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Una enfermedad mortal
Valeria Díaz Fernández*
Era un día como cualquier otro, nublado con intenciones de llover; me desperté como de costumbre a las 5 de la mañana me bañé, me arreglé, desayuné y me dirigí al colegio. Estaba cursando el grado séptimo y estaba en la quinta hora cuando llegó un profesor a decirme que habían venido a recogerme; sinceramente no tenía ni idea de qué era lo que estaba pasando, pues normalmente cuando me recogían antes de la hora de salida era o porque estaba enferma o porque tenía cita médica y yo sabía perfectamente que no tenía cita médica ni nada por ese estilo, pero de igual manera salí.