es el primer escenario que nos permite acercarnos a una cultura determinada, ella nos hace conocer el idioma, los comportamientos en el colectivo, pero de modo determinante el mundo religioso que de un modo u otro va a determinar nuestra existencia, ya sea porque lo sigamos o porque nos volvamos contradictores de él, en ese sentido, y particularmente teniendo en cuenta mi experiencia, este mundo religioso que se me ha dado es el catolicismo.

 Pero más allá de los cánones establecidos (oraciones, eucaristías, sacramentos y demás), y del panteón que acompaña (Dios, Jesucristo, Virgen(es), Espíritu Santo y una cantidad de santos, santas, beatos, ángeles y otros más) que representarían el bien, está la idea e imagen del mal, representada fundamentalmente en el Diablo.

 En sus distintas nominaciones, esta figura ha estado presente no solo en el marco de la iglesia, además permea toda actividad y más si es infantil, la idea del diablo en la noche jalándonos las ―patas‖ por haber cometido cualquier falta es una constante dentro de los márgenes formacionales de la conducta, incluyendo en esta no solo la no trasgresión de la norma sino el mismo temor al diablo, sin tener nunca claro que o como es. 

 Pero la cultura popular, el folclor y sus representaciones igualmente alimentan esta idea del Diablo, en sus múltiples descripciones tanto físicas, de poderes y alcances.

 Este ensayo se concentra en la descripción y el análisis de las representaciones del Diablo a través de la cultura vallenata, específicamente el mito de Francisco El Hombre y de las creaciones audiovisuales producidas a partir de él mostrar cómo, como la figura del diablo como vencedor se rompe porque el Hombre gana el duelo y lo derrota, evidenciando un nuevo modo de enfrentar el miedo a este personaje a través de lo que considero, un mestizaje cultural, un sincretismo religioso.

 ¿Quién es ese al que llamamos Diablo[1]?

 En el marco del Descubrimiento del Nuevo Mundo, los reinos españoles se encontraban victoriosos ante la lucha de siglos contra profanos y herejes que habían pretendido acabar con el cristianismo e imponer otras doctrinas, moros y judíos perdieron tan cruenta batalla, pero no serían ellos los únicos vencidos, bajo este mismo escenario, Colón se abriría paso en los confines del mar y encontraría una tierra, que necesitaba que sus habitantes, con pronta prisa, hicieran parte del redil.

 Con la llegada de la Biblia y la Cruz, no solo llegó la idea de un único Dios, acompañado de una gran variedad de santos, también llegó la idea del Diablo, nueva para los indígenas pero bastante conocida por los cristianos.

 Por ejemplo, Roberto Pineda señala que, a finales del siglo XV, la idea de la omnipresencia del Diablo se apoderó de Europa y en particular de los reinos de Castilla y de Aragón: la creencia en la presencia del Ángel Caído no era en realidad nueva, pero la lucha contra los infieles de Granada y Andalucía la convirtió en una verdadera obsesión. Algunas de las mentes más ilustres de su época se dedicaron a pensar y representar al Maligno… Lucifer era una verdadera peste, de la que no era fácil escapar o al menos permanecer indiferente. La Iglesia debía estar alerta ante su insidiosa e imprevisible influencia. (Pineda Camacho, 2000, pág. 24)

 Ante este panorama, la influencia recaía ahora y de allí en adelante en los indígenas, es interesante por ejemplo resaltar que la demonización a la que estos pobladores, junto con algunos objetos, templos y actividades se vieron condenados provenía directamente del miedo ya interiorizado que tenían los frailes, en ese sentido las palabras de Fray Juan de Santa Gertrudis, respecto a las hoy estatuas del Parque Arqueológico de San Agustín. En ellas primero cree ver a los franciscanos

