Mi gato es un secreto


Daniel Rodríguez Gallego*

Mi gato era un secreto. Era un viciado por el escapismo y la prestidigitación. Objeto de su suplica brincaba por entre los arrabales de mi desorden. Otras veces, en ejercicio de su naturaleza me atacaba. Desmadejado y al tiempo raudo desentrañaba mi oscuridad y la ponía en disposición al juicio, sus mecanismos eran fútiles y al tiempo crueles. Yo inquiría con golpes y patadas, lo desplazaba del dintel y lo escupía de las cobijas. Él respondía quedamente restregando su hocico en mi boca y reposando su trasero en mí pecho ¡realmente quedaba estropeado! Atribulado por mi indiferencia, nuevamente me traicionaba, se ponía de pie hinchado de egoísmo y sin miramientos el eunuco se sentaba en mi cara.

Recuerdo una vez que lo encontré en el bife que daba a la de la calle. Tenía las patas cruzadas y practicaba un mantra inusual. Vestía arquetipos y pronunciaba pestañeos. Mi gato, escocido y petrificado en un espacio tiempo dictatorial les rendía pleitesia a los pasatiempos y desanudaba el ocio de la preocupación.

Cada vez que me disponía a atenderlo arqueaba su cuerpo y me reemplazaba por su alimentación, seguido de la urdimbre de las cortinas, el surco del escritorio, el túrgido de las cobijas y hasta llegar a su cola… quería siempre dejar en exposición su percepción y acallar la causalidad de Dios. La última vez que recuerdo, lo vi haciendo momo, miraba fijamente a mis ojos y paulatinamente me iba conservando, moldeando, erigiendo, esculpiendo, me iba desordenando, noté que me dejaba en un repositorio al calor del olvido y la transparencia. Fue ahí cuando juré que me convertiría en gato.

Daniel Rodríguez Gallego* 
Estudiante de sociología
Universidad Santo Tomás

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO Revista de Estudiantes de Humanidades. ISSN 2619-421X (en línea) julio de 2020 No. 15

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