Nubia Yaneth Gómez Ramírez*
Laura Patricia Moreno Cruz
El diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales hace parte del continuum de la Salud Mental. Hoy en día, un concepto ambiguo y modificado por la progresiva actualización de tecnologías y ‘avances científicos’ para mejorar la calidad de vida del ser humano. A su vez, las nuevas concepciones de salud, van fomentando un cambio social sin precedentes y con elevadas expectativas sobre la intervención y prevención de alteraciones mentales con el uso de fármacos modificadores de la conducta, que cada vez maximizan el boom psicofarmacológico y promueven la medicalización de la normalidad en aras de optimizar y alcanzar estados psíquicos mejorados, que alertan por el incontrolable consumo de psicofármacos desencadenado por el deseo de promover una vida sana, y que a largo plazo provocan efectos adversos e incluso agravan las condiciones psíquicas que se pretendían evitar, convirtiéndolos en víctimas no solo de la medicalización, sino también de la etiqueta social y subjetiva por la condición adquirida. En ese sentido, el presente escrito pretende indagar los conflictos éticos de los profesionales en Salud Mental respecto a la prescripción de los psicofármacos y su relación con la revictimización de las personas diagnosticadas o no con trastornos mentales.
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