 De aquí fuimos al otro monumento. Son cinco frailes franciscanos observantes, de las rodillas  para arriba labrados de la misma piedra que los obispos. Dos están con las manos plegadas y puestas dentro de las mangas, y por la boca de las mangas, que no estan del todo juntas, se les ve un pedazo de las manos y dedos, y esto fue lo que yo mas admiré, cómo se pudo labrar. Los otros dos están en ademán den quien predica, y algo la cabeza y el pelo tienen aplastado, que con el tiempo y lluvias se habrá comido. El otro está con la capilla puesta sobre la cabeza, y el cabello delantero está labrado tan fin, como si en realidad fuera verdadero (Santa Gertrudis, 1956, pág. 292)

 Pero lo realmente interesante es la justificación que da para que estos indios conocieran o tuvieran imagen de los ―frailes tallados:

 Yo solo me persuado que el demonio los fabricara, y me fundo en que en la india los indios no tenían fierro, y por consiguiente tampoco instrumentos para poderlos fabricar. Ellos tenían noticia por los oráculos e ídolos que habían de venir los hijos del Sol, esto es del Oriente, y habían de conquistar aquella tierra: y así creo que el demonio les fabricaría aquellas estatuas y les diría: Hombres como éstos, o de este traje, serán los que gobernaran esta tierra (Santa Gertrudis, 1956, pág. 293)

 Jaime Borja trae también una anécdota del mismo fraile, pero ya en la provincia de Tunja, donde le piden realizar un oficio y el aprovechando la situación pensó todo un montaje que incluía ―cuatro negros esclavos a quienes pintaron las caras de rojo, estaban desnudos, con el pelo desgreñado y cada uno con una antorcha encendida y un larga cadena‖, con tan mala suerte que ante las palabras "Salid, demonios, de estas infernales covachas, que os traigo a vender una partida de almas en gracia de Dios" los pobladores ―pensaron todos que en realidad eran demonios, y por huir cada cual al viento contrario, empezaron a atropellarse unos con otros con tal gritería, que parecía un día de juicio‖, más adelante señala como la gente, ante tal temor, piden a punta de gritos y apretujones el perdón a través de la confesión improvisada en medio de la locura acarreada por el miedo. (Borja Gómez, 1998, pág. 179).

 Igualmente recoge de los cronistas, una idea precisa de la descripción física que se le asignaba al Diablo, entendiendo además, la posibilidad de este, según su artimaña, de cambiar de forma o de poseer a alguna persona:

 Porque nunca el demonio se aparece en figura de manso cordero ni en figura de mansa oveja ni de paloma (...), sino en figura de un cabrón, por la similitud que tiene este animal con las costumbres del demonio, que es demasiado falaz, inquieto, sucio, en la cual figura de ordinario quiere ser adorado, o en figura de un gato disforme, de un tigre, de un mastín o de otro animal inmundo. Y cuando Dios le permite que tome figura humana para que se haga esta adoración, siempre es con alguna señal o diferencia (...) como con el color negro, sucio, asqueroso, hediendo y en todo formidable, el rostro obscuro y con muchas manchas, las narices muy largas y encorvadas y sin ninguna proporción, con boca muy abierta y sumida, los ojos muy salidos o demasiado metidos y echando llamas de fuego, los pies de buitre o de gallo, los brazos y piernas demasiado cortos o demasiado largos y muchas veces con figuras de pies de cabras o de asno, el cuerpo velloso, otras veces un pie o entrambos cortados, la figura de todo el cuerpo o muy alta o muy baja, o trae señales para que el miserable que llega a adorarle le conozca y quede desengañado «Fray Pedro Simón, op. cit., t. III, 3a. not., cap. 2, pp. 282283 (Ed. Banco Popular)» (Borja Gómez, 1998, pág. 211)

 Pero en definitiva, y atendiendo a las palabras de José Ramón Busto la función del diablo ―consiste en recorrer la tierra y enterarse de todo lo malo que hacen los hombres, para  acudir raudo a referírselo a Yavé. Satán es, pues, una especie de fiscal de la creación. De ahí su nombre: Satán, en hebreo, significa «el adversario». Satán es el adversario del hombre‖ (Busto Sáiz, 2002, pág. 24), adversario que debía ser exterminado de cualquier modo, sin importar nada más que su derrota. 

