El pregón de la sabana

Sara Valentina García Salinas*

Pareciese que remitirse a algo tan monótono como el día a día, se torna repetitivo y porque no, insignificante. Sin embargo, en esta ocasión no es así- ya les cuento porqué-. El 23 de abril de cada año (día del idioma), la comunidad que habita los diferentes barrios de La Candelaria se reúne por motivo del festival: “El pregón de la sabana” y extiende la invitación a todo aquel que se interese por vociferar las realidades de la ciudad de Bogotá o, para algunos, aún Bacatá. Así que heme aquí dándome unos minuticos de fama y siendo la profeta de toda la sabiduría que hemos recolectado en compañía de mi maestro.

Se estarán preguntando ¿cuál maestro? ya les cuento, él es el mero mero, el inmortal le digo yo, pues ya con esa edad y con tanta experiencia, mis respetos. Le apodaron Carroñita, pero su verdadero nombre es Jeisson, no tiene apellido o mejor dicho no lo recuerda. Como sea, Carroñita porque anda mugroso, trabao’, en sus rounds callejeros, por el “carro” y lo “ñero”, pero sobre todo, porque es bien lámpara como él mismo dice, yo le creo porque es el iluminado. De todas formas es mi maestro, mi sensei. Es como jesucristo, consigue lo de tomar, la comida, algún huequito para arruncharnos, también me pega, pero porque me quiere. Somos como dos almas gemelas en cuerpos errados o tal vez nacimos atemporalmente, pero yo lo tengo a él y él a mí, aunque todo se acaba y de eso sí que sabemos...

Dando paso a las penas y los sentimentalismos, concluyo que la única carroña que quiero en mi vida es al Jeissiton, yo lo amo y lo admiro infinitamente, ahí lo tengo todo, antes yo era una pobre diabla ignorante, ahora soy ignorante (en otras dosis) y hasta diabla, pero la riqueza que he aprendido con mi maestro, se las dejaré en estas palabras que reviven lo vivido. Después de esta pequeña oda a mi master, sigo contando, porque si de chisme se trata, yo soy de las que se datea gamineando por ahí.

Sepan ustedes que esta famosa ciudad que les mencioné, es tal vez la ciudad más importante del país -Colombia-, o eso dicen muchos y aunque podemos ponernos a pelear porque sí o porque no y que lo mejor sería que fuera de otra manera, pues no es así. Hay que aterrizar como dice Carroñita. Aunque yo me he dado cuenta que él es el que se traba y lo juzgan por pegarse sus escapaditas y reírse como loco, pero hay más de un iluso por ahí que vuela más alto sin necesidad de cualquier bicha y se creen cuerdos. Volviendo al tema, me enteré de esa importancia capitalina cuando vi a mi Carroñita alegando con don Manuel, viejo mal nacido, recuerden que en Colombia se le dice don a cualquier hijueputa.

Esto aconteció una semana antes de que se realizara “El pregón de la sabana”. Yo estaba en un andén al rayo del sol, con las tetas al aire, junto a los trapos de Carroñita, pues el frío de la noche anterior me tenía entumecida, me relajé tanto que me quedé dormida, pero con esa agarrazón quien no se despierta. Toda la pelotera se dio porque doña Rubiela tenía un afán el verraco para que Jeisson le descargara de una zorra unos guacales de papaya y se los dejara en el local de la plaza. El jeissiton se puso manos a la obra porque tenía que conseguir la liguita del día, para nosotros y para su vicio, andaba bien amurado y yo con la gurbia rebuznante.

Antes de seguir hago un paréntesis y les cuento quien es doña Rubiela. Ella es una mujer aproximadamente de 42 años, robusta, colorada, tiene varios puestos de mercado en varias plazas de la ciudad. Es gritona, templada, grosera, buena negociante, tiene conexiones turbias y le encanta el chisme como a mí. Eso sí, no deja una maña tremenda que la tiene algo coja del sobrepeso, los médicos le han recomendado que debe adelgazar, pero ella sigue pa’ arriba y pa’ abajo, con su vicio, comprando cuanta comida callejera encuentra, eso sí entre más grasa más lo goza. Ese placer si lo tenemos en común, que rico uno poder comer lo que le venga en gana, aunque cada vez se enferma más. Otra de las cosas que jamás va a dejar son las cantaletas, lo trabajadora, la madrugadera y el infinito odio que me tiene. Ahora que ya saben quién es doña Rubiela prosigo con la versión de los hechos.

