El invisible

Juan Sebastián Granados Rodríguez*

Bar de Bogotá, 1:26 AM.
Estuve mucho tiempo perdido entre los libros, creyendo que el mundo era mío, pero lo que yo no sabía era que hacia parte del mundo, me gustase o no.

No importa mi nombre ahora mismo, pues sé que en algunos años se perderá junto a otros miles; para ser sincero, es algo que realmente poco me importa, o bueno, siempre se me ha dicho que un hombre solo dispone de una vida para escribir su nombre en la historia; lo escuchaba muy seguido del hombre al que llamaba padre; lastimosamente, hace mucho que se perdió en aguas profundas. Perdón, pero me desvío con facilidad del tema; el punto es que tenia razón, en cierto modo, pero ¿y si el mundo no te lo permitiera?, ¿si tratase de sofocarte como a todos los demás?, siempre haciendo lo mismo sin dejarme expresar, siempre alguien diciéndome que hacer y que de no hacerlo sería un fracasado, como si él hubiese triunfado en la vida. Así que ese dicho de mi padre ya no importa, la gente vive por vivir y así son las cosas.

Vivo en un lugar donde nada permanece en quietud, nada tiene ni la posibilidad de ni el tiempo para pensar; se lastiman los unos a los otros, se roban y se engañan, siempre metiéndose en líos, tanto así que no se distinguen entre si; son como sombras a mi alrededor, como si todo el mundo fuera igual; me considero diferente porque quiero ser diferente, porque ni los que están alrededor ni los que están en el gobierno se preocupan por mi, creo que al final no les importo.

Y dale con mi nombre, que no te lo voy a decir, no es necesario; poco a poco muero y pierdo el sentido de la vida, y la verdad es que si, al final no importa si muero en vano pues nadie vería mi cadáver; no importa cuantas veces vuelva a los libros tratando de recordar cosas más bellas que sucedieron en el pasado; he vivido por mucho tiempo y cada ciertos momentos siento fríamente que muero, que las personas se olvidan de mi. ¿Cómo?, si ni siquiera son capaces de formar un futuro mejor para ellos, prefieren vivir el ahora a preocuparse por el mañana; pero te lo digo yo, el mañana siempre llega, no importa cuanto corras de él, no importa cuanto lo niegues, al final tus errores y de los que estuvieron antes que tu volverán a sumergirte en una pesadilla llamada realidad.

Espero no estar cuando ese momento llegue, pero con mi mala suerte aún estaré aquí, observando a cada individuo, rogando por que algún día sean capaces de entender que el mundo se regirá por los conocimientos que poseen, que sepan cuan profunda y cuan peligrosa es esa idea de tener el mundo en sus manos.

No siempre existirán las armas, no siempre existirá la injusticia, o eso espero, pues yo seguiré viviendo eternamente en este lugar, siempre observando sus errores, siempre sufriendo las consecuencias de sus actos.

Está bien, ya deja de molestar, solo espero que cuando hables de mi puedas decir que por lo menos escuchaste el llanto de la Sociedad.

 Juan Sebastián Granados Rodríguez
Estudiante de Comunicación Social para la Paz
Universidad Santo Tomás

 Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan los puntos de vista de la Universidad Santo Tomás.
ARTE-FACTO. Revista de Estudiantes de Humanidades
ISSN 2619-421X (en línea) octubre 2017 No. 4

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