 Así entonces, el proceso de evangelización de los territorios americanos se llevó a cabo con todo el peso de la fuerza cristiana imponiéndose sobre las manifestaciones religiosas indígenas, ―a través del secular proceso de conquista y colonización, las grandes culturas americanas desaparecieron como cuerpos históricos integrados: la azteca, la maya, la inca, la chibcha y tantas otras. Para eliminarlas, el conquistador empleó muchos medios: la guerra, la explotación económica, la introducción de nuevas técnicas, nuevos elementos de la cultura material, en fin, a través de un complejo proceso de aculturación. Pero ninguno de estos medios fue tan eficaz, para lograr ese propósito, como la eliminación de sus lenguas y sus religiones y la sustitución de ellas por el catolicismo y la lengua castellana. Las culturas prehispánicas desaparecieron cuando perdieron sus lenguas y sus dioses. (Jaramillo Uribe, 2004, pág. 11).

 Pero algo interesante sucedió, y es que esos mismos mecanismos que usaron para la extirpación de idolatrías generaron un proceso de intercambio, pero aún más importante, un mestizaje cultural. 

 Lo mestizajes 

Serge Gruzinski, el su obra Pensamiento mestizo, se pregunta por los el mestizaje  Desde el análisis y la interpretación histórica a partir de imágenes, signos y símbolos principalmente, de allí concluye que ―las culturas pueden mezclarse casi sin límite y no solamente desarrollarse sino también perpetuarse‖. Al interesarse por la problemática del cambio cultural, de la difusión, de la asimilación y de la aculturación, se puede hablar de ―roce, penetración, ajuste...‖  y  se han elaborado una serie de categorías que permiten delimitar mejor las condiciones y las modalidades de la mezcla, a falta de iluminar sus mecanismos. (Gruzinski, 2007, pág. 52), dejando claro que el mestizaje es una condición en constante fluctuación y movimiento y justamente al no permanecer inmóvil no se puede pensar que solo en un grupo – los colonizados- se presenta este mestizaje o sincretismo, los ―colonizadores‖ también se ven afectados y sus prácticas culturales, sociales, económicas y demás también pueden ser alteradas por este constante contacto e intercambio.

 Para el caso americano, Gruzinski toma las palabras del antropólogo mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán, quien ―demuestra que los mestizajes son un resultado de ―«la lucha entre la cultura europea colonial y la cultura indígena. [...] Los elementos opuestos de las culturas en contacto tienden a excluirse mutuamente, se enfrentan y se oponen unos a otros; pero, al mismo tiempo, tienden a penetrarse mutuamente, a conjugarse y a identificarse». Este enfrentamiento es lo que permite «la emergencia de una cultura nueva —la cultura mestiza— nacida de la interpretación y de la conjugación de los contrarios. (Gruzinski, 2007, pág. 52)

 La mezcla de culturas encubre por tanto fenómenos inconexos y situaciones extremadamente diversas, pero este proceso, dice Gruzinski -que rebasa manifiestamente las fronteras de lo cultural- plantea otra cuestión: ¿por qué alquimia se mezclan las culturas, en qué condiciones, en qué circunstancias, según qué modalidades, a qué ritmo? (Gruzinski, 2007, pág. 22)