Jeisson seguía descargando los guacales, engomado en su camellito, cuando don Manuel le gritó a Carroñita: ¡Ala! chinito llevo bastante afán y usted ahí estorbando, no ve que llevo la vía. Carroñita lo miro con ganas de sorberlo, le dijo espérese que la vía no solo es para usted. Don Manuel le contestó: no entendió casposo, maloliente, que se quite de mi camino, tras de gamín, sordo. Carroñita volvió y lo miró y le escupió el panorámico del carro y le dijo qué pasa viejo pirobo, cree que por ricachón me voy a ir de lambón con usted. Manuel se bajó del carro le botó unas monedas, le hizo señas al guarda de la plaza y se subió de nuevo diciendo esta ralea que viene de otras partes cree que son más que uno (risas). El vigilante corrió a acosar a Carroñita y le dijo: muévalo que al patrón no se le hace esperar o mejor no vuelva por acá.

Carroñita se tragó la rabia que tenía, se puso rojo, a punto de explotar y el amure le susurraba: acaba rápido esta vaina y vamos a pasarla bueno. Corrió la zorra y le dijo a don Manuel, pase su majestad, el carro pasó campante, lento y dejando un aire de despotismo, mientras tanto Carroñita murmuraba entre muelas todas las groserías que había aprendido durante toda su vida. En esas salió la mostrancuda Rubiela, le metió un calvazo al Jeissiton y ahí yo reaccioné, refunfuñe todo lo que me fue posible en defensa de mi maestro, la vieja hijueputa me metió un golpe que me dejó sin aire, con ganas de matar, pero sabiendo que tenía las de perder. Finalmente metió las manos en su delantal, era la macancana de color rosa, saco un billete de 5.000 pesos y se lo entregó mientras le decía: hermano se tomó a pecho lo de los guacales y se quedó acá dando papaya, eso lo necesitaba para ¡ya! no ve que se me va la clientela. Y esta señora empieza a regarse en las palabras más ofensivas, incluso creí que tal vez era la mamá de Jeisson y había heredado esa jerga, ese galillo, tan propio de la calle, de la plaza, de “la ralea”. La robusta se entró con el último guacal en la mano y le dijo no me vuelva a pedir camello, abrace si no quiere más problemas.

Pobrecito mi maestro estaba achantado, se dio cuenta que varios se juagaron el mugre en él, pero él solo quería escaparse unas horas de este mundo, de esta ciudad, me dijo que al menos ya tenía 5 lukas así que nos fuimos a buscar vicio y comida, yo siempre lo acompañaba, pero lo de la traba era asunto de él. Mientras Carroñita volaba imaginando una ciudad mejor, con gente menos mierda que don Manuel, ya saben que el viejo cacreco cree que en Bogotá solo debería haber cachacos y rolos, “gente de bien”, será bien malparida, porque como se le llama a esa forma de tratar a otros, por más suciedad, por más miseria. Y ni se diga de doña Rubiela, que a veces era una madre y la mayoría de veces le echaba a uno la madre. Como sea, mentiría si les negara que mi Carroñita es bien ñero y grosero, hay algunas cosas en las que no tiene ni culpa, andar a la defensiva con un rosario de palabrotas se volvió su reacción ante tanta situación difícil que ha toreado.

Mientras él vagaba trabao’ por ahí, yo me fui para la plaza a ver si alguien me regalaba algo de comer, pues las tripas aún me sonaban, me di cuenta que estaban pegando y repartiendo los carteles y volantes del festival, invitando a que participara cualquier persona. Era extraño, recibían participantes desde los 10 años en adelante. Me sorprendí, pero finalmente llegué a la conclusión que tampoco es que fuera tan novedoso, ya que esta ciudad es diversa, intenta ser incluyente, pero al mismo tiempo segrega y es inequitativa, o ustedes creen que un niño va a competir en las mismas condiciones que un adulto o por dar otro ejemplo, dos niños, pero uno de un estrato bajo y otro de un estrato alto, tengo mis dudas, pero ya cada uno sacará sus conclusiones.

Volviendo al escenario de la plaza, yo deambulaba por ahí aprovechando que el vigilante estaba dando ronda afuera, la gente me hacía el feo porque huelo mal, entonces fue cuando vi el cartel de cerca y también a un joven llamado Juan que estaba mercando en la plaza con su mamá. Juan era un estudiante de literatura, aproximadamente de 25 años, mantenido por su madre, caprichoso, con crisis existenciales, trastorno de ansiedad y un regulado consumo de marihuana, según el medicinal, pero realmente le gustaba darse duro en la cabeza como mi maestro, solo que él al contrario que Jeisson, tenía familia y no le tocó coger el costal. Dentro de todo un buen muchacho, con unos dolores que cargaba internamente, yo lo sentí, lo mismo me pasaba con Carroñita y con mi propia existencia. El joven me dio comida, que compró con la plata de su mamá, pero bueno lo importante es que compartió conmigo, incluso me miró con ternura y no con asco que era lo habitual.

