Editorial número 12

Jenny Marcela Rodríguez*

Escribir no es una tarea sencilla, más o menos desde los siete años estamos construyendo oraciones, superando la etapa de círculos y “palitos”. Sin darnos cuenta o mejor, sin ser realmente consientes, empezamos a crear. Inicialmente copiamos, transcribimos las palabras de otros en un interés por aprender cierta estética, la redondez de ciertas letras o la prolongación de otras; que si es cursiva, que si se escribe con la mano derecha o con la izquierda, si es de arriba hacia abajo o lo contrario. Mejor dicho, creo que vamos aprendiendo a conocer el modo en que nuestro cuerpo se moverá en relación con el arte de escribir a mano por el resto de la vida.

Mis estimados colegas,

Escribo esta carta mientras le preparo el desayuno a mi familia y leo lo que han escrito en este ejercicio que han denominado red epistolar. Debo confesar que algunas de sus palabras me han parecido conmovedoras y elocuentes, pero, muchas de ellas incomibles.

Deseo compartir con ustedes lo agradable de caminar por las calles, bajo la lluvia o en el calor el contacto de ese ser humano que puede caminar a nuestro lado en silencio o con un voz cálida que acompasa el caminar, o simplemente el poder disfrutar de carros, personas desconocidas, olores diversos que se conjugan en galería de sabores tanto para el gusto como para el rechazo.

AFB. A. Antonietti, 1916. Arxiu Fotogràfic de Barcelona

Querido Juan

Respondo con demora a tu carta, no por olvido sino porque en un mundo académico cada vez más automatizado, iniciativas como “Cartas para…” sorprenden e interpelan para bien. Así que gracias Juan y Jhon por esta invitación a pensar desde la “cadena de amistades”, la academia.

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