 Si bien no es fácil responder esta cuestión, pero siguiendo la idea de Gruzinski cuando plantea que el reto es dejar de lado la idea de la historia como proceso evolutivo y comprenderla en su complejidad y movimiento, la historia cultural, para el caso colombiano ya ha dado los primeros pasos, particularmente en lo referente a el mestizaje de las creencias y de los ritos, o, si se prefiere, el sincretismo religioso, al respecto se señala que ―los ritmos de la mentalidad religiosa de una sociedad, los cambios en la actitud frente a la enfermedad y la muerte, o los diversos matices de la mentalidad política son temas que interesan a la historia de la cultura. Uno de estos temas es abordado por Gloria Mercedes Arango en su investigación acerca de las mentalidades religiosas en la Antioquia del siglo XIX. Su texto sugiere que para lograr una comprensión profunda acerca de la manera de ser del colombiano, es preciso adelantar trabajos que permitan reconstruir los procesos de formación de las mentalidades‖. (Rodríguez González, 2004, pág. 67)

 Como lo señala Chartier, se trata de partir no de grupos sociales, sino de representaciones, de textos, de normas, códigos y objetos." (Rodríguez González, 2004, pág. 70), por ello se hace importante realizar una análisis a partir de la idea del Diablo y más importante aún de su representación en diversos escenarios, particularmente en la cultura popular. 

  El Demonio en la cultura popular
 

La cultura popular se refiere a los procesos de creación cultural emanados de las clases populares, de sus tradiciones propias y locales, de su acontecer cotidiano. ―La cultura popular es cultura de clase, es la cultura de las clases subalternas; es con frecuencia la raíz en la que se inspira el nacionalismo cultural, es la expresión cultural de grupos étnicos minoritarios. La cultura popular incluye aspectos tan diversos como las lenguas minoritarias en sociedades nacionales en que la lengua oficial es otra; como las artesanías para uso doméstico y decorativo; como el folclor en su acepción más rigurosa y más amplia; como formas de organización social local paralelas a las instituciones sociales formales que caracterizan a una sociedad civil y política dada; como cúmulo de conocimientos empíricos no considerados como "científicos", etc. (Stavenhagen, 1984, pág. 26)

 Y el Diablo ha estado presente justamente en ese folclor colombiano desde múltiples visiones, desde el mismo momento de las primeras evangelizaciones puesto que ―los grupos indígenas y negros reinterpretaron, por identificación o similitud, muchos de sus símbolos religiosos en relación con los cristianos, situación que agilizó el proceso de asimilación de la nueva religión. Paradójicamente también fue un obstáculo, porque en estas mismas similitudes se escondieron y perpetuaron muchas creencias de los sectores dominados, convirtiéndose en mecanismos de resistencia. Esto último sucedió con especial fuerza en el nuevo grupo que lentamente ascendía, el mestizo‖. (Borja Gómez, 1998, pág. 189)

 Particularmente y como se describió párrafos atrás, estos mestizos, habitantes del Nuevo Reino de Granada tenían la certeza de la presencia física y sensible de este personaje. Las formas como se aparecía, la descripción física y hasta las maneras de relacionarse con él, variaron pero sin lugar a dudas el Diablo era ahora criollo.

 El demonio es, entonces, una figura de la religiosidad  popular, donde es capaz de adquirir infinidad de matices y variantes (Busto Sáiz, 2002, pág. 23). Este pasó de  recorrer la tierra y enterarse de todo lo malo que hacen los hombres, para incitarlos al pecado ―con el fin de someter a prueba la fidelidad del hombre a Dios, para poder informar a Dios de ella de allí sale el Diablo, ―quien pone división» o «calumniador del hombre»  (Busto Sáiz, 2002, pág. 24)

 Con la figura del Diablo ocurre algo particular y es que es lo más opuesto y lo más parecido a Dios. Finalmente ―cada quien asimilaba al demonio desde sus propios miedos e intereses. Perdiendo la imagen siniestra cristiana representaba sus propios temores, que para el caso respondía a una estatua de santo cristiano o al mismo español‖. (Borja Gómez, 1998, pág. 214). Los mitos y las leyendas no solo alimentaron su consolidación a través del horizonte europeo, ese nuevo demonio criollo generaría nuevas narraciones, en algunos casos afianzar el credo cristiano y en otros utilizándolo como herramienta para ―despistar‖ al europeo que iba tras sus tesoros, en ese sentido es importante rememorar El Dorado y su relación con el Demonio:

