Luisa Fernanda Torres Ascanio*

Todo comenzó en el 2016 cuando tenía 23 años, tuve la desilusión del primer amor, empezaron los problemas al punto que llegamos a la violencia física, tomé decisiones que cambiaron mi vida una de ellas separme y empezar a trabajar, luego de pasar muchas hojas de vida y buscar por muchos lugares finalmente me recomendaron para trabajar en un bar, el horario y el sueldo se ajustaban a lo que necesitaba en ese momento, fue allí donde aprendí muchas cosas relacionadas con coctelería, licores y bebidas; asistí frecuentemente a diferentes bares y atendí algunos eventos adicionales, hasta que un día serví en la barra a un apersona que me hizo una oferta laboral tentadora, trabajaría en lo mismo pero menos tiempo y con un mejor sueldo, fue así como llegué al bar las Mariposas en la Calle 19.

Laura Valentina Carreño Prieto* En la crónica que voy a realizar quiero resaltar un punto central: la afectación que han tenido los tenderos de barrio y vendedores informales frente a la actual pandemia que estamos viviendo con el Covid-19; teniendo en cuenta que el gobierno no ha buscado una alternativa para ayudarlos, lo contrario, solo ha beneficiado a almacenes de cadena que también se han visto afectados pero que cuentan con muchas más garantías y beneficios por parte del actual mandato. Sin dejar atrás que muchos de estos tenderos se han quedado sin su trabajo y los que han tenido la fortuna de seguir ya no reciben los mismos ingresos que anteriormente, pero la comida, arriendo, facturas, deudas no bajan y las oportunidades cada vez son menores. El gobierno se ha olvidado de ellos y de sus familias, sin ayudas, sin apoyo económico y la mayoría de los negocios por no decir que todos son el pan de cada día de quienes lo trabajan y sus familias. Empezando por cómo todo era antes de que este virus nos atacara y afectara de la manera en la que lo hizo.

 

Valentina Lesmes Gómez*

Era 1 de noviembre del 2020, cuando me transportaba con mi familia a un pueblo cercano a Boyacá llamado Aquitania, por temas de trancones en Bogotá salimos a las cuatro de la mañana de nuestra casa para llegar a una hora prudente a nuestro destino final, veía por la ventana mientras hacíamos nuestro trayecto, no se veía ninguna alma alrededor, solo carros y algunas estrellas en el cielo, todo estaba oscuro, cuando de repente brilló una luz roja, una luz la cual me transporta a otra época, una luz la cual me llena de sentimiento cada vez que la veo, no es una estrella roja o nada por lo parecido, era una antena que tiene un foquito rojo que alumbra y se apaga y siempre hace ese proceso.

Jaime Andrés Durán Lamprea*

Abro mis ojos y como de costumbre reviso la hora en el celular, son las tres y once de la mañana de un viernes cualquiera, en medio de una pandemia mundial que parece no tener fin. Intento cerrar mis ojos para descansar un poco más, pero después de vueltas y vueltas tratando de encontrar la posición perfecta para conciliar el sueño de nuevo me doy cuenta que no lo lograré, intento fallido. Tomo mi teléfono y sin interés alguno, deslizo mi dedo por la pantalla una y otra vez mientras reviso las redes, esto con un solo fin; que amanezca pronto.

Buscador