Pude percibir, que también se interesó en el festival, yo me fui a comentarle a Carroñita como sería la vuelta para participar, además tenía que decirle que Juan se presentaría y que iba a haber bastante competencia, pues doña Rubiela ahí no más mientras le empacaba 2 papayas maduras y brillantes a la mamá de Juan les decía: chino yo de usted lo pensaba bien, ese festival ya tiene su campeona una mujer que habla duro y que toda su vida a pregonado para vender fruta o cuanto producto le toque. Yo solo me sonreí, parecía que doña Rubiela leyó lo que le convenía, pues el eslogan del festival decía “Todos a la plaza, amplía el parlante”.

Después de datearme con esa información, recogí un volante pisoteado en el piso de la plaza y se lo llevé a Carroñita. Cuando ya estaba saliendo de la traba, lo leyó con detenimiento y le brillaron los ojos, dijo te imaginas mi negra yo siendo el pregonero de esta ciudad que tantas veces ha hablado por mí y que cuando hablo me manda a callar. Empezó a entrenar sus letras de rap, practicaba conmigo, se reía, volvía y practicaba, corregía, intentaba componer una letra y dijo finalmente lo mejor es improvisar, me fluye más así, el problema está en que no tengo cómo poner una pista de fondo para que me escuchen. Ahí se me ocurrió la idea, yo le haría el beat, los sonidos de ambientación mientras él se lucía como el rey de la plaza, no por nada se llamaba plaza Distrito Creativo. Y aunque mi amor por este ñerito es inigualable, les afirmo que él es muy áspero con el rap, no porque lo ame, sino porque es su don. Nunca lo vi tan feliz, ni siquiera en sus mejores voladoras, pero lo mejor fue cuando me dijo, me voy a ganar ese honor, ese título, para hablar de las realidades que la gente ya normalizo, esas que se juzgan pero que no se entienden.

Yo no sabía pero en esa misma cuadra donde estábamos practicando los temas para el festival, estaba don Manuel saliendo de un servicio de prostitutas, por eso el afán del desgraciado, se lo tenía bien guardado, el vicio de este eran las chicas y el juego, por eso tampoco salía del casino, que también funcionaba como olla donde Jeisson se surtía de bichas. Cuando el viejo vio a Carroñita le dijo ahora está rapeando y que va a rimar un pobre diablo que lo único que sabe son groserías. Jeisson lo miró y le dijo yo voy a ser el pregonero de esta ciudad en el concurso de la plaza y muchas bocas se callarán, entre esas la boca de viejos arrogantes y cochinos como usted. Don Manuel soltó la risa, le dijo usted no sabe quién está organizando este festival, yo conozco mucha gente y eso va a ser mío, además usted es un muerto de hambre sin talento y en cambio yo si se cantar. Eso fue un golpe bajo para Jeisson y le dijo gane limpiamente, de todas formas acá el cochino soy yo, nos fuimos del lugar, el aire se quedó denso y las prostitutas prosiguieron con su día.

Mientras seguíamos caminando Jeisson empezó a rapear y sacó unas frase, decía algo así: Tal parece que estas calles las construyeron para carros, yo solo soy Carroña y aquí voy dando mis pasos, en la calle me crié y en la calle me marginan, aquí mismo donde hay putas y “prestigiosos policías”, vivo heladas madrugadas, reflexión y soledad, tengo un alma gemela que no huyó como mamá, algún día escucharán mis letras y mis matices, sin derecho a refutar estas son las cicatrices, nombran Bogotá despierta, porta una careta y sonríe en medio de esta mierda. Yo me quedé callada, no supe que decir, me di cuenta cuantas cosas Jeisson quería sanar, así que mi objetivo era apoyarlo completamente y que ganara ese título, que hablara por esos que no tenemos el mismo volumen de voz que otros. Después de eso me vino la pensadera, se iba a presentar la cucha Rubiela, el corrupto Manuel, el dotado de lenguaje Juan, que aunque me caía bien, pensaba cuantos concursos de literatura habrá ganado, concursos donde Carroñita por obvias razones no podía participar. Nos dedicamos a vivir practicando rap, así estuviera trabao’, no abandonó la labor.