 En la primera mitad del siglo XVIII un español escuchó a un indio hablar de El Dorado. Tanto le insistió para que lo llevara hasta la mina de oro, que el indio aceptó. Después de varios días legaron al lugar señalado donde encontraron "oro en polvo y pedazos de oro". Tan pronto como quisieron cogerlo se desató una tempestad de relámpagos, truenos y rayos a tal punto que se asustaron. Empero, se dieron a la tarea de recoger el oro que se encontraba próximo. Ocurrió entonces lo inesperado, lo botaron porque de aquellos mismos pedazos de oro y arenilla de oro en polvo comenzaron a salir humos verdes, y estos reventaban en rayos espantosos que los cruzaban entre las manos y por delante de la vista, reventando en hedor pestífero, con que todos se quedaron azorados que volvieron a lanzar todo el oro, porque les parecía que les venía en alcance una gran vocería de diablos... «Fray Juan Santa Gertrudis, op. cit., 1.1, p. 383.» (Borja Gómez, 1998, pág. 213)

 Y para la posteridad, muchos de estos demonios coloniales quedaron para la posterior Colombia. A los de la tradición cristiana se agregó el putas, de origen africano y de gran difusión en las zonas de expansión antioqueña, antiguas zonas mineras; el Patas, demonio de los conventos que buscaba hacer caer en tentación a los religiosos; Mandingas, de origen africano; el Diantre, diablo de los humildes y resignados, encantado con la pereza; Uñas, demonio de usureros y ladrones (Borja Gómez, 1998, pág. 217), el mismo pero diferente seguiría acompañando a los mestizos en la formación de su conciencia religiosa y cultural.

 Francisco El Hombre y su duelo con el Diablo.

  El Existen muchas versiones sobre la leyenda de Francisco el Hombre, pero todas giran alrededor de su duelo con el Diablo, a continuación tomaré la recopilada por Luis Mendoza Sierra

Cuentan que un día llegó a la región un espanto que a veces semejaba a un jinete silencioso, con cabalgadura sonora y espuelas brillantes, que desveló para siempre a los jagueros. Invadidos por un miedo secular, algunos de los habitantes de aquel minúsculo pueblo empotrado en la sierra del Perijá, en límites de La Guajira y el Cesar, contaban que el espanto provocaba un episodio de enormes pujidos en la tierra y los árboles florecían prematuramente y el ganado se arrinconaba de terror. Era el mismo fantasma que en las noches lluviosas y oscuras se interponía al paso de las arrias de los viajeros y los dejaba tan inmóviles como piedras o estatuas fijas con clavos de acero en el suelo…

Cuando Francisco El Hombre arribó al pueblo, todos corrieron a informarle de la aparición del espanto que tenía aterrado al vecindario. Y esa misma noche, oscura y lluviosa, que jamás pudo saber de qué año o mes, la tarea de Francisco quedó interrumpida cuando la bestia en que se movilizaba se frenara y quedara como atornillada en el suelo. Seguidamente, una brisa huracanada acompañada de centellas, que parecían fulminar la tierra, lo tumbó del animal. Estando en el suelo apareció el propio Lucifer lanzándole bocanadas de candela y retándolo a un duelo. Acorralado y tartamudeante, Francisco echó manos de algo, producto más de la angustia que de una estrategia imaginada, para capotear algo tan inusitado y temerario: le cantó el Credo al revés, acompañado con unas melodías casi celestiales, que salían del acordeón. La tempestad empezó a desaparecer. El huracán dio paso a una brisa suave, y las centellas agónicas, a meros relámpagos "como velas que se apagan". El diablo lucia debatido y humillado, hasta quedar convertido en un impotente e inofensivo animal que daba tremendos alaridos como si le hubieran lacerado el alma (Mendoza Sierra, 1999, págs. 10, 11)

