CruzD

Yeritza Lorena Villamil Hernández*

Una tarde de domingo, recibí por parte de un amigo un mensaje por medio de un video, el mejor regalo que alguna vez él había recibido y que decidió compartir conmigo. Al momento de que él me escribió, puesto que estaba hablando con él por mensaje de texto, él me envío el recado donde se encontraba dicho regalo; y me dijo que le prestara mucha atención para que yo también pudiera tenerlo (el regalo). Al ver el mensaje, me topé con una pregunta que cautivó en gran manera mi atención en ese momento: ¿cómo puedes tener paz con Dios? Al leer esta pregunta, la primera reacción que tuve fue como ¿qué? ¿Por qué mi amigo quería que yo escuchara esto? Sin embargo, mi curiosidad me llevó a saber cómo tener esa paz con Dios, porque según yo, ya tenía dicha paz de la que se hablaba allí, o bueno, eso creía.

María Camila Cañas Alarcón*

El presente texto parte de una narración y reflexión personal acerca del actual ritmo de vida y los ideales de productividad y triunfo que nos empujan a prácticas de auto explotación justificadas bajo la apariencia del esfuerzo, la pura voluntad y el trabajo duro ilimitado como vía inquebrantable hacia el éxito socialmente aplaudido. Lo anterior va de la mano con lo expuesto por el filósofo Byung-Chul Han en su libro La sociedad del cansancio y sus consideraciones ligadas a esta dinámica explicada a partir del exceso de positividad en nuestro mundo contemporáneo.

Stefanía Chisco González*

Quién iba a pensar que de sorpresa y sin esperar iba a llegar una pandemia. Desde que comenzó el confinamiento hasta ahora he pensado en esa sensación de caminar por las calles de la ciudad, a veces sola o a veces acompañada, de ver a mis amigos a diario, de irme a un parque a leer un rato o entrar a una cafetería a tomarme un café, de verdad lo extrañaba. Quizá mi idea de estar meses y meses en casa me parecía una idea loca, me parecía algo absurdo. Me encanta andar por las calles, ir a la universidad, llegar a casa, sacarme los zapatos, empezar a hacer trabajos y después acostarme. Esa rutina no me disgustaba, cada día pasaba algo diferente, puede sonar algo raro, pero de verdad que no había un día igual. Ahora todo es lo mismo, el confinamiento me hizo pensar cada noche que iba a planear al otro día para no agobiarme en estas cuatro paredes. Así es que empezó mi retorno a volver a hacer arte, llegó esa idea una noche de mucho aburrimiento y de mucha afición.

David Alejandro Salgado Buitrago*

Lo que varios ven como 22 hombres detrás de un balón simplemente, para muchos más es una pasión, un estilo de vida e incluso una religión. El fútbol mueve masas, la economía y la cultura. En algún momento existió la sensación de que algo le faltaba al espectáculo, no era lo mismo. Estadios vacíos, sin cánticos, sin gritos, sin groserías, sin grandes mosaicos en las tribunas, sin emoción a raíz de la pandemia era la razón de aquel sentimiento. Definitivamente lo que le hacía falta al fútbol durante todo este tiempo eran los hinchas; el padre y el hijo que domingo a domingo sin falta iban juntos a alentar a su equipo, aquel grupo de amigos que cantaban sin cesar durante 90 minutos buscando motivar al club de su ciudad. Y es que, durante varios años, sobre todo aquí en Colombia, existe un gran prejuicio hacia los hinchas furibundos, hacia las barras bravas, tienen la imagen, la percepción de que son vándalos, criminales, ladrones, drogadictos, entre otras cosas.

Blenda Victoria Ibarra Benítez*

Aún cuando te han anunciado la muerte, tan solo con unos segundos de haber nacido y llegado a este mundo, las fortalezas y ganas de vivir, sin tener noción de ello, pueden superar cualquier adversidad.

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