Andrea Elizabeth Quiroz Palles*

Detrás de la calle perdida, apareció aquel hombre de chaqueta negra. Parecía un poco confundido, caminaba de un lado a otro sin decidirse por dónde avanzar. El confinamiento de dos meses nubló un poco su esperanza. El virus pasó con una oleada mortal, encontrando desprevenido a cualquier ciudadano de aquí y de allá. Las noticias atiborraban su estado de ánimo y procuraba mantenerse firme en su soledad, afrontándola con pasajes de novela de todos los tiempos. No tenía familia, pero sí “amigos” que lo saludaban desconfiados desde la ventana y le compartían algunos alimentos.

Dora Alejandra Ortiz*

Me despierto con el insurgente, y ávido de fuerza, sonido progresivo de un grupo de pajarillos que alguna vez dijimos cantaban en las tardes, desapercibidas por los ruidos de los carros, las motos y la incipiente huella del humano en voces y gritos y murmullos afuera, en la avenida. Hace mucho que no me detenía a pensar en los pajarillos, sin rostro, sin color, sin imagen, aún desconocidos por mis ojos pero que han logrado seducir mis oídos cansados un poco, de tanto ruido, ausentes de sonidos verdaderos.

Lina Katherin Miranda Rincón*

Receta para el caos. Ingrediente principal: una mamá desesperada que no sabe qué preparar de almuerzo, un tío que no tenga nada que hacer, una receta de torta de zanahoria, una clase a punto de empezar y ganas de preparar una deliciosa torta.

Jaime Andrés Durán Lamprea*

Llega marzo y con él un desinterés al ver como con el pasar de los años se ha ido perdiendo poco a poco ese sentimiento tan gratificante de estar próximo a un nuevo año de vida. Al principio, pensaba aprovechar ese día para coger mi moto e ir a conocer algún lugar nuevo, ya que cada vez se hacía más grande la necesidad de volver a sentir las caricias del viento rozando mis mejillas y la única e inigualable sensación de excitación que se produce al acelerar a fondo mientras sumó más y más kilómetros a mi historial. Así, pasaron pocos días entre clases, una que otra salida, y tiempo en familia; todo marchaba bien para nosotros, mientras que en el resto del mundo se iba expandiendo a gran velocidad un virus que nos marcaría la vida para siempre, la COVID-19.

Farud Ignacio Bríñez Villanueva*

La presente crónica relata una historia personal de vida que se encuentra en estrecha relación con la vocación del profeta de la Biblia: Jeremías. Su desarrollo parte desde el nacimiento, pasa por la adolescencia, la juventud, y finalmente desemboca en la adultez. Es la narración de una vocación religiosa o cómo nació particularmente una vocación religiosa: “desde el vientre materno”. Una historia de vida narrada de manera concreta pero profunda, que está acompañada de un orden cronológico no solo de fechas sino también de acontecimientos que describen y exponen cómo a temprana edad y quizás sin saberlo, Dios ya había hecho su elección sobre el llamado a la vocación religiosa sacerdotal.

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