 La leyenda del Francisco el hombre es parte fundamental del folclor costeño, que considera absolutamente cierta la historia y la ha mostrado en diversos escenarios, por ejemplo, el Festival de la leyenda vallenata fundado en 1968 esta erigido en su nombre. Del mismo modo la telenovela costumbrista[2] Escalona (Cabrera, 1991), dramatiza en sus últimas escenas un duelo entre el acordeonero Compae Simón y Rafael Escalona versus El Diablo y Anastasio Espuelas, donde Escalona, al percatarse que el acordeonero rival tenia cola roja comprende que es el Diablo y como conjuro mientras Compae Simón saca fuerzas y toca el acordeón Escalona canta el credo al revés. https://www.youtube.com/watch?v=ihuO0Hb4_W4 

 Nema. anrete adiv al y Enrac al ed noiccerruser al,sodacep sol ed nodrep le ,sotnas sol ed noinumoc al ,acilotac aiselgi atnas al ,otnas utiripse le ne  oerc .sotreum sol a y soviv sol a ragzuj A rinev ed ah illa edsed .Osoredopodot erdap, soid ed Ahcered al a odatnes atse y Soleic sol a oibus ,sotreum sol Ertne ed oticuser aid recret la,sonerifni sol a oidnecsed ,odatlupes y otreum ,odacificurc uef ,otalip oicnop ed redop le ojab oicedap ,negriv airam atnas ed oican ,otnas utiripse led aicarg Y abro rop odibecnoc euf euq,roñes ortseun , ojih ocinu us ,otsircusej ne oerc .arreit al ed y oleic led rodaerc ,osoredopodot erdap ,soid ne oerc  *Credo al revés

Esta escena guarda amplia relación con los cuentos de los indios y mestizos en la colonia en donde las apariciones se daban en un ambiente rodeado de olores y fantásticas muestras de su poder (Borja Gómez, 1998, pág. 213), en este caso se da en una gallera en medio del festín y la bebida, de la algarabía, sin embargo es preciso recordar que ―demonio significa originariamente una potencia sobrehumana que, en principio, puede ser positiva o negativa,  (Busto Sáiz, 2002, pág. 25) y de allí la libertad de actuar con o en contra de él.

 En ese sentido, Los viajes del viento  (Guerra, 2009), que cuenta la historia de Ignacio Carrillo un juglar que va de pueblo en pueblo y un día decide no tocar más y emprende su viaje desde la región del Magdalena hasta la alta Guajira para devolverle el acordeón a su maestro, este acordeón es particular, pues es negro y tiene cachos y todos le asignan poderes sobrenaturales incluso su propio custodio,  en una escena de la película, el juglar y su joven acompañante presencian un duelo de acordeoneros, su rival, un hombre que acaba con cualquier contrincante con su canto y su acordeón, hasta que Ignacio descubre que este lleva un talismán, que representa brujería y trato con el demonio para así ganar, en este enfrentamiento-de brujerías, mitos, pactos con el demonio-el acordeón del diablo- gana la partida.

 En ambas escenas se ve como El Diablo, figura ambivalente de innombrables avalares y encarnaciones posibles (aves o animales negros, forma de hombre o de mujer, de vivos o de muertos por la violencia), constituye otra categoría de tutelaje y de interlocución sobrehumanas. En primer lugar, aparece como rival, fuente y emblema de la brillantez coreográfica y musical de los humanos. Que se afirme su presencia en el acordeón excepcionalmente virtuosa o debajo del suelo sobre el que se ejecuta una cumbia brillante, que se diga que tal músico sin par "aprendió con él" o "lo venció en duelo musical", o tal bailarín inspirado "lo tiene con él al bailar", o que el Diablo en persona haya tomado su apariencia para bailar, esta figura está asociada al gozo de la maravilla gestual, sonora y a su seducción. En este contexto, el Diablo, "atraído por la música y el baile", se representa tomando la iniciativa del contacto con los seres humanos. (Losonczy, 2002, pág. 231)