Durante lo que quedaba de la semana antes del festival yo me dediqué a espiar a los contrincantes, cuando Juan iba a la plaza por los mandados de su mamá se tiraban rayes e indirectazos con doña Rubiela que ya tenía mamado a todo el mundo con sus cantos matutinos y ensayos a todo pulmón en la plaza. Don Manuel se conocía con Juan, porque era jefe de su mamá y cuando yo lo seguía, me daba cuenta que el cucho se la pasaba con una guitarra practicando en un parque rodeado de gente igual de puppy a él, le aplaudía, le lamían el culo, porque muchos de esos también eran empleados, le decía eso es suyo don Manuel, no hay nadie mejor que usted. Eso si el viejo verde sacaba su tiempo de siempre para ir donde las muchachas y pasarla bueno.

Así transcurrieron los días durante esa semana, yo me pillaba como perfeccionaban las técnicas, incluso aprendí de cada uno de ellos los trucos, las palabras, los diferentes tonos, ya sabía cómo hablaba la gente “educada”, los “ñeros”, dizque la gente “de bien” y los trabajadores. Quería compartirle a Jeisson mis aprendizajes y que les enseñara como se hace, en definitiva si él unía todas las diferencias, palabras, tonos, frases, identidades, etc. Lograría ser un verdadero pregonero, un verdadero líder que se acercaba a las múltiples realidades de esta loca ciudad. El festival dio inicio alrededor del mediodía, pero como esto es Bogotá y en especial Colombia, empezó en forma a las 2 pm. En ese instante llegaron los 4 participantes del encuentro que le hacía honores al lenguaje, todos se miraron esperando estratégicamente el movimiento de los otros.

El caso fue que como normalmente pasa en muchos aspectos de esta ciudad, había un desorden el verraco, uno escuchaba veci inscribame a mí, no, a mí primero, porque usted es que tiene corona, primero las mujeres, malditos machistas, primero los niños, no, primero los ancianos, eso ya me retumbaba la cabeza, el caso fue que el festival en vez de festival empezó a mutar y a convertirse en un revuelto de cosas, todos gritaban, unos se reían, otros se callaban, era la perfecta personificación del idioma y todo lo referente a él. Los 4 integrantes aprovecharon ese mierdero que se armó y empezaron a sacar sus rencillas personales, entonces vi la mezcla, yo creía que cada uno de ellos tenía solo un fragmento que complementaba la ciudad, cual rompecabezas, pero no, resulta que conocía parte de los otros, ya don Manuel perdió el caché y decía hijueputas, pordioseros todos este premio es mío, doña Rubiela exageraba su léxico y seguía practicando para convencer, entonces cambiaba el tono de su voz, vocalizaba a un extremo fastidioso que la gente pedía urgentemente que la callaran, Juan que era el dotado en letras, parecía que le comieron la lengua los ratones, no sabía qué hacer, tatarateaba como menso y Carroñita era irreconocible intentando mediar, decía por favor, calmémonos, asignemos los turnos, compitamos sanamente, escuchen, etc. No quería violencia, él quería que se escucharan entre todos, yo pensé que les iba a decir si no soy yo, no es nadie pirobos. Nuevamente nadie lo escuchó, solo yo.

Me di cuenta en ese momento que la única que podía en medio de ese despelote tomarse la voz y ser la pregonera de esta historia era yo, la Garosa. Finalmente me presento, soy una perra de 3 años, de color blanco, pero mi sensei me dice negra a veces, de la mugre que llevo a cuestas. Admiro a Carroñita el niño anciano (por su experiencia) de 11 años, yo no sabía que era posible vivir tanto, después me di cuenta que hay gente más vieja que él pero no tienen su misma sabiduría, son otros tipos de conocimiento. Metafóricamente mientras la gente se agarraba a lengua, a silencios, incluso a empujones, como si la plaza fuera cualquier hora pico de Transmilenio, comprendí que metafóricamente, yo, la perra callejera, tomé el mando y la vocería, para darle voz a los y las que no lo tienen, mostrando la diversidad y muchos de los acontecimientos que se dan en este híbrido urbano rural, aquí les dejo mis ladridos y mis memorias, recuerden que hay palabras transversales en este país como las groserías, los dichos, palabras como marica y parce, solo que les damos acentos y usos diferentes, en este caso intento que esto no sea un relato chimbo, sino una chimba de relato para que ustedes sepan que no todo lo que es chimba o severo está en un tiempo determinado y mucho menos en la boca de los humanos.

Sara Valentina García Salinas*
Estudiante de Sociología
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y
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ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) enero de 2020 No. 13

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