 Pero acompañando al acordeón como objeto del mal, está la marimba, Michel Agier en identidad cultural, identidad ritual para el caso del Carnaval de Túmaco señala como ―el cura obligaba a los negros, bajo amenaza de excomunión, a arrojar las marimbas al agua porque éstas eran el Instrumento del Diablo. Dos personajes en zancos, uno a cada lado, tocan la misma marimba: uno es el Diablo cornudo vestido de rojo; el otro, el célebre marimbero Francisco Saya, quien falleció en 1983 igualmente hay una leyenda de duelo con el diablo ―La leyenda cuenta que él se atrevió a desafiar al Diablo a un mano a mano con este instrumento musical, y logró vencerlo. Durante el desfile, el sainete representa un combate burlesco entre el Diablo y el marimbero, rodeados de las tres representaciones de las visiones (apariciones, espíritus) más conocidas de la región: el Duende (músico y seductor de jóvenes vírgenes), la Tunda (visión femenina de los manglares y del bosque) y la Viuda (una mujer que generalmente aparece en los cementerios) (Agier, 2002, pág. 304)

 La leyenda de ha enmarcado de modo contundente no solo a través de estas películas, además Gabriel García Márquez hizo su aporte en Cien años de soledad

 Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas par él mismo. En ellas, Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar a un acontecimiento que divulgar, le pagaba das centavos para que lo incluyera en su repertorio… Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino (García Márquez, 2007, pág. 64)

 Si bien, es su descripción y en otras a lo largo del texto no hace más alusión a la leyenda en sí, sino en la actividad como juglar, no deja de ser importante como esta actividad de correrías, canto, danzón y licor acompaña todo este pensamiento mágico-religioso. 

  A modo de cierre
 

En las escenificaciones no solo queda evidenciado un modo de representación del diablo, también los objetos asociados a él y las actitudes de los hombres, si bien es claro que hay un temor, este es superado por el enfrentamiento, interesante entonces ver las ―armas‖ que usan los hombres para el duelo, considero que más allá del acordeón o la marimba es ese sincretismo religioso es el que sale a flote, al igual que las abuelas que cuelgan una mata de sábila con un moño rojo y nueve amarres para el amor o un moño verde para la suerte, o ―juegan‖ con los santos – los ponen ―patas arriba, les ponen de espalda, le quitan el niño- para asegurar sus plegarias, el uso , trastocado, de las oraciones –credo al revés- evidencian que si bien el mestizo heredo una fuerte carga simbólica del español, el negro y el indio, este ha creado modos particulares de pensar el mundo religioso, si bien se puede considerar que estos relatos apuntaban a presentar el carácter victorioso de la conquista espiritual llevada a cabo durante la Conquista y la Colonia, considero que la historia cultural podría pensar de fondo estas manifestaciones del sincretismo religioso, así podemos entender cómo, a pesar de la occidentalización, evangelización e incluso el pensamiento científico, aún se guarda el miedo ante la posibilidad de un "jalón de patas" en medio de la noche.

 

Bibliografía revisada y citada
 

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Notas al pie [1] En el presente ensayo entenderemos igual por Demonio, Satán y Lucifer, para ampliar se puede revisar Demonio, religión y sociedad entre España y América, coordinado por Fermín del Pino Díaz. 2002
[2] Exposición temporal del Museo Nacional: Un país de telenovela (4 de noviembre del 2009 al 25 de abril del 2010). Revisado 5 de abril de 2018  http://www.museonacional.gov.co/sites/telenovelas/index.html 

 

Jenny Marcela Rodríguez*

Docente Universidad Santo Tomás

Departamento de Humanidades y Formación Integral

 

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.

ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades

ISSN 2619-421X (en línea) abril de 2018 